Mi enemigo

Capítulo 3

—¡Oye tú! La nueva ven acá —la llamó el jefe, Sebastián, quien, con cara de pocos amigos, y con unas enormes ojeras bebe café sin dejar de escribir en su computador con la otra mano con rapidez.

 

—Tengo nombre, es Paula —replicó molesta apenas entró a su oficina.

 

—Paula —recalcó con ironía dejando de escribir y mirándola con fijeza con aquella sonrisa burlesca a la que la mujer ya se está acostumbrando—. Quiero que empieces desde ya a trabajar, léete esto, tienes cinco minutos y vamos a reunión.

 

—¿Q.…qué? ¿Ahora ya? —abrió los ojos estupefacta sin creerlo ¿A una reunión?

 

—Ahora te quedan cuatro minutos —arrugó el ceño molesto mirando su reloj.

 

Ni siquiera pudo decir maldiciones antes de salir corriendo e intentar meterse en la cabeza cincuenta páginas en cuatro minutos. Recién comenzaba su segundo día de trabajo y ya corría por la presión de una reunión que comenzaba ¿En cuánto? ¡Tres minutos! No había tiempo para pensar en otra cosa que no fuera aquel proyecto. ¿Cómo podía meter en su cabeza tanta información en tan poco tiempo? Se enfocó a leer la idea principal y dar una rápida ojeada a lo que se pedía para este proyecto.

 

Detuvo su lectura al sentir los pasos de Sebastián quien, pasando a su lado con una carpeta con varios papeles bajo el brazo, sin siquiera mirarla ni soltar su café bufó de mala gana.

 

—Vamos apresúrate —señaló saliendo del lugar.

 

Lo siguió de inmediato, tomando el documento, un lápiz y un blog para anotar los puntos que se acordaran en la reunión, cuando salió ya Sebastián estaba frente al ascensor esperando que este apareciera, corrió detrás, es seguro que aquel la dejaría si no se apresura, pensando además que ni siquiera le dijo en qué piso y lugar es la cita, para llegar sola sin necesidad de estar detrás de él.

 

—Muy lenta —reclamó sin mirarla.

 

Al escucharlo Paula refunfuñó y se paró a su lado.

—Es más alto, sus piernas son más largas, demora menos en hacer el mismo trayecto que yo —indicó con seriedad.

 

Su jefe la miró de reojo.

 

—Sus excusas agravan su falta ¿Lo sabía? —señaló volviendo a dirigir su atención a las puertas del ascensor que lo hacían perder la paciencia al demorarse tanto.

 

—Su desigualdad agrava la suya —le respondió también sin mirarlo.

 

Sebastián pensaba decirle algo, pero solo resopló impaciente. No tiene tiempo para pensar que responderle, justo en ese momento las puertas del ascensor al fin se abrieron.  Se subieron en silencio, Aquel solo mascullaba molesto palabras que Paula no pudo entender.

 

Al entrar a la reunión solo se encontraba en el lugar otro hombre, con un traje impecable, una sonrisa perfecta, del estilo novelesco y ojos color miel que se posaron en los recién llegados. Se levantó extendiendo la mano saludando a Sebastián y luego a Paula, que cohibida saludó en forma demasiado cortés.

 

—Un gusto en volverla a ver señorita Solís —habló el hombre—. Espero que la estén tratando bien.

 

Levantó la cabeza observando a quien acababa de hablar, y recordó que aquel era quien junto a Sebastián la habían entrevistado para el trabajo. Ese hombre es el gerente del área de informática, jefe de su jefe.

 

—Disculpe, no lo reconocí —se excusó de inmediato.

 

—No te preocupes —le sonrió con sinceridad—. Y tutéame, con confianza.

 

Sebastián carraspeó molesto llamando la atención del gerente quien lo observó con gesto divertido.

 

—¿Y dime este te está tratando bien? —le preguntó con la mirada fija del referido, quien arrugó el ceño.

 

—La trato como a todos —respondió Sebastián tomando asiento y cruzando los brazos.

 

—O sea mal —señaló con una leve mueca moviendo la cabeza en forma negativa.

 

—Cállate, Martin —gruñó alzando la mirada en forma amenazadora.

 

—Cada vez que te veo pienso ¿Por qué un hombre joven, soltero, con un buen sueldo, es un viejo cascarrabias, amargado y que parece odiar a todos? ¿Qué te ha hecho la pobrecita vida para que lances tu veneno como mariposa oscura que revolotea tragándose la luz de los demás?

 

La mirada asesina que Sebastián le lanzó a su jefe hizo sobresaltar a Paula, pero en cambio Martín terminó riéndose a carcajada golpeándole el hombro.

 

En eso una mujer con actitud fría, un traje impecable, unos labios rojos que destacan en su blanca piel y el cabello negro sin un mechón que se le escapara, entró a la sala acompañada por un hombre de mayor edad que caminaba doblado con el cabello blanco cubriendo toda su cabeza. Los pasos de la recién llegada producidos por los altos tacones de sus zapatos resonaban en el lugar. Con expresión furibunda la mujer saludó al resto y tomó asiento cruzando los brazos. Con la mirada fija en Sebastián exclamó:

 

—¿Revisaste mi proyecto? —preguntó con seriedad arrugando el ceño.

 

—Sí, lo vi, lo revise y no, no lo acepto —señaló Sebastián en el mismo tono.

 

—¡¿Volverás a rechazarlo?! —la mujer se levantó molesta golpeando la mesa sobresaltando solo a Paula quien sin entender su actitud se quedó anonadada sin saber qué hacer.

 

—Sí, hasta que aprendas a redactar un informe como se debe ¿Dónde está mi UML? —le replicó Sebastián levantándose del asiento y golpeando también el mesón.

 

—¡Te voy a meter tu UML por donde te caiga, ahora mismo! —gritó señalándolo en forma amenazante.

 

—¿Ves esto? —le susurró Martín a Paula—. Es divertido en cierta forma, es como dos criaturas monstruosas enfrentándose. El demonio y la fiera, ella es la jefa de contabilidad. Ni el cine te da un espectáculo como este...

 

Fue inevitable no imaginarlo luego de sus palabras, ahí estaba el demonio lanzando fuego por la boca enfrentándose a la fiera con su lengua filosa y uñas dispuesto a arrancarle los ojos. Viéndolos de ese lado la escena resultaba bastante graciosa.




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