Lo que me faltaba, por qué no me fije si tenía suficiente dinero antes de tomar un taxi. No quería hacer esto, pero, situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas, así que me bajé del taxi, dejé todo el dinero que tenía y corrí lo más rápido que pude.
¿Creían que le pediría dinero al idiota con el que compartía el taxi? Ja… pues sí, tienen razón, nunca haría lo que dije. Sé que nos quedamos en el mismo lugar y no habría diferencia si me iba sin pagar, pero en un taxi compartido cada uno paga su parte, sino no tendría sentido.
Regresé a ver al conductor y traía cara de pocos amigos, al parecer me demore en mi dilema personal, dejé mi orgullo a un lado, tragué saliva y dije:
— No tengo dinero suficiente, ¿podrías prestarme?
— Así que ese es el problema, pensé que sufrías por no saber cómo pedirme mi numero —dijo en un tono coqueto.
— Imbécil —, susurré, pero por su sonrisa supe que me había escuchado—. Entonces…
— Soy el imbécil que te prestara el dinero —respondió guiñando un ojo y procedió a pagar.
— Gracias, no me suele pasar esto, por lo general siempre llevo dinero suficiente —expliqué al bajarnos del taxi—. Te prometo que te pagare, dame tus datos bancarios.
Me dio una gran sonrisa. Oh, Dios, que sonrisa tan bonita, acabo de darme cuenta que tiene dos hoyuelos. Esperen, que me anda pasando por la cabeza, no Ally, esos pensamientos no son correctos.
— No, no es necesario.
— No me gusta tener deudas con nadie, así que por favor — no pude continuar pues se adelantó a responder.
— Invítame un café.
— Espera, ¿qué? —mi cara mostraba la confusión que sentía.
— Ya me oíste, invítame un café y no me deberás nada —dijo campantemente.
Si quisiera volver a verlo le hubiese preguntado el día, la hora y el lugar para concretar el pago.
— Tal vez no lo entiendes, pero no quiero volver a verte, no me caes.
— Lo sé, me lo dijiste el día que nos conocimos. Tú quieres pagarme y si no te dejo hacerlo insistirás hasta lograrlo —explicó, si esta no fuera la segunda vez que lo veo creería que me conoce—, así que esa es la forma en la que me pagarías.
Suspiré frustrada, aún tenía el dinero que iba a usar en el taxi ya que el pagó todo. No quería verlo otro día, así que lo invitaría ahora.
— Esta bien, vamos —dije mientras empecé a caminar hacia Vendetta.
— ¿Qué? ¿Ahora? —preguntó confundido caminando tras de mí.
— Si, te voy a invitar el café que quieres —sé que mi tono era un poco duro, pero así salió.
Ya había dejado de llover, pero algo me decía que la lluvia que vendría sería más fuerte, esperaba estar equivocada.
— Pensaba que no tenías el dinero suficiente —comentó dudosamente al entrar.
— Tengo el dinero suficiente para un café —respondí con una sonrisa pequeña.
Mientras pensaba que tomaría, me sorprendí a mí misma al darme cuenta que quería saber su nombre, pero no sabía cómo preguntárselo. El día en que nos conocimos estuvo a punto de decírmelo, pero en ese momento tuve que entrar al consultorio
— Soy Jake — dice mientras observa el menú.
— Uhm, que bien —respondo—, soy Ally.
Una parte muy pequeña de mi esperaba que recordara mi nombre, sin embargo, a la más grande le daba igual.
— Lo sé, pero no tuve la oportunidad de decirte que es un nombre muy bonito.
— Supongo — conteste encogiéndome de hombros para restarle importancia—, ¿sabes lo que vas a pedir? —pregunté.
Esperaba que no se demorara eligiendo, necesitaba darle su café para luego poder escaparme a la terraza sin que nadie me viera. Saque el móvil para ver la hora pero se había apagado, ahora no sabría si ya podía volver a casa.
— Sí, quiero un espresso —mis ojos se abrieron por la sorpresa, sé que cada quien tiene sus gustos, pero habiendo tantos tipos de café el elegía ¿un espresso? No estoy menospreciando al café espresso, es que en lo personal a mí no me gustaba. Además, él me parecía del tipo de persona que prefiere lo dulce y ese café no lo era.
— ¿Estás seguro? —la duda era evidente en mi voz— Si sabes cómo es, ¿verdad?
Soltó una pequeña risa y dijo —: Lo dices como si fuera lo peor del mundo, pero ¿puedo decirte un pequeño secreto? —asentí levemente.
Se acercó a mi oreja y susurró —: De todos los cafés que ofrecen solo he escuchado el americano y el espresso, pero no he probado ninguno, al menos no por sus nombres.
No podía estar hablando en serio, lo veo fijamente y en sus ojos no había ni un rastro de broma, solo había un poco de vergüenza o eso parecía.
— Deja de mirarme así — soltó y desvió la mirada.
— Te veo como a cualquier persona —aseguro mientras busco con la mirada a Lily —, según tú ¿cómo te veo?
— No sé cómo describirlo, pero voy a tratar de explicarme —toma aire antes de continuar—, cuando crees que te estoy mintiendo me miras fijamente a los ojos, es… es como si trataras de analizar cada detalle que hay en ellos.
No sabía que responder ante eso, me encontraba sin palabras. No lo conozco, nos hemos visto dos veces en la vida, y en las dos me ha ayudado de una u otra manera, pero eso no era suficiente para confiar en él. Lo raro sería confiar en él sin conocerlo, ¿verdad?
— No pensé que te incomodaba, lo siento —le doy la mejor de mis sonrisas para aligerar la situación.
— Entonces, ¿qué café me recomiendas? —cambia de tema y silenciosamente se lo agradezco.
— Antes que nada, ¿eres alérgico a algo?
— No, que yo sepa, ¿qué tiene que ver eso con el café?
— Por los ingredientes que tienen algunos tipos de café. ¿Entonces qué te gusta en un café? —pregunté—, es para hacerme una idea de cuál te gustaría —explicó antes de que me pregunte el por qué.
— Sorpréndeme —su tono de voz era burlón. ¿Acaso se estaba burlando de mí?
— Me voy a arriesgar recomendándote un Caramel Machiatto —tenía el leve presentimiento de que le gustaría, esperaba no equivocarme.