Todo lo que había sucedido en tan solo unos momentos, una decisión que se toma por una impulsividad y sobre todo porque su corazón dice que sí. Viéndolo como estaba en esa situación una de tantas que vio, pero había algo diferente, no sabía que era, pero lo sentía, lo percibía. En el ambiente, en la energía, en algo.
Esa magia que te impulsa a realizar las cosas, sin saber que te deparará el futuro, pero es el momento y sabes que es el adecuado sabes que tendrás que tomar el toro por los cuernos, esa frase que no le encontraba sentido. Con movimientos lentos se fue desbrazando de ese cuerpo cálido.
Con el menor ruido posible empezó a buscar lo que más deseaba, en una tarde descabellada lo compro y no pensó que lo utilizaría. Mientras se ponía ese coordinado de encaje negro recordó cuando lo compro y sabía que era para él, mientras lo compraba pensaba en él.
Una vez alistada y antes de que el valor se fuera de su cuerpo, se acercó como una pantera acechando a su presa. Lo vio dormido, su semblante que siempre se mantenía alerta, vigilando todo, ahora estaba tranquilo, se veía más joven, con ese cabello despeinado que siempre traía implacable, con una camiseta que, en lugar de quitarle su elegancia, le aumentaba sensualidad y erotismo.
Se podía apreciar sus brazos trabajados, un pecho en el cual se sentía tan cómoda y segura. Ese magnetismo que le hacía acercarse más para poder agacharse y besarle lentamente para despertarlo. Solo se movía, pero no despertaba, así que intento otra cosa. Irlo besando poco a poco todo el rostro, primero su frente, haciendo que las puntas del cabello le dieran cosquillas en la nariz. Riendo por cómo se veía intentando quitar algo aun adormilado. Beso sus ojos para que por fin despertara.
- Me está agradando la forma en que me estas despertando – Manuel menciono con voz somnolienta, pero sin abrir los ojos.
- Y creo que te va a gustar más si abres lo ojos.
Sin más dilatación abrió los ojos, quedándose asombrado y fascinado por partes iguales, ante él está algo que jamás vería. Podría ver a una ninfa, una musa, una sirena o simplemente a Afrodita. La fue observando poco a poco desde las puntas de los pies, los cuales estaban descalzos sobre la alfombra blanca.
Siguió subiendo por sus torneadas piernas, lo que siempre le admiro y los cuales era un sacrilegio que las cubriera. Pero ahora las podía ver en todo su esplendor, tan largas como era, se podía apreciar su blancura y su suavidad, esa suavidad que sus manos le reclamaban por sentir.
Una cadera que eran la perdición de muchos y lo sabía, cada vez que salía tenía que estar alejando. Lo que le hizo agua a la boca fue ese pequeño trozo de tela que solo hacia salivar y el cual escondía ese hermoso lugar que anhelaba y le provoco que se fuera parando poco a poco, ya no podía estar lejos de ella, pero quería seguir viendo así que solo se enderezo quedando parado en la orilla de la cama.
Siguió inspeccionando ese cuerpo que lo tenía hipnotizado, subió por su plano vientre remarcando una pequeña cintura el cual podría abarcar con las dos manos, no recordara que fuera muy delgada, algo andaba mal ahí pero no quería pensar en esos momentos en eso.
Llegando a sus pechos que eran el tamaño perfecto y los cuales se veían suculentos por ese brasier de encaje que no dejaba nada a la imaginación, su respiración era rápida. Sabía que el también respiraba trabajosamente intentando controlarse y no romper esos trozos de tela para poder verla en todo su esplendor.
Su mirada seguía grabando cada milímetro de piel, esos lunares que por fin podrá besar a su antojo, ese cuello de cisne, su boca que estaba entreabierta intentando recuperar el aire que perdió deleitándose por esos labios más rojos que nunca, sabía que lo estuvo mordiendo porque se podía ver los dientes marcados, esa nariz respingona la cual mil veces beso para poder controlarse, pero ahora si no podría hacerlo.
Sus ojos oscurecidos por un deseo que le provoco solo con mirar. Esas miradas que se conectaban, unas miradas más oscuras que la noche. Solo necesito ver esos ojos que nunca podían mentir para llegar en dos pasos y poder apoderarse de esos labios, no fue un beso suave sino uno demandante, uno que necesita para poder demostrarle todo lo que sentía en ese momento.
Una lucha campal se desataba ninguno de los dos quería ceder terreno, explorando cada rincón de su cavidad. Sus lenguas peleando y conociendo, ahogando gemidos que se empeñaban a despertar a todo el edificio, el zumbido ensordecedor que hacía que solo existieran ellos dos en todo el mundo o mejor dicho en su mundo. Nada importaba solo ese momento de dar y recibir.
Por falta de ese aire vital para seguir viviendo se separaron, viendo su reflejo en esos orbes color chocolate. Respirando trabajosamente para llenar sus pulmones de aire, para seguir con ese tan esperado descubrimiento.
Como si no pesara más que una pluma, la tomo de la cintura elevándola para que ella enredará sus piernas alrededor de la cintura, sintiendo esas cadenas que en lugar de molestar, era la sensación más anhelante que había tenido, sentir la calidez de sus miembros alrededor suyo.
No quería soltarla, pero tenía que hacerlo para poder verla como siempre había querido. Completamente perdida en sus sensaciones en la comodidad de su cama, mostrando toda la sensualidad que era capaz de ver. La recostó lentamente, sin dejar en ningún momento brindarle pequeños besos descendiendo hasta su cuello, donde podía ver como su pulso estaba completamente acelerado.
Sabia claramente que ese su punto devil, la demora, mantener el suspenso del siguiente movimiento. Pero para él, también era una tortura estar lejos de su piel. Sentir ese calor, ese aroma tan embriagador que lo tenía a su merced, podría correr por el mundo entero, brincar edificios, se sentía el hombre más fuerte y todo por ver ese brillo en esa mirada chocolate.
Su mano fue recorriendo poco a poco por su abdomen plano, llegando a ese rincón oculto entre esos rizos, sus dedos quemaban por sentir su humedad, y no le fallo su instinto estaba sumamente preparada para recibirlo, sin más se fue colocando poco a poco.