Mi enemigo

Capítulo 4

—¡Salud! —sus compañeros de trabajo levantaron sus vasos—. Por nuestra nueva compañera.

 

Se encuentran en un tranquilo local cercano a la oficina, la noche cálida lo hace ideal para compartir un momento de animada conversación, comida y tragos. Es la bienvenida de Paula le dijeron al invitarla por lo que no pudo negarse a ir con ellos. Por ser día laboral no hay tanta gente en el local y eso le da una especie de intimidad que disfrutan con agrado. 

 

—¿Dónde está nuestro jefe? —preguntó Marcos tomando un trago, ya es tarde y aunque a regañadientes Sebastián había prometido siquiera darse una vuelta a verlos, cumpliría su palabra luego de darla, pero ya han pasado unas horas y aquel no ha hecho acto de presencia en el lugar.

 

—No creo que venga, con lo amargado que es capaz que se fue a casa a pesar de que lo invitamos a acompañarnos —señaló Gabriel alzando los hombros con un vaso en su mano y con la otra sirviéndose los pocos tentempiés que quedan en la mesa. 

 

—Esta semana ha sido muy dura para él —agregó Marcos levantando también su vaso, su rostro preocupado se pierde en el reflejo de los ventanales que hay frente a ellos.

 

—Les pasa a los hombres cuando cruzan la barrera de la juventud a la vejez —se rio Gabriel intentando alegrar el ambiente.

 

—¿A quién llamas viejo? —Sebastián apareció en escena con expresión severa y visible ganas de golpearlo, vistiendo una larga gabardina negra a pesar del calor, con su usual cabellera desordenada y sus ojeras de cansancio, en ese estado mejor se hubiera ido a casa a dormir que venir aquí, es lo que pensó Paula.

 

—¡Solo fue una broma! Mínimo deberías sonreír teniendo ahora a una señorita tan linda en el equipo —exclamó Gabriel huyendo de su lado provocando que Paula casi se atorara con su trago ante aquellas inesperadas palabras.

 

Su jefe la miró por unos segundos antes de arrugar el ceño y voltear la mirada incómodo.

 

—No la contraté para que sea la Miss informática —se quejó y aunque lo dice en tono molesto por primera vez Paula está de acuerdo con sus palabras—. Y terminemos luego con esto porque debo revisar unas propuestas cuando llegue a casa.

 

—¿Cuándo no trabajas? —Marcos se bebió un sorbo de su trago con el ceño arrugado—. Sigue así y terminarás viejo, solo y con dinero.

 

Sebastián solo bufó y se sentó sirviéndose un trago con fastidio. La verdad es que no le importa eso. Ya vivía solo y con dinero, el ser viejo no le asustaba. Paula lo observa desde lejos en silencio mientras la mirada de su jefe se pierde en el vaso de bebida que le acaban de servir, notó como aquel se quedaba fijo en los hielos que flotaban en la burbujeante bebida cola, no sabe si es melancolía lo que ve en su rostro o el cansancio de tanto trabajar.

 

—¿No te gusta beber mucho? —le preguntó Gabriel a la mujer sobresaltándola y sacándola con brusquedad de sus pensamientos.

 

—Sí, sí —respondió tosiendo un poco—. No soy buena para las bebidas alcohólicas, además vivo algo lejos de aquí y prefiero no tomar demasiado porque debo tomar el metro...

 

—¿Vives hacía el sur? —la interrumpió Marcos con la mirada fija en ella.

 

—Sí —respondió dubitativa al notar la malicia en el rostro de su compañero que se quedó mirándola con una leve sonrisa.

 

—Listo, la solución es que el jefe te va a ir a dejar.

 

Sebastián se atoró al escuchar esto ¿Acaso había escuchado bien? ¿Él? ¿Ir a dejar a esta mujer a su casa? Se giró de inmediato hacía Marcos esperando una explicación de su atrevimiento, pero aquel sin inmutarse por su seria expresión solo levantó su vaso con gesto cansado y mirada atrevida. 

 

—¿Qué demonios dices? —le preguntó su jefe molesto esperando que por lo menos al notar su enojo retractara sus palabras.

 

—Que el jefe es un caballero y se preocupara que nuestra única compañera mujer llegue sana y salva a casa —se rio Gabriel retrocediendo al ver la expresión asesina de Sebastián.

 

—Te queda camino a casa, no exageres —habló Marcos con una cierta sequedad—. No te pasará nada por ir a dejarla.

 

Sebastián pensaba replicar, pero al final solo optó por desviar la mirada carraspeando incómodo. La verdad es que si pudiera evitaría cualquier tipo de acercamiento con esa mujer, lo haría, pero esta vez se siente atado, no es que sea un misógino, pero si puede evitar a cualquier mujer que este cerca de él lo hará. Se tomó su bebida de un solo trago y dejó con fuerzas el vaso sobre la mesa poniéndose de pie.

 

—Si quieres que pase a dejarte, vamos muévete —exclamó dirigiéndose a Paula con expresión de enfado entrecerrando los ojos con frialdad.

 

—¿Como? ¿Ya se van? —preguntó Gabriel decepcionado—. Pero si apenas estábamos comenzando.

 

—Ya les dije que tengo trabajo que hacer —señaló Sebastián con expresión poco amigable.

 

—Que les vaya bien, entonces —se despidió Marcos tomando otro trago y alzó su vaso haciendo un salud ante la furibunda mirada de Sebastián ya que él ha sido quien lo ha metido en esta situación, lo hubiera sabido antes ni siquiera se hubiera aparecido en el local.

 

Paula se puso de pie sin pensarlo ¿Como negarse?

 

—La verdad preferiría irme en el coche del infierno del corregidor Zañartu —les susurró desanimada sin ser escuchada por su jefe que ya está en la puerta del local y la espera impaciente.

 

Apenas se habían retirado, Marcos se puso a reír ante Gabriel que lo observa divertido sin entender qué es lo que le provoca tanta risa. Es que solo ver las expresiones de Sebastián le causa risa, es tan fácil manipularlo, a pesar de su ruda actitud. Observó a su compañero en silencio mientras aquel pedía más alcohol para la mesa de ambos.




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