Joseph.
Días atrás…
Despierto en una habitación de hotel al lado de una increíble morena, alzo una ceja notando lo hermosa que está. El sol comienza a salir y es hora de irme de aquí, no me gusta crear drama o tener que explicar que no habrá futuras citas, ni mucho menos llamadas ya que esto fue solo una noche nada más, quizás la juzgo mal y ella es madura, pero son pocos los casos de mujeres plantadas que saben que estos encuentros no tendrán continuidad, así que prefiero irme de aquí antes de que las cosas se compliquen con una escena innecesaria.
Llego a casa dispuesto a dormir un poco más, fue una noche intensa; celebraba con mi socio y algunos compañeros de trabajo el haber ganado un caso que nos trajo millones en ganancias. Fue así como conocí a mi compañera de turno, me gusta mi estilo de vida profesional y exitosa, las relaciones amorosas no son lo mío, no me van; nada más pensar en matrimonio o en algo serio me da alergia, le huyo, apenas tengo treinta y un años, me queda mucho por vivir como para atarme para siempre a alguien.
Salgo de la ducha y me coloco un bóxer dispuesto a lanzarme en mi cama cuando un mensaje se ve reflejado en la pantalla del celular, si hubiese sido de otra persona lo habría ignorado, pero era de ella, de mi hermosa Sophi.
Decido abrirlo y me encuentro con varias fotos donde se le ve junto a su esposo muy sonrientes y felices listos para ir a escalar. Me río por lo loco que están ya que no hay nada como estar seguros en el suelo, las alturas no me van y menos pendiendo de una cuerda o de las manos como suele hacerlo el demente de mi cuñado.
—¡Qué bien!, comienzan una nueva aventura, ¿dónde dejaste a la pulga? —pregunté ordenando al sistema eléctrico de la casa que bajara las cortinas del cuarto, necesito mucha oscuridad para dormir bien.
—Sí, ya sabes como somos, hermanito. Amamos escalar y esta ruta está buenísima, nunca habíamos venido, subimos en bicicleta; tu sobrina, a quien casi no ves, está en casa con su nana. —negué mientras leía.
Siempre buscaba la manera de sacarme en cara mi falta de tiempo, para ella yo vivía encerrado siendo un esclavo del trabajo, un robot empresarial sin vida, según su criterio, mientras que para mí, ellos eran demasiado libres y bohemios. Pero lo cierto es que tenía razón, casi nunca iba a visitarlos porque no tenía tiempo, me perdía grandes fechas y sobre todo me perdía estar junto a mi pulga.
—Ya cerró el juicio, ganamos, los destruí en el juzgado, así que te prometo ir el próximo sábado, ¿te parece?
—¡Perfecto! Quiero verte, te extraño grandulón, recuerda las palabras de papá, “siempre debes hacerle tiempo a la familia”, sé que te cuesta, pero haz el intento, te amo Joss. —apreté el teléfono viendo los miles de stickers que enviaba mientras pensaba en lo que escribió.
Para papá primero era su familia, siempre estuvo para mamá hasta el final, así como lo estuvo para nosotros, lo malo es que a él también lo perdí demasiado rápido. Sophi tiene razón, debo acercarme más, estoy perdiendo tiempo valioso con ellos, no les estoy dando la prioridad que merecen por consumirme en trabajo, obligaciones y citas superfluas.
—No me regañes más, prometo ir. También te amo, Sophi. —escribí cerrando el chat, solo ella me decía Joss, lo cual me divertía por las memorias que traía.
Me reí recordando cómo fue que me quedé con ese apodo y sin verlo venir me dormí. No sé cuánto tiempo pasó, solo sé que el sonido fuerte del teléfono me asustó despertándome exaltado; como pude entre la bruma del sueño y la razón respondí. Me hubiese encantado no hacerlo o que todo esto haya sido parte de una terrible pesadilla porque las palabras que escuché al otro lado de la línea hicieron que no solo despertara del todo sino que por momentos perdiera hasta el aliento.
No tengo idea de cómo rayos llegué tan rápido a la clínica después de conducir un largo camino, únicamente recuerdo que tomé lo primero que encontré en el armario y como un loco salí; en estos momentos parezco más un indigente con ropa limpia que un ilustre abogado.
Mi hermana, mi bella hermanita había tenido un terrible accidente junto a su esposo, pero no sabía más, se negaron a decirme algo hasta que llegara al hospital.
—Doctor, soy Joseph Yilmaz, hermano de Sophia Yilmaz. ¿Cómo están ella y su esposo? —pregunté angustiado luego de esperar durante horas donde la enfermera de turno me indicó.
—Lo siento señor Yilmaz, el esposo de su hermana ingresó sin signos vitales a la institución. —sentí que perdía el aire al oírlo. No podía creer que Robert hubiera muerto de esa manera, siendo el atleta de deportes extremos que era.
—¿Y mi hermana?, ¿cómo está?—indagué temeroso.
—Estamos haciendo todo lo posible por ella, no le doy muchas esperanzas, las próximas horas serán cruciales debido a sus múltiples fracturas y al derrame en su cabeza, está en coma por ahora. Lo lamento. —pronunció alejándose, dejándome sumergido en un mar de oscuras y terribles emociones.
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Editado: 12.08.2023