No me odies #5

Capítulo 32

El retumbar de los pasos quedó amortiguado por el sonido del órgano. Dicha música era la que transmitía el instrumento, dándole la bienvenida a la iglesia. Sus pies se detuvieron cuando su padre la dejó a lado de su prometido. El aire se quedó atascado en sus pulmones al ver el sacerdote dirigiéndose a ellos. Alzó la mirada al rostro conocido de Erikson, iba a ser su marido y ella no podría detener esa pesadilla, porque se había convertido su vida en una pesadilla. 

El corazón de la novia sufría sabiendo que se uniría a un hombre que no amaba. Erikson no era Charles, a quién amaba con toda el alma. Sin embargo, él la odiaba. Su confesión había traído esa consecuencia que tanto había temido. Era el justo precio que tenía que pagar. No había sido buena con su hermana, ni con él. Era lo que se merecía. A pesar de que él no quisiera saber nada de ella; guardaría cada momento, que había sido para ella un tesoro, en su corazón, donde nadie descubriría su amor por él. 

En ese momento, las campanas la sobresaltaron y la apartaron de sus pensamientos. El sacerdote anunció el intercambio de votos.

De pronto, sintió que iba a asfixiarse. Trató de tranquilizarse mirando por encima de su hombro. Esperando que alguien interrumpiera. 

¿Pero quién? 

Charles no iba a a ir para alzar la voz, interrumpir  el enlace para decir que la perdonaba y la quería. Eso ocurría en los sueños. 

Tal pensamiento la entristeció, tanto que tuvo que callar el sollozo que le nacía en el fondo de su pecho. 

¿Por qué se tuvo que regresar a Londres?

Él no era el culpable de lo tonta que había sido y enamorarse por segunda vez. La primera fue en la etapa de sus adolescencia, pillándola de imprevisto y con la fuerza de ser el primer amor. Terrible, porque nunca creyó en el amor hasta que sus ojos lo vieron. Cayó fulminada, y sin remedio. Esta segunda vez, había sido el más doloroso e intenso. Aunque él no lo supiera, le había entregado, no solamente, su cuerpo, sino su corazón virgen. Porque nunca había sido querido. Únicamente por él. 

Negó con la cabeza, su mirada se alzó hacia donde estaría su familia. Sin embargo, se encontró los banquillos vacíos. Confundida y asustada, empezó a girar y se dio cuenta de que estaba vacía. Alguien le tocó su hombro, era como una caricia efímera. Tuvo miedo; mucho miedo. Esa mano que le había tocado el hombre, se deslizó hasta encontrar a su mano, entrelazándola con sus dedos. 

Antes de enfrentarse a él, intuyó quién sería.

No era su prometido...  ¡Era Charles!

Abrió los ojos y se despertó con los latidos en sus oídos. Sobrecogida, se puso una mano en el pecho en un intento vano para tranquilizarse. No se había percatado de que había gritado hasta que su hermana, que se había quedado a pasar la noche en la habitación contigua junto con su hija, corrió hacia ella. 

— Has gritado, tranquila. Todo bien.

—   ¿Qué día es hoy? — le pidió desesperada al mirar que era de día.

¿Nadie la había despertado?

Bryanne comprendió de que había tenido una pesadilla. 

  — Estamos a sábado — pudo observar como la expresión de su hermana había cambiado completamente. 

—  Gracias a Dios. Aún queda un día — suspiró y volvió a tenderse en la cama, pero el sentimiento de alivio era débil.

— Has tenido una pesadilla, ¿cuándo te darás cuenta de que la boda es una equivocación? 

Clarette se arrimó más a la almohada e intentó vaciar la mente de cualquier pensamiento. Pero solo le venía uno en la mente. Charles, estando con ella, en la iglesia. 

—  Sé que será un desacierto de mi parte al casarme con ese hombre, sin embargo, no puedo pararlo — dijo con voz trémula y el estómago encogido —.  ¡No puedo! ¿Cómo lo voy a  hacer sin ganarme el ostracismo? Si lo hago, también nuestros padres me darán la espalda. Renegarán de mí, eso creo que no podría soportarlo. Aunque ame a Charles, él no me ama a mí. La opción de casarme es la opción menos dañina. Quizás, lo llegue a olvidar.

— Te estás engañando. ¿Es tu felicidad o la de ellos?

— No es mi felicidad — miró a su hermana —. Nunca ha sido mi felicidad. Bry, es fácil para ti decirlo  cuando padre y madre han cumplido con todos tus caprichos. Eras y seguirás siendo  la hija perfecta para ellos. La que debe tener todos los privilegios, no la rara, seria que le gustaba pasar metida entre libros.  El compromiso con Erikson ha sido como un logro. He conseguido de que me vieran con cierto orgullo. Iba a acabar como una solterona si no le hubiera aceptado. 

  — No sé lo que decir — era la primera vez que la escuchaba hablar con tanta crudeza de sus padres —. No llegué a imaginar que te hubieras sentido apartada.




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