Parecemos Tontos

Diario de Paul XI: Yo y mi mala suerte

Londres, 9 de Septiembre

Ayer por la mañana, llegué a clase un poco justo. Tenía pensado hablar con Delia, pero Emily me paró por el pasillo. En realidad no tenía ganas de una conversación, pero Emily siempre consigue que me interese por ella. Por lo que me dice o por como habla, no lo sé.

Miré a Delia como unas doce mil veces a lo largo de las dos primeras horas de clase, pero ella no me miraba. El profesor estaba muy denso y me pasé las dos horas garabateando apuntes de dibujo, ¡qué coñazo! Después en el recreo vi a Delia salir demasiado rápido de clase y mi idea de acercamiento se vino abajo. Miré a Jo y le sonreí a ver si con suerte no se había dado cuenta de mis intenciones. Pero nada, Jo siempre me pilla.

—¿Qué pasa? —me dijo.

—Nada.

—Paul…

—Nada, quiero hablar con ella, sin más.

—¿Qué le has hecho?

—Nada —mis ojos se fueron a Emily que se acercaba a nosotros. Joanne la miró y puso otra vez sus ojos en mí de forma incisiva.

—Así que es verdad lo que cuentan —me dijo sonriéndome.

—No sé qué cuentan, pero vámonos fuera. ¡Dean! —llamé a mi amigo yendo hacia él para no dar bola a Emily. Me había puesto nervioso.

Estuvimos en el patio y Aaron vino con nosotros. Pia con Erick, ese chico que le mola. Vinieron también después de comprarse algo en la cafetería. Me pregunté dónde estaría Delia sino era con ellos. Miré a Aaron, estaba hablando con Dean. Él seguro que sabía qué pasaba con Delia. Luego le sonreí y miré a Jo.

—¿Y tú, qué pasa con Aaron? —le dije a mi amiga un poco apartados.

—Nada —negó sonriéndome.

—Ya, ya… ¡va, cuéntame! —le dije ansioso por recibir buenas noticias—. ¿Os habéis besado?

—¡No! —exclamó sorprendida—. No, sólo, somos amigos.

—De momento, ¿no?

—Mira, idiota cotilla, ¡déjame en paz!

—Me lo vas a tener que contar —le amenazé con una sonrisa y señalándola con el dedo.

—¿Por qué no vas a hablar con ella? Y luego nos contamos cosas los dos —me decía mientras señalaba Delia que pasaba por el otro lado del patio hacia el edificio principal. Asentí un poco cortado, pero tenía razón.

Fui hacia la clase, a ver si Delia estaba allí. Era muy tonto pensar que estaba en clase, pero yo no sabía llegar a oto sitio sin ayuda. Llegué, estaba. Sonreí como un tonto. Estaba con la cabeza entre los brazos sobre su mesa. Se me ha venido a la cabeza que la primera vez que supe que existía, también estaba así. Di un paso hacia su mesa y…

—Ey, Stonem. ¿Dónde vas? ¿Te apetece un café? —escuché detrás de mí. ¡Mierda, Emily!

—Esto... no, la verdad es que no —contesté mirando al suelo llevándome una mano a la nuca. ¿Cómo decirle: «lárgate, no quiero hablar contigo ahora» sin que sonara tan mal como sonaba? Delia se levantó de su mesa y salió de la clase. Perfecto.

—¿Qué le pasa?

—No lo sé… —mentí. Bueno, en realidad no lo sabía.

—Oye,  ¿ves como tenía razón y en el colegio pasas de mí?

—Soy un chico ocupado —bromeé sonriéndole, metiéndome las manos en los bolsillos. ¡Mierda! Ya me había liado otra vez con las bromas. Pero, ¿cómo lo hace?

—Ya, ya… —dijo  acercándose a mí poniendo la misma cara que puso antes de besarme. Yo tomé aire de golpe y lo retuve unos segundos en mi interior, aguantando—. Esta tarde, ¿te apetece dar una vuelta?

—¿Tú y yo? —pregunté como si estuviera diciendo una locura. Bien, Stonem, una chica guapa te las tira y tú preguntas eso, así.

—Vale, déjalo. Si es que es una idiotez —pronunció entre molesta y azorada. Un poco embarazosa sí era la situación.

—Sí, bueno, otro día… —contesté no demasiado alto mientras se iba. Se dio la vuelta, parece que me escuchó. Se encogió de hombros y yo también. Nos reímos. Qué raro todo, coño. Volvió a hacer una mueca enigmática y salió del aula.




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