Todos tenemos un lugar o un hobbie que en muchas ocasiones nos divierte y nos aleja de la realidad, los trabajos fatigosos y las pesadillas hechas realidad, pesadillas que caminan pesadillas que te encuentran, siempre el temor fue parte de mi desde niña mi mamá no era una mujer de buen carácter, de hecho ni siquiera parecía tener afecto maternal, siempre fría pero cumplidora, siempre aterradora, su llegada a casa era una bomba de tiempo, un volcán a punto de erupcionar y cuál era el detonante, cualquier cosa, lo intentaba todo pero siempre había algo, lo que sea, todo comenzó desde orina en el suelo hasta un zapato no puesto en su lugar, con cada golpe felizmente aprendía muy rápido, y no lo volvía a cometer pero mi naturaleza hiperactiva me hacía saltar en los sillones de uno al otro ese era mi hobbie era mi perdición, por más que lo intente no podía dejarlo, era hacerlo y después pensar en las consecuencias, me tomo un año aprender a arreglar el sillón como mi mamá lo había dejado y entender qué era lo que me incriminaba cuando ella lo observaba minuciosamente y lo descubría, esta vez recibí el dolor hasta el alma y me quede quieta en un rincón llorando y retorciéndome ¿Quién era yo? Una bruta, ya había superado ese mal al saltar ni bien escuchaba la puerta abriéndose como si la vida dependiera de ello arreglaba las cubiertas del sillón y veía que todo estuviera en orden, sin pisadas sucias incriminatorias, lo que me costó la cicatriz de correa en la pierna izquierda tan real por la cantidad de veces que me dio en el mismo lugar, usaba medias al saltar, sin ningún zapato en la sala, los patos y gallinas de la huerta con sus comidas, el agua hervida, todo bien me repetía sabiendo que ya era hora de llegada de mi madre mirando el reloj que ya daba las 7:00 pm esa vez se me había pasado el tiempo haciendo mi tarea porque me dieron mucha y casi ni tiempo de jugar en el sillón me dio así que en menos de 5 min cuando vi el reloj y supe que la hora del juicio final estaba llegando y no había hecho mis tareas del hogar casi me da un ataque al corazón, corrí como loca por toda la casa juntando los zapatos del hombre que venía a veces a casa a dormir con mamá, dando de comer a los animales y a los perros tarde para mi pesar, pero lo último que si no podía hacer sin que mi mamá no se diera cuenta de la falta era hervir el agua, llene la tetera de agua y la calenté todo lo que se pudo hasta que la primera puerta de la casa se abriera, habían 2 puertas una que daba con la calle y otra de la casa propia, cuando la primera puerta se abría era la señal, al ser pesada hacía ruido, daba unos 5 segundos y otros 5 segundos más al entrar y buscar la llave en su cartera para abrir la segunda puerta. En mi salir a la huerta a dar de comer a los animales olvidé cerrar la puerta trasera y uno de los perros entró y se orinó en la casa, cosa que no me di cuenta hasta que al retroceder para verificar el lavaplatos sin rastro de platos me resbale con la orina y una mano chocó con un vaso de vidrio que casualmente para mi mala suerte estaba al borde del lavadero y caímos juntos al piso yo en un ataque de miedo y del terror de ver como fracción de centímetros me separaban de la esperanza de evitar un destino de dolor y agonía; y el vaso en un agonizante y estrepitoso sonido al romperse, la puerta se abrió con fuerza, mi madre entró directa al cuarto, correa en mano me golpeo hasta que se le canso el brazo, me repetía una y otra vez lo bruta y lo estúpida que era, un vaso de vidrio era el más alto rango de castigo merecible, luego me dio unas cuantas patadas pero yo ya no lloraba estaba inerte, ya no sentía dolor por unos instantes sentí solo tranquilidad no escuchaba ningún grito ni nada solo el silencio y cerré los ojos.
#4369 en Novela contemporánea
#12334 en Thriller
#6942 en Misterio
primer amor, esperanza secretos y suspenso, filosofa de vida
Editado: 04.04.2019