No mires hacia atrás

Capítulo 26

Capítulo 26

Lunes, 22 de abril

07:00 am

La investigación sobre la amenaza siguió su curso, con el comisario Martínez intensificando sus esfuerzos para identificar al acosador, pero la comunidad estaba unida en su determinación de encontrar justicia para Theo.

En medio del dolor, encontré consuelo en las conversaciones con los mellizos. Compartimos recuerdos y enfrentamos juntos la pérdida, si en algún aspecto no estábamos unidos hasta entonces… ahora lo estábamos de manera más profunda.

La familia de Theo estaba completamente abrumada, sus padres casi no hablaban. El tiempo continuó su marcha inexorable, llevándonos a través de las estaciones del duelo. Cada día era una mezcla de tristeza y esperanza, una lucha por encontrar un nuevo equilibrio sin la presencia de Theo. Pero la realidad es que en el fondo mi equilibrio era escaso, me caía y caía hacia el vacío que la pérdida había dejado en mí a lo largo de los años. 

Cerré los ojos por un momento antes de seguir buscando a mis amigos dentro de la escuela, recién regresabamos después de la muerte de Theo y el eco de la tragedia aún resonaba en las paredes. La escuela parecía más silenciosa, más sombría, como si el dolor hubiera dejado su huella en cada rincón, extrañando por sí misma sus risas y travesuras. Mis amigos y yo tratábamos de seguir adelante, pero la herida estaba fresca, y la pérdida de Theo estaba pesando en cada pasillo, mientras que los profesores y compañeros de clase compartían con nosotros miradas comprensivas, pero la tristeza colectiva no tenía palabras suficientes. 

Pasaron un par de horas y el timbre sonó a las 9:30 marcando el inicio de otra clase que intentamos enfrentar con normalidad. Así que con mis amigos, los que quedaban, nos dirigimos al aula y al llegar nos encontramos con una sorpresa. El antiguo profesor de historia y hermano de Alex aún se recuperaba del accidente, pero en su lugar, un rostro joven y desconocido nos recibió. Era el nuevo profesor, el reemplazo temporal.

El aula se llenó con un murmullo de curiosidad mientras el profesor se presentaba. Santiago Benitez dijo que se llamaba. Su juventud y energía contrastaban con el luto que envolvía a la clase. Intentó sonreír, pero sus ojos revelaban un entendimiento sutil de la tristeza que pesaba sobre nosotros.

Al estar sentada en mi lugar Belén y yo intercambiamos miradas de incertidumbre, preguntándonos cómo sería seguir adelante sin él.

El nuevo profesor comenzó la clase con un tono amigable y un entusiasmo genuino. Intentó aligerar el ambiente con anécdotas y chistes, pero la sombra de Theo todavía flotaba en el aire. Algunos asentían con simpatía, otros miraban distraídos hacia la ventana, perdidos en sus propios pensamientos.

Al final de la jornada, cuando recogimos nuestras cosas y salimos al pasillo, una sensación diferente nos acompañaba. La tristeza persistía, pero al menos en mi caso me sentía menos tensa.

 




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