Carlos
Luisa Nomdedeu, la detesto, pero al mismo tiempo me gusta.
Sí, me gusta. No puedo evitar pensar en ella desde el día en el que me detuvo cuando quise suicidarme.
Cuando la chica se fue, yo la reconocí. Ella era la niña de ojos tristes. Esa niña que alguna vez conocí.
Recuerdo cuando mi mamá me traía a una casa y me dejaba jugando con una niña, esa niña no decía nada, simplemente miraba a la nada, parecía que miraba con tristeza, como si cargara el peso de todo el mundo. Pero cuando trían sus muñecas ella sonreía y jugaba con ellas ignorándome deliberadamente. Yo solo sonreía al mirarla.
Me enamoré de esa niña, y hasta ahora tengo su recuerdo, sus ojos cuando la vi en el puente eran los mismos, grises y hermosos. Pero algo había cambiado, esos ojos ya no mostraban nada, ni tristeza ni alegría, esos ojos eran fríos y sin vida; tenía la cara raspada y apostaría a que sus manos también lo estaban.
Sin embargo, eso no es lo único que reconocí. Los lunares en su cien, ya no eran los mismos. Cerca de ellos había una cicatriz que intentaba cubrirlos, pero al parecer no lo había logrado. Esos hombres no lo habían logrado.
La investigué apenas llegué a mi casa después de querer suicidarme, porque vi que ella era un motivo para vivir, y mi motivo era conquistarla.
Ella fue la primera mujer de la que me enamoré, mi primer amor de niño. Sin embargo, ahora al parecer estoy en la cuerda del amor-odio hacia ella.
Sus gestos, sus acciones, todo se parece a mi mamá. A esa mujer que tanto amé y que tanto llegué a odiar, llegué odiarla al ver en lo que se había convertido.
Odio que ella me guste, odio que ella no sea la mujer que imaginé, y lo peor que ese odio que tengo se parece más a amor.
Pensé que era diferente, pero al parecer no, ella es igual a lo que todo el mundo dice. Pero me niego a aceptarlo, algo dentro de mi dice que no la debo juzgar, aunque ya la juzgo.
Lo único que pasa por mi cabeza en estos días es la molestia que siento al recordar como ella se comporta, como se viste. Pero quien soy yo para juzgarla, hoy en día todos critican a las mujeres; si se viste muy descarado es una ramera, si coquetea con muchos hombres es una puta. Me molesta que describan así a las mujeres, pero por alguna extraña razón yo odio que ella tenga el carácter de mi mamá. A ella nada le afectaba, se vestía como quería y no le importaba las opiniones de los demás, ella tapaba sus oídos a los insultos. Pero como terminó todo esto.
Ella está muerta y todo por culpa de su carácter, si tan solo hubiera escuchado todos los consejos, si tan solo ella hubiera tenido más amor por ella misma, si tan solo ella no se hubiera encerrado en su burbuja llena de felicidad que solo era un cuadro pintado de colores hermosos, pero ese cuadro que con el tiempo se desgastaba la hizo sufrir su peor pesadilla, si tan solo ella hubiera visto que el dinero no era todo lo importante.
Luisa es igual, no le importa lastimar a otros con tal de lograr lo que quiere, o al menos eso es lo que ella quiere dejar ver.
Debo de dejar de pensar en ella. Solo me traerá problemas, y ya estoy harto de esto.
—¿hijo estás bien? — pregunta mi papá extrañado — te noto más distraído.
—No, no es nada, solo que estaba pensando en la empresa. — respondo. Pero veo en su mirada que no me cree para nada.
Sin embargo, no dice nada y se centra en su comida.
Luisa, es lo que me pasa, no dejo de pensar en ella desde que la vi nuevamente en ese puente. Como puedo estar enamorado de alguien así. Debo sacarla de mi mente, pero no lo consigo, es algo infructuoso.
—Ya vieron lo que dice el periódico de esta niña — pregunta josefina interrumpiendo el silencio que se había formado en el comedor — al parecer tiene novio — me hierve la sangre escuchar eso — oh y miren es socio de su hermano. Que extraño. — repite frunciendo el ceño al ver la revista de chismes — se la ve más feliz, no sé hasta parece persona — dice haciendo que mi papá proteste.
—Solo porque no te caiga bien, no significa que no tenga que sonreír. — exclama mi padre.
Yo solo puedo pensar en quien será su novio, quien es él que la consiguió.
Pero porque me preocupo, ella no me conviene, y estoy seguro de que ella ni siquiera nota mi presencia.
Valentín decía que su hermana era extrañamente amarga e insuficiente, que ella nunca sonreía y que se había ido de su casa sin ningún motivo.
—Pero si Samantha decía que su hija no sonreía, su personalidad era diferente a cualquier adolescente. Era como si no existiera, y si hablaba era para decir idioteces — Josefina es como una madre para mí, pero justo ahora quiero gritarle y decirle que ella puede ser diferente a lo que es, sin embargo, sé que el comportamiento de Luisa es diferente, nadie querría comportarse como una idiota.
Ahora caigo en cuenta de que Luisa me hace ser bipolar. Estoy criticándola, luego queriendo defenderla.
—Josefina solo deja de acribillar de insultos a esa niña que no te ha hecho ni ha dicho nada. Todos tiene una segunda versión de las cosas. — mi papá, siempre intenta ver el lado bueno de las personas, pero de qué sirve defender a alguien que es así. — aparte sus padres nunca se han quejado de su huida, todos supusieron que se había marchado, pero acaso ellos te han dicho que su hija se esfumó. Ni de Carla se quejan y eso que ella se escapó sin dar declaraciones sobre el asalto. Sus padres tuvieron muchos problemas gracias a ella.