Dejó Darion caer su cabeza. Sintió un profundo dolor entre las sienes. Rosa le atrajo hacia sí, lo escondió de sí mismo contra su pecho voluptuoso, tibio, palpitante, generoso.
–Ya hijo, deja de torturarte. El odio es como un gusano que devora el alma sin que uno lo advierta. Olvídalo y que muera dentro de ti, no es prudente ni provechoso dedicar la vida a cultivar el rencor contra aquellos que nos han perjudicado, eso nos roba el tiempo y les da un valor que no merecen. Muchas cosas mejores te esperan adelante y en ellas debes pensar. Así lo hubiera querido tu padre; él también sufrió mucho por lo que pasó, muchos malos momentos de enojo y desesperación, pero al cabo se desprendió de toda malsana obsesión y muy feliz fue gracias a ello. A pesar de todo recordaba a Amelia con cariño, prefería las cosas buenas que vivió con ella por encima de aquella crisis resuelta cuando tú naciste. ¿Acaso mencionó tal resentimiento cuando te contó cuanto le demandabas ese día? ¿Se refirió a Amelia como quien le guarda el más profundo rencor?
–No lo hizo –reconoció apesadumbrado –. Atinas al relucir su falta de rencor hacia su estampa, mas hizo de las fallas de Amelia su culpa para rociar pétalos a los pies de su estatua. Pero bien de su discurso quitó la peor parte que no quiso darme a conocer y donde alojaba el grueso de tantas emociones negativas que de la mano a revelarlas habrían salido a la luz. Y cuánto más habrá de fomentarse su aversión después de la rectificación que hizo Peter de las razones por las que la encumbraba. Ya nunca lo sabremos.
–Nada hubiera cambiado esa corrección, solamente barrer los falsos motivos que mantenía una enemistad, fue su enojo para con Peter el que vio trastornada y las circunstancias erradas una conclusión imperturbable. ¿Entiendes? No se veía alterado la imagen de Amelia en el reajuste de ese equívoco, curada de cariño contra las malas experiencias que de ti no quería hacer una presa estropeando una idea benévola de ella que más te habría servido que la deformación innecesaria de un factor perdonado. Tú eres más importante que el pasado y de él quiso preservarte, por eso calló la parte pérfida de un todo más provechoso. No quería verte envenenado de la misma ira que él supo sobrepasar. Piensa en los concejos de su silencio y recupera la paz de un engendro desechado.
–Ojalá nunca hubiera escarbado neciamente en las ruinas de su vivo imperio –se lamentó Darion –. Más valía la ignorancia que ver todo poseído por los fantasmas de otro tiempo. Me siento tan delator de cuanto pasó tras las cortinas, resumen que llevó al peor de los remates y el castigo a mi lengua no es sino la muerte de mi padre. Nunca voy a perdonarme por ello.
–Más necio resultas renegando de un paso ya dado, aleja de ti ese pensamiento que hará pesada una roca hueca en los días venideros. No es sano cargar la responsabilidad de un criterio ajeno al nuestro discutiendo los designios de un ejecutor carente de oídos para el mejor reproche. Es el destino que hace la igualdad que las personas se empeñan en romper y todos somos iguales a las leyes de la muerte. Pero cuando el dolor retrocede es preciso ver lo que a su paso ha dejado quien se ha ido. Y cuando Frank ha dejado eres tú, vivió lo suficiente para asegurarse que serías feliz y al hacerlo encontró su propia felicidad. No lamentes su muerte ni te culpes por ella, agradece por su vida y que la compartiera contigo.
Continuaron en silencio el diálogo en el lenguaje del contacto, atrapado bajo los brazos de Rosa, en su regazo prominente escurrió su desconsuelo. Pasaron algunos minutos de táctil comunión hasta que ella se incorporó con energía.
–Bueno, ya basta de lamento. No es propio del Darion que yo conozco. Ignora tu espalda, enfrente tienes un camino lleno de nuevas cosas por descubrir. La vida sigue y mientras sigamos aquellos que nos han dejado seguirán con nosotros. La rendición en la muerte de los deseos que ellos nos han legado y estoy segura que Frank no querría que te ahogaras en remordimiento y enojo. Acabas de recibirte, tienes la decisión de una más que tentadora oferta en la empresa y tienes el amor de una chica maravillosa que ahora te está esperando. ¿Quieres incluirla a ella también en tu pesar? Vamos, arriba, tienes que ir por Lucy. Deja a quien te ha olvidado y ve hacia quien te espera.
–Sí, tienes razón –se despega del tierno consuelo –Lucy me está esperando. Hay tiempo por ganar si uno no pierde el tiempo– se despegó de la cama, echó mano a sus pantalones –Voy a ducharme. Será mejor que salgas si no quieres asustarte.
–Adelante –ríe Rosa –. No tienes nada que no haya visto antes cuando te cambiaba los pañales.
–Pues ten cuidado. En lo secreto las cosas también cambian.
El vapor del agua caliente invadió el cuarto de baño. Rasgó con la mano la superficie empañada del espejo enfrentándose a su propio reflejo. Todo su cuerpo desnudo emanaba el calor húmedo como una especie de aura visible naciendo desde lo profundo de su ser en llamas que repelía los restos líquidos vertidos sobre su cansancio. Se quedó contemplando su rostro tratando de descubrirse en el misterio de aquellos ojos que lo veían como reclamándole una respuesta, llenos de dudas, pronto sin saber a quien tenía enfrente, un desconocido que detrás de un cristal se burlaba imitando cada parpadeo, cada movimiento con un dejo de lástima en su expresión. ¿En que pensaba? ¿Qué pasaba por su mente abarrotada de fugaces estallidos de colores deformados de una claridad perturbada? Lo que sentía y lo que quería tan antagónicos haciendo de él una puja salvaje de la que creía despedazarse para llegar al acuerdo de una justa repartija. Y el espejo de nuevo cubierto por la emanación que de sí despedía, la imagen se volvió borrosa como si él mismo quedara a la deriva de sus reflexiones, perdido sin saber quien era realmente, devorado por el olvido detrás de aquella lámina acuosa que ocultaba su desazón.
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Editado: 06.08.2019