—Che, la piba no está, me parece que ha salido al baño. —le comenté sorbiendo el mate recién cebado.
—No creo, el baño está afuera, no la vi salir. —Luisito se dirigió hasta el Juanjo para preguntarle.
—Che, ¿viste a la piba? —y Juanjo negó. En ese mimo momento el Juanjo se puso pálido y se paró de un tirón.
¡Esa hija de p... me ha visto la cara! Voy por ella, seguramente no debe andar muy lejos... —armado con uno de los bastones del abuelo de Luisito, Juanjo salió por la piba.
Como era su costumbre, cuando Luisito bebía nada lo detenía, y esta vez, sin mover un solo dedo, lo vio atravesar la puerta.
—No sé, a este pibe, uno de estos días le va a dar una ACV, harto gruñe... —comentó, llevándose la botella a la boca.
—Che, la piba se ha burlado de nosotros... a este paso debe estar lejos ya, y el gordo no le va a pillar... estamos re fritos.
Luisito soltó una risotada exagerada.
—¿Para qué te vas a preocupar? Así está la suerte. Tomá, bebamos, lo que tenga que pasar va a pasar, aunque nos pongamos a chillar. —me alcanzó una botella, pero yo no podía pensar en nada, menos en cerveza, de igual forma me la tragué, porque esa era nuestra forma de reconocer nuestra amistad.
— ¿Estás pensando dónde es buen lugar para enterrarlos?
—Allá —me señaló hacia el monte—, será bueno que aprovechemos...
Luisito se fue donde su abuelo guardaba herramientas y volvió con unas palas, y nos fuimos para el monte. Caminamos varios kilómetros, el cielo comenzaba a aclararse, pronto iba a amanecer, y me ardían los ojos.
—Che, era que usemos la Kombi.
—Nada que ver, hace ruido, el viejo se despierta al mínimo ruido.
Llegamos a un quebracho y Luisito me señaló dónde debíamos comenzar y se puso a excavar.
—Che, entre nos, ¿vos te lo cargaste al Nando?
—¡Si serás tarado! Claro que no... no lo maté yo, no me vengas con las mismas tonterías que el flaco...
—Sólo lo confirmo, che, no es para tanto, No sé, para mí, la pibita me parecía rara, para mí es la que lo mandó pal otro lado..., no lo dije nomás para no hacer más líos...
—Si serás tarado... el flaco estaba convencido de que yo era el culpable...
—Y lo mandaste pal otro lado... —Luisito cambió rápidamente de cara al darse cuenta de sus palabras y cambió de tema —. Lo que es gracioso es que seguramente los espíritus de esos dos estarán riéndose de nosotros, me los imagino diciendo: Mirá a esos dos pelotudos haciendo hoyos para deshacerse de nuestras carnes... que se jodan.
Traté de tomarme su comentario como una broma, tampoco quería hacerme con mi amigo del alma, al delicado, y pues, Luisito era bien bromista, estaba seguro que solamente trataba de relajarse.
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Editado: 11.10.2020