Viernes, 12 de abril
10:13 am
− ¿Alguno sabe algo de Facundo? –Les pregunté.
Estábamos Belén, Brendan, Alex y yo sentados en el patio del colegio, hacían 3 minutos de que había sonado el timbre, dándole fin a tercera hora de clases. La clase de matemática se me había hecho más llevadera con la presencia de mi amiga pelirroja, ayudándome en lo que no entendía, pero de todas formas, tener dicha materia durante tres horas seguidas y un viernes por la mañana, no era muy ameno.
−No, pero claramente sigue demasiado afectado por la muerte de Catalina, hay que darle tiempo. –Me respondió Alex.
Todos nos quedamos mirando el suelo con una mueca en la boca. Sólo se escuchaba el ruido provocado por otros estudiantes y el que hacía Belu al sorber del sorbete del jugo que estaba bebiendo. Seguía siendo insólito que Catalina no estuviera, claro que para nuestro pobre amigo la situación debía ser mucho peor.
El silencio se vio interrumpido por la llegada de Theo a la ronda que habíamos formado. Se colocó entre Alexandra, que comenzó a tratar de controlar su cabello lleno de rulos de color chocolate, y yo, a mi otro lado tenía a mi mejor amiga.
− ¿Qué tal? –Nos miró a todos, deteniéndose en Belu, que no le devolvió la mirada y siguió bebiendo jugo mientras miraba una mariquita que caminaba por el piso, como si fuera lo más interesante del universo−. ¿Hicieron la tarea de historia? Tu hermano ama darnos cosas para hacer. –Dijo eso apuntando con un dedo a Alex.
− ¿Qué te puedo decir? Tiene un gran amor por corregir tareas mal hechas. –Le contestó de vuelta en modo de burla.
−Supongo que la hiciste, Belén. –Le dijo, ella levantó la cabeza tratando de alzar una ceja, algo que claramente no le salía, mirando en su dirección.
− ¿Me preguntas a mí? –Se señaló a sí misma.
−No hay otra Belén acá, ¿o sí?
−Pues sí, claro que la hice, como siempre.
−Qué bueno por vos. –Se quedaron mirando hasta que ella soltando un bufido se levantó y se dirigió al tacho de basura. Theo la siguió.
− ¿Deberíamos preocuparnos? –Interrogó Alex.
−No. –Respondimos con Bren al unísono −. Deben arreglar sus problemas por el bien de todos. –Continuó él.
−Seguro, lo que no nos hace falta es distanciarnos, entre todos nos necesitamos en este momento, Facu nos necesita. –Terminó de decir y se levantó cuando una chica, creo que se llamaba Agustina, la llamó. Alex solía ser muy amigable con todos.
Una vez que nos quedamos solos, Bren se sentó a mi lado y me extendió un alfajor, el cual agarré con gusto. Él sabía que era mi golosina favorita.
− ¿Quieres hablar de algo? –Me preguntó después de tragar el primer bocado.
Me eché hacia atrás y lo miré.
− ¿De qué?
−De lo que sea que te tiene nerviosa. También te observo, Sel. Siempre.
Siempre. Una mirada de su parte fue suficiente para que me pusiera nerviosa y comenzara a sonrojarme.
−Es que… No sé. Facu…
− ¿Qué ocurre con él? Bueno, además de lo que ya sé.
−Anoche fue a casa y golpeó fuertemente la puerta, lo más raro fue que antes de poder salir a recibirlo… ya se había ido. Y no tardé mucho en salir, solo fueron segundos. Pero no había nadie. Fue la señora Quiroga quien me dijo que había sido él. –Mordí mi labio con nerviosismo. Un mal hábito que no me agradaba, me recordaba a ciertas protagonistas de novelas que tampoco eran de mi agrado, pero era algo que no podía evitar al ponerme nerviosa.
− ¿Hay algo más, verdad? –Suspiré.
−Sí… después de eso alguien me llamó por teléfono. Al principio creí que sería él, pero luego… Luego escuché una respiración muy fuerte del otro lado.
−Como en las pelis. –Afirmó. Sonaba muy serio al hablar.
−Sí, pero tal vez fue una broma. No sé.
−Una de muy mal gusto.
−Me asusté. –Le confesé. Su mirada se suavizó.
−Por favor, no dejes que te afecte mucho. Ya es una época sensible para vos, no necesitas sumarle algo más.
−Lo sé, estoy bien. Gracias por escucharme. –Me obligué a formar una sonrisa, cuando lo que quería era abrazarlo.
Creía que hablar con alguien no siempre ayudaba a sentirte mejor, algunas veces podía empeorar las cosas y hacerte sentir más miserable, pero con él sí. Me ayudaba a olvidar lo mucho que dolía extrañar a alguien, que dolía tanto que a veces deseaba desaparecer también.
Continué comiendo el alfajor, pero seguía sintiendo su mirada puesta en mí.
−En serio, no me pondré mal. Hace falta mucho más para volverme una loca paranoica. Sólo me preocupa Facu.
−Está bien, pero si te vuelves loca… recuerda que siempre puedo acompañarte.
Iba a decir algo más cuando el timbre se escuchó por todo el colegio. Era hora de volver a clases. Y tocaba historia, materia que sí era gratificante.