No dejes que me encuentre

Capítulo 30

Ela no volvió a abrir sus ojos, incluso cuando volví a cantar la canción de mi madre, aquella que había creado bajo la lluvia. Saqué la daga escarlata de su pecho con cuidado y me hice a un lado de su cuerpo sin poder creer lo que había ocurrido. Me volví a la mujer de mirada cruel detrás de mí, unos segundos después. No estaba seguro sobre quién era o porque había decidido ayudarme y eso me hacía sentir en desventaja de la situación. Lo importante es que la tierra había caído en un profundo sueño. Sin embargo, algunas personas seguían atrapados en un extraño hechizo que los obligaba a caminar hacia un lugar desconocido para mi. Me levanté y con suma concentración obligue a todos los presentes a despertar para evitar cualquier otro desastre.

—¿Has sido tú? —Le pregunté a la mujer de piel pálida que parecía disfrutar de la insistente lluvia.

—Eso no fue tan divertido —dijo al ver a todos recuperar la compostura.

—¿Por qué me ayudaste?

—Era lo correcto y al final obtendré algo que he deseado por un largo tiempo —respondió y volvió su mirada a mi. —Laurel, siempre tentandome. Se sentaba en el borde del precipicio una y otra vez y me miraba con cierta burla que no podía seguir soportando. Y entonces, cuando su cuerpo cayó en mis brazos, ni siquiera era ella.

—Eres…

—Sí, del lago Adara, soy Adara la ninfa o espíritu del lago como quieras llamarme —dijo, restándole importancia al asunto. —En fin, es una pena todo lo que ha acontecido, una gran perdida —sus ojos se dirigieron al cuerpo de Ela. —Pero, ahora Laurel ha quedado por ahí, en algún lugar del bosque…

—Laurel…

—Sigue estando fuera de sus dominios Señor de la Muerte —me informó. —Pero, no de los míos —dijo emocionada. —Bueno, ha sido un placer trabajar con usted…

Desapareció entre las hojas que adornaban su cuerpo y lo cubrían como si fueran un vestido. Definitivamente, aquel no sería un día fácil, considerando que debía encargarme de regresar todo a su sitio, algo que en realidad no era posible. Me giré de nuevo hacia el cuerpo de Ela y entonces, vi ramas y enredaderas sujetarla. Asustado, me acerqué a ella para de algún modo liberarla, cosa que no me fue posible, porque el bosque la arrastró lejos de mí y terminé siguiéndola.

—¡Adam! —Escuché a mis amigos llamarme y un muro de árboles impidió que continuara con la persecución.

—¡No! —Golpee uno de los troncos con las palmas de mis manos. —¡Déjame pasar!

—No, Adam —Natur apareció a mi lado. —Es así como tiene que ser.

—¿A dónde se la llevan? —Le pregunté.

—Ella está en donde pertenece y tu debes encargarte de llevar a éstas personas a su lugar, También —su voz se confundía con un viento susurrante. —Aunque Ela se haya ido, eso no significa que los humanos estén seguros aquí.

—¿Qué quieres decir?

—Nosotros le pedimos a Ela que nos protegiera y ella hizo lo que debía hacer, hizo justicia por nosotros.

—¿Qué? A esto no se le puede llamar justicia —señalé las personas heridas y la destrucción del una vez verde y colorido lugar.

—Joven, sabe cuánto hemos perdido en todo este tiempo a manos de ustedes, los humanos. Han olvidado la razón de nuestra existencia y nos han cazado, destruido y acabado a todos —su discurso poseía la suficiente tensión como para provocar que un rayo cayera del cielo. —Hemos existido por billones de años y hemos visto especies morir y vivir. Quiero que le quede algo claro, nosotros no dependemos de los humanos, ustedes dependen de nosotros y si lo deseamos podemos acabar con todos.

—¿Es eso una amenaza?

—Es un simple recordatorio —dijo ella y se dió la vuelta para empezar a alejarse de mi. —Son los humanos los únicos que pueden elegir su destino y si deciden e insisten en destruirnos, las cosas no terminarán bien para nadie.

Destino, pensé en ello.

—708 —Llamé y él apareció de inmediato frente ami. —Espero no haber interrumpido —le dije.

—No, mi señor. Estoy a sus ordenes.

—Entiendo, necesito que hagas un informe de la situación y… También, necesito saber donde puedo encontrar a Madame Le Destin.

—Como ordene —708 desapareció para cumplir con mis órdenes.

—Adam, esto es una locura, ¿qué hacemos? —Marco y Simón llegaron hasta donde me encontraba. —Ela…

—Sí —fue lo único que dije, francamente no quería hablar de ello ni ahora ni nunca.

—Esto realmente luce como un gran desastre —Daniel apareció entre ellos. —Dime, ¿no sabrás cómo borrar memorias?

—Esa es sin duda alguna una buena idea —dijo Simón y me miró expectante.

—Podría intentarlo, pero no creo que sea bueno borrar totalmente de sus memoria este día —comenté al respecto.




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