ADHARA DAVIS
“Deja el drama por favor”, esa frase me la han repetido incontables veces a lo largo de mi joven existencia, aunque debo reconocer que era una experta en la materia, tengo en mi haber una larga lista de novelas mexicanas, venezolanas, colombianas y coreanas.
Imitaba a las sufridas protagonistas y emulaba los gestos de las villanas, lo hacía desde pequeña porque comencé a los cuatro años, cuando no me permitieron cambiar el uniforme escolar por un hermoso vestido de princesa que quería usar ese día.
Armé EL DRAMA, no usé el vestido, pero tampoco fui al colegio porque se hizo tardísimo, así que fue empate, pero tanto mi madre como mi niñera me bautizaron ese día como la “Reina del drama”.
Soy la cuarta en la línea de producción de mi padre el gran Gaspar Davis, tenía que decirlo así por el tema del drama, recuerden eso. En fin, tengo tres hermanos mayores que idolatro, mi hermana Aitana es mi modelo, desde que me acuerdo he estado aferrada a su mano y ella me enseñó todo lo que sabía.
Hacíamos unos actos teatrales fabulosos, a veces improvisábamos sobre la marcha, ella siempre ha sido muy buena para cantar y yo para las palabras, así que conformábamos un dúo perfecto.
Al principio mi cabecita no entendía porque iba al colegio en unas camionetas negras y con dos hombres grandes siempre muy serios, también los veía en la casa y alrededor de mis hermanos, de mi mamá y de mi papá, pero poco a poco fui entendiendo que éramos importantes.
Si viajábamos íbamos directo al avión de papá, también había un yate grandísimo donde mi madre decía que daríamos una vuelta de fin de semana, siempre había gente a nuestro alrededor sirviéndonos comida o bebida, nuestros juguetes los seleccionábamos en la computadora y mamá solo oprimía una tecla.
Luego en un par de días teníamos en nuestras habitaciones lo que queríamos, hasta para la ropa era así y si nos llevaban al centro comercial, que me encantaba, por cierto, papá ordenaba cerrar la tienda para que nos atendieran solo a Aitana y a mí.
Yo llegué a creer que él era algo así como un rey y nosotras las princesas reales. Mamá y papá nos enseñaron a pedir todo por favor, a dar las gracias ante cualquier atención o detalle que tuvieran con nosotros y a respetar.
Si alguna vez me mostraba arrogante la aterradora mirada de papá o la voz de mamá diciendo mi nombre completo bastaba para casi orinarme encima.
Todos sus hijos gozábamos de muchísimos privilegios, pero la disciplina era estricta, cuando cualquier noche y sin aviso previo papá decía: “Adhara, por favor ven aquí y trae tus cuadernos”, yo cerraba los ojos y rogaba para que apareciera un ovni y me absorbiera hasta el planeta más lejano de la tierra.
No era buena en el colegio, definitivamente no lo era, cualquier frase o palabra del profesor de turno bastaba para que mi imaginación me llevara hacia una situación donde yo fuera la sufrida protagonista, me perdía y más de una vez tocaban mi hombro para devolverme al salón de clases.
Incluso mencionaron el “Déficit de atención” como un diagnóstico para mi caso e insinuaron que tal vez necesitaría orientación especial.
Mis padres se reunieron en la oficina de la casa y luego de media hora me hicieron pasar a mí, yo tenía 8 años en ese entonces, mi madre habló, pero la presencia y mirada de mi padre confirmaba que todo lo que diría ella estaba acordado previamente con él, yo no tenía escapatoria alguna, así que me dediqué a escuchar atentamente.
–Tu imaginación te está haciendo perder la oportunidad de aprender muchas cosas en el salón de clases, por lo que tenemos una propuesta para ti.
–¿Cuál es esa propuesta?
–Si en el próximo trimestre mejoras notablemente tus calificaciones, irás a un taller de teatro, pero solo hasta entonces debes controlar tu mente, enfocarte en la clase y demostrar que no tienes ningún trastorno de atención –explicó mi madre.
–Si no hay mejoría en tus notas, tendrás educación en casa con profesionales que puedan ayudarte a concentrarte –intervino papá.
–Acepto la propuesta porque quiero estudiar teatro, voy a ser una actriz dramática de fama mundial.
–De acuerdo, está bien si ese es tu sueño, pero por ahora es importante que atiendas las clases en el colegio, recuerda que todo depende de tu rendimiento este trimestre y los futuros. Puedes ir recibiendo educación artística siempre y cuando cumplas nuestras expectativas en el colegio –concluyó mi madre y mi padre extendió su mano preguntándome:
–¿Tenemos un acuerdo?
–Sí papá –respondí estrechando su mano. Ese fue mi primer trato con el hombre experto en esa materia.
Realmente me esforcé y cuando mi mente quería ir a volar, yo sacudía la cabeza y fijaba la vista en el profesor escuchando atentamente cada palabra que salía de su boca, logré aprender muchas cosas de verdad, participaba en clases y resolvía problemas pasando a la pizarra.
Subí considerablemente mis calificaciones y para el día de entrega de boletines del siguiente trimestre, vi a mis padres caminar por el pasillo, allí si le permití a mi imaginación que jugara un poco, porque esa pareja se veía irreal, mi papá era como Clark Kent uno esperaba que en cualquier momento abriera su camisa y que apareciera su traje azul y rojo con la gran S al centro.
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Editado: 22.05.2024