Las palabras enigmáticas de su hermana la dejaron confundida y quiso preguntarle, pero le fue imposible. Su madre interrumpió la conversación entrando en la habitación. Le hubiera gustado que su hermana se explicara y le hubiera dicho algo más claro.
¿Qué quería decir con que sus palabras dichas en el pasado se habían vuelto en contra de ella?
¿Es verdad que no lo amaba?
¿Se había acabado cualquier sentimiento por Charles?
Le había sorprendido que en esa tarde le hubiese hablado y le soltara esas palabras.
Finalmente, de su parte, no le había dicho que iba a trabajar como "secretario" para Caruso en la consulta del East End. Realmente, había temido su reacción si se lo hubiese dicho. Quizás la hubiera disuadido de tal idea alegando que sería una tortura para ella, ya que él no se fijaría en ella, como varias veces se lo recalcó después de ese funesto día.
Ahora, le tocaba enfrentarse a su madre. Habían regresado a la casa después de echar la tarde con su hermana. Ya en su habitación, Clare se había aseado, cambiado de ropa y bajó para disfrutar de la cena, pero no pudo hacerlo porque no tenía apetito. No podía negar que mil hormigas paseaban por el interior de su estómago. ¡Estaba nerviosa! Carraspeó, y para vergüenza suya, sonó como un graznido de un pájaro.
Lord Rawson no dejó de comer mientras que su esposa levantó la mirada hacia su hija.
— ¿Quieres decirnos algo, Clarette? — la voz de la matriarca hizo que su padre frunciera el ceño y alzó la mirada hacia ella.
Antes que perdiese la valentía, dijo la mentira que había preparado en su mente.
— Mañana iré a cumplir con mi papel de buena cristiana y empezaré a ayudar a los pobres.
— ¿Cómo? — su padre casi saltó de la silla —. ¿Ayudar a esos pobres diablos que solo tienen lo que se merecen por sus pecados?
— A mí me parece bien, Gregory. Erikson le encantará saber que vas a contribuir con la comunidad. ¿Qué tenías en mente? — sin hacer caso a su marido.
— Espero que no sea sobre ir a comedores de beneficencia.
— No, padre. Iré ayudar a las monjas en su labor de proporcionar ropa, alimentos, hacer y vender pasteles. También, visitar al orfanato...
— ¿Quién se te ha metido esas ideas descabelladas? Tú eres una dama como tu hermana. No entiendo por qué tienes que pasar por esa necesidad.
— ¡Gregory! No le hagas caso, Clarette — le envió una mirada seca a su marido y cogió la mano de su hija a través de la mesa, ya que estaba enfrente de ella, le dio unas palmaditas —. Cuentas con mi permiso. Aunque tu padre tenga sus dudas al respeto, yo te apoyaré. Además, la gente verá tus buenas intenciones como una buena obra social. ¡Muy bien pensado! Estoy muy orgullosa de ti.
— Ojalá no te arrepientas, mujer — se encogió de hombros —. Pero es una cosa innecesaria.
— Tu hija se aburre en estas cuatro paredes — si no fuera por sus libros, claro que se aburriría, pero su madre no lo sabía y ella tenía entendido que esa costumbre había sido erradicada —. No es malo que salga y ayude al prójimo. Te acompañará tu doncella y tendrás disponible el carruaje. Me alegro de que hayas tomado esa decisión. Erikson se enamorará más de ti.
— Gracias, madre — su sonrisa le tiró de la mejilla.
¡Su compromiso no era por amor!
Además, tanto su madre como su padre sabían que habían contraído ese compromiso con Erikson por puro interés. Cada uno por su propias ambiciones. Era totalmente una hipocresía por parte de ellos al decir que era por amor. Bernard quería su dote y ella irse de la casa y tener su propia "libertad".
También, lo haces por penitencia. Aún te castigas por lo que ocurrió.
Lo hacía, también por eso. Tenía pensado casarse, seguir adelante con ello sin cuestionar a nada ni a nadie y aceptar cualquier orden que se presente. Sin embargo, eso era antes que regresara Charles del extranjero. Ahora había vuelto y sus planes habían variado un poco. Un poquito. Eso sí el compromiso se llevaría a cabo a pesar de que ella no amaba a su futuro marido y su corazón perteneciese a otro. Aunque él no lo sabía, ni lo llegaría a saber. Nunca la iba a amar porque siempre Bryanne estaría de por medio. Lo sabía tan bien como el latín. Por ello, en vez de quedarse quieta, cosa que debería haber hecho, había ido a la consulta y había dicho que sí a su oferta de empleo.
Aprovecharía el tiempo que pasara a lado de Charles. Sería un tesoro para ella que atesoraría, recordaría y reviviría en sus pensamientos. Sería el único consuelo que se llevaría y guardaría cuando se casara y no pudiera más estar a su lado.
Su futuro marido no la dejaría que trabajase como secretario para Caruso si se llegara a enterar. Sería demasiado para su hombría. Además, sería humillado por sus pares si se destapase la verdad. Posiblemente, la encerraría en su casa, rompería con el enlace o la mataría. Su mujer trabajando era impensable para él, y más si el oficio que ejercería, sería de hombre. Ahora tenía que tener más cuidado con el secreto. Nadie podía enterarse.