Ally
Me sorprendió mucho ver a papá, creía que vendría en vacaciones, pero se podría decir que su llegada sorpresa es lo único bueno que me ha pasado hoy.
— ¿Cómo te va en el trabajo? —pregunté mientras metía la lasaña en el horno, era la comida favorita de mi padre.
— Por eso vine aquí —respondió y sentí un ligero dolor en el pecho, por un momento llegué a creer que vino por mí—, me ofrecieron un trabajo nuevo.
— Que bien, papá —intente esconder el dolor de mi voz.
— Es un trabajo estable, no tendré que estar viajando. Lo acepte para estar cerca de ti, mi niña, ¿acaso no te alegra?
El dolor que llegué a sentir fue cambiado por alegría. Por supuesto que me gustaba que estuviera en la ciudad, pero no le respondí, no sabía que decir.
— Tengo un apartamento cerca del trabajo y me quedaré ahí, no quiero llegar a cambiar tu forma de vida. Vendré a visitarte y tú también podrás ir, incluso tienes una habitación, por si acaso quieras quedarte y puedes decorarla a tu gusto —comentó ante mi silencio—. Sé que tal vez ya no me necesites como cuando eras pequeña, pero para mí siempre serás mi niña. Muy pronto iras a la universidad y te veré menos, quiero aprovechar contigo todos los momentos que pueda.
— Siempre te necesitaré, papi —dije cariñosamente, me encontraba al borde de las lágrimas.
— Mi querida niña —sonrió tristemente y me abrazó, estuvimos así durante unos minutos.
— ¿Has encontrado a alguna chica? —pregunté al separarme.
Después del divorcio con mamá, él no quiso saber nada de mujeres, pues aun la amaba y durante un tiempo tuvo la esperanza de volver con ella, hasta que se casó con Javier. Deseaba con todo mi corazón que encontrara una buena mujer, se lo merecía, a pesar de todo era un buen hombre.
— No necesito a una chica —respondió y se revolvió nervioso.
— Sé que no la necesitas, porque no debemos depender de ninguna persona para ser felices, básicamente no debemos necesitar de nadie —suspiro—. Debes encontrar a la persona que te complemente, no que te complete.
— ¿Y tú ya tienes novio? —estaba ocultando algo.
— No y no quiero uno, estoy bien sola. Además, se te da fatal intentar cambiar de tema —sonreí.
— ¿Te molestaría si estuviera saliendo con alguien? —preguntó mientras se acercaba al horno.
— No, para nada. Me sentiría muy feliz por ti, siempre y cuando sea una buena mujer, que no te haga cambiar la persona que eres y que no te ciegue.
— Sé que algunas cosas me dices por lo que paso con el esposo de tu madre, pero si de algo estoy seguro es que no permitiría que alguien te haga daño, no me importa de qué manera, no quiero que sufras.
— No lo digo por mí, papi, lo digo por ti. No quiero que alguien te engañe, que en tu cara digan ser una persona cuando en realidad son otra.
— Conocí a alguien, no es nada serio —suspira y lo miro—. No me veas así, no es por mí, es por ella.
— Yo no digo nada —alzo ambas manos—. ¿Por qué no quiere formalizar la relación?
— Tu no, pero tu mirada y tus gestos dicen muchas cosas —al parecer no soy tan difícil de leer como creí—. No eres difícil de leer, solo que no permites que cualquiera te lea, a pesar de que tengas confianza con esa persona. El dejar que alguien pueda leer tus emociones es otro nivel de confianza, es más alto. Incluso hay veces en las que para mí es difícil, se supone que por el hecho de ser tu padre debo conocerte pero no es demasiado fácil, sueles enmascarar muy bien tus emociones.
— ¿Ahora lees mentes? —Alce una ceja— Yo no dije nada y me diste una respuesta a lo que pensé.
— Ay, cariño —revolvió mi cabello, como cuando era una niña—, lo pensaste en voz alta.
— Entonces, ¿por qué no quiere formalizar su relación? —volví a preguntar, antes no me había respondido.
— Ha sufrido en el amor y ahora le da miedo, teme que todo salga mal. La entiendo perfectamente, cariño, pues yo también tengo miedo…
— Y aun así te estas arriesgando —agregué por él.
— Exacto, cariño —sonríe dulcemente—. Ahora, a cenar, que muero de hambre.
— Iré a llamar a Max. Puedes poner la mesa, por favor —no espere respuesta y subí corriendo a las escaleras.
Llamé a la puerta, y esperé a que me dejara pasar, su respuesta no llegó, pegue la oreja a la puerta y solo escuchaba el sonido del teclado, tal vez estaba adelantando tarea.
— La cena esta lista, Max —dije al abrir la puerta, pero no me escuchó, estaba frente al ordenador con los auriculares puestos. Iba a acercarme y quitarle los auriculares, pero la parte malvada que hay en mí decidió que lo mejor era asustarlo.
Aún no se había dado cuenta de mi presencia, así que camine sigilosamente hasta una máscara que había en una repisa, me la puse y me abalance sobre él.
— Ahh —gritó—, soy un niño bueno, no me lleves —hizo con sus manos la señal de una cruz o eso parecía.
Me quite la máscara y empecé a reírme a carcajadas, al darse cuenta que era yo pudo volver a respirar, había estado conteniendo la respiración.
— Casi me matas de un susto, Ally —trató de hacer un tono de enfado.
— Hubieras visto tu cara —me dolía el estómago de tanto reírme.
— Agradece que no me gusta la venganza —se levantó del suelo.
— Vamos a cenar, hice lasaña —sus ojos se iluminaron, le encantaba la lasaña, bueno, técnicamente le encantaba comer lo que cocinaba.
— Solo por eso te disculpo que casi me hayas matado de un susto.
— El que llega último lava los platos —digo al levantarme del suelo. Empezamos a correr hacia la cocina, cenaríamos en la barra que había ahí. Parecíamos dos niños pequeños, peleando por quien llega primero.
— We are the champions, my friends —canté e hice el baile de la victoria.
— Eres una tramposa —refunfuñó—, iba a ganar yo.
— No tengo la culpa de que te hayas caído —me encogí de hombros—, así que eso no es trampa —soy muy lenta corriendo, así que si no se hubiera caído él habría ganado.