No me odies #5

Capítulo 40

No separaron sus manos, ni se apartaron cuando salieron del claro y se encontraron con el duque Werrington. No estaba solo; la duquesa iba con él. Parecía que los estaba esperando. Cerca de ellos estaban los dos carruajes junto con los caballos que estaban pastando tranquilamente ajenos a su alrededor. Los cocheros se mantenían apartados a la espera de cualquier orden por parte de ellos.

 Aunque le dio reparo Clarette que los pillasen; intentó alejarse, Caruso tenía otros pensamientos. La mantuvo cerca de él, apretando más sus dedos y diciéndole con la mirada que confiara en él. Avanzaron y se acercaron hacia ellos. 

La duquesa que había estado hablando con su marido, paró la conversación cuando los vio. Werrington hizo lo mismo, aunque este extendió en sus labios una sonrisa cómplice. Mientras que Ally, se mantenía sin decir palabra. 

Caruso respetaba mucho a su hermana; había sido su amiga y aliada. Había compartido momentos tanto desagradables como buenos. Sabía que no había acatado su consejo, y por ello, no quería haberla decepcionado. Aunque eso no quitaba que lo haría una y mil veces. Clarette era su razón de ello. La miró y dirigió a su mirada a su hermana. Esta movió la cabeza y se acercó a él con la sorpresa que le dio un abrazo. También, Clarette, recibió otro abrazo.

— Por lo que veo, habéis arreglado vuestros problemas — se apartó justo cuando su marido se había acercado —. Espero, hermano, que no vuelvas a hacerlo.

El aludido puso los ojos en blanco. 

—   Me alegro por vosotros —continuó Ally —. ¿Qué tiene pensado hacer?

— Nos podría dejar un respiro, hermanita — fingió resoplar ganándose una mirada de su hermana. 

— En eso podría colaborar y ayudar — dijo el duque en tono jocoso provocando un sonrojo en su esposa, que le dio una sutil palmadita en el hombro.  

— Está bien. Veo que no nos necesitéis — alzó las manos —. Eso sí, hay un hombre en la posada que has dejado bastante enfadado por algo que está relacionado contigo...

— ¿Qué ha pasado? — inquirió Clarette preocupada por algo que no sabía y parece ser que los hermanos sí. 

— Lo tomé prestado — obvió la mirada acusatoria de su hermana— un caballo, que pienso devolver en cuanto pasemos cerca de la posada.

— Eso espero. No quería que te ganaras un enemigo más.

— ¿Enemigo?

—   No exactamente. Mi hermana exagera; no es grave — quitándole el hierro al asunto y volvió a coger la mano para depositar un delicado beso en ella, ignorando a los presentes que observaron la escena romántica y tierna con asombro y diversión   —. Pero antes de que os vayáis. Os pediría un último favor. 

Ella comprendió la intención del hombre. 

—   Quiero pediros que seáis nuestros padrinos y testigos de la boda. 

***

No tardaron en llegar en Gretna Green, había que mencionar que les tomaron un poco más de tiempo de lo previsto, porque tuvieron que hacer una breve parada en la posada para arreglar el asunto del caballo. Mientras se dirigían  hacia allí, durante el trayecto, Ally fue con Clare, mientras que el duque estaba con Charles, aunque este último, prefería claramente con la compañía, pero estaba su hermana determinada asegurarse de que se hiciesen las cosas bien. 

En Gretna Green, no era la primera vez que una pareja a escondidas y lejos de la familia se iba directamente allí para celebrar una ceremonia que los protagonistas deseaban de realizar y hacerlo oficial. Fuera o no fuera por amor, era un acto simbólico, más allá de las pretensiones de los padres y madres. Hacía muchos años, otras dos personas queridas y conocidas pasaron por allí y se casaron. Aunque en el principio, quien era la prometida no había estado deseosa, se casó con él. Dio las gracias a la vida y al destino que finalmente él estaba en su vida y quien la hacía feliz. Se prometieron en Gretna Green, cosa que harían Clarette y Charles. 

Esperaron para que el pastor estuviera preparado para oficiar la ceremonia. El novio sentía tensión, pero no era una mala tensión, en los músculos, y un cosquilleo que le recorría por todo el cuerpo al saber que la mujer, que amaba porque no tenía dudas en hacerlo, iba a ser su mujer y esposa. Sin duda, era un momento que había querido desde que descubrió sus sentimientos y el miedo dejó de dominarlo. Su hermana, le sonrió al otro lado. 

El pastor llegó y, unos minutos después, la novia entró acompañada por el duque, que tuvo el detalle de acompañarla. Era un momento especial que a pesar de que no estaba la familia para hacerlo como Dios manda, había otras personas que le daban ese toque a la ceremonia. Ally y Julian los acompañaron, y eso para ellos, era muy significativo e importante. 

Charles contuvo el aliento hasta que ella llegó a él, con esa sonrisa tímida y feliz. Sus ojos violetas brillaban a través de los cristales de la gafas y mostraban ese amor de que él estuvo ciego por no verlo, por estar cegado en el odio y los rencores del pasado. Reconocía que se había regocijado en el dolor, en el amargo sabor de la traición. No tenía sentido la venganza cuando había otros sentimientos que lo abordaban y le hacían sentir dichoso, amado y querido. Por ella. Por ese amor que le transmitía y era recíproco. Se tomaron de la mano y entrelazaron los dedos, no era la primera vez que lo hacía, ni sería la última para ellos. Le gustaban tener ese gesto. Las miradas de ellos se entrelazaron igual que sus dedos y se dijeron esas palabras que no decían de sus labios, pero que sentían en sus corazones. Ambos sabían por fin los sentimientos de cada uno. No había miedos ni dudas. 




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