Año 2016
ANDREÍNA
—Andre mi flor, ¿cuándo me vas a presentar a tu familia? ¡No quiero seguir con esta relación a escondidas!— Juan Pablo delinea con sus dedos mi espalda desnuda, estoy a su lado en su cama, me encuentro boca abajo, con mis ojos cerrados, aparento que estoy dormida, porque no sé qué responderle.
He buscado mil formas para decirle que me voy a casar con otro hombre, quiero que entienda que no es nada serio, solo es para vengar la muerte de mi padre y después regreso con él para estar juntos por siempre. ¿Cómo se lo digo? ¿Heriré su corazón? ¿Me perdonará?
Ya tenemos dos meses de nuestro noviazgo, nuestros encuentros son fortuitos, cortos y a escondidas, en el campus somos muy reservados, las veces que estamos juntos, es en su casa. Sus padres están en Suiza, me dijo que regresan en tres meses y cuando lleguen me los va a presentar.
—mi flor, tengo partido de béisbol la otra semana en Inglaterra, te prometo que estaré el día de tu cumpleaños y espero conocer a tu familia— termina de decirme dándome un beso en la frente y acomodándose para dormir. Yo abro mis ojos y lo observo. Es un chico rubio de piel blanca y ojos café, con un cuerpo robusto producto de sus ejercicios y entrenamientos de béisbol.
Juan Pablo es el hombre con el que siempre soñé, es cariñoso, amable y muy atento.
Estos dos meses que he estado con él han sido los mejores momentos de mi vida, ya hasta se me olvidó la maldita venganza con los Hidalgo. Ojalá y mi abuelo cambie de opinión sobre ser la esposa de ese hombre que ahora desprecio aún más; porque será el causante de mi infelicidad.
Mis cinco sentidos me dicen que Juan Pablo no me va a perdonar. ¡Dios! ¡No lo quiero perder lo amo con toda mi alma y si tengo que enfrentar a mi abuelo lo haré!
Los padres de Juan Pablo llegan en tres meses y para esa fecha él quiere proponerme matrimonio. Tengo que convencer a mi abuelo antes de que ellos lleguen.
Día 13 de junio de 2016
El sol asoma con sus inmensos rayos de luz, la brisa suave y fresca tocan mi piel, me había despertado desde muy temprano dando vueltas en el balcón, miraba como se levantaba parte de la ciudad. El bullicio de los carros se escuchaban a lo lejos y el sonido del ferrocarril, azotaban mis sentidos auditivos.
Me preguntaba a quién sería más difícil abordar: si decirle a mi abuelo que ya no quiero casarme, o decirle a Juan Pablo que me voy a casar, pero... no con él.
Sigo caminando de un lado a otro, jalándome los cabellos y olvidándome por completo que hoy es mi cumpleaños número 21 y por primera vez en mis años de vida tengo una preocupación que me está atormentando.
Se supone que mi abuelo fue quien llenó mi corazón con mucho odio hacia los enemigos de mi padre; sin embargo, he comprendido que el amor también es parte de nuestra existencia y que podemos convivir con ambos, amando a uno y odiando al otro. Sería como cuando yo digo: que amo la boloñesa con mucha salsa y odio el champiñón.
—Entonces si puedo odiar y amar al mismo tiempo, mi relación con Juan Pablo no me impide llevar a cabo el plan que tenemos!— salgo de mis ideas fantásticas cuando escucho sonar mi teléfono. Es mi madre.
—Hola mamá, ¿cómo estás?— la saludo sin ánimos.
—Andreína, hija mía, feliz cumpleaños, mi amor, te extraño mucho, perdóname por no estar ahí contigo— mi madre cada vez que me llama se pone a llorar y me pide perdón.
Seguro es por haberme dejado con el abuelo y ella se fue a Londres a vivir una vida normal, mientras yo acá no tuve infancia, mis juegos era el arco, las pistolas, las lecciones, y los videos de cada evento de los Hidalgo. Resoplo, nunca me había sentido tan mal como lo estoy ahora.
Antes lloraba que mi madre no estuviera conmigo y ahora lloro porque tengo miedo de lo que vaya a suceder entre Juan Pablo y yo.
—Gracias, mamá, yo también te extraño, cuídate mucho, voy a colgar!— respondo limpiando mis mejillas, no quería que me hiciera más preguntas sobre mi estado de ánimo.
Comienzo a llorar arrodillada en mi cama con la cabeza fundida en mi colchón. Mi corazón golpeaba mi pecho y la angustia de amar a Juan Pablo me causaba exasperación.
Estoy en una encrucijada y la esperanza es lo último que se pierde, me digo a mí misma secando mi rostro, dispuesta a hablar con el abuelo, me levanto al baño a lavar mi cara, luego bajo hasta la biblioteca, lo miro sentado en su despacho revisando unos archivos.
—Abuelo!— le doy un beso en la frente y me acomodo entre sus piernas.
—mi querida nieta, ya estás crecida hija, lo hiciste bien, tu padre estaría orgulloso de ti, así como yo también lo estoy. En este día te deseo un feliz cumpleaños y tengo dos regalos para ti— declara besando mi mejilla.
—wao dos regalos, ya quiero saber que son abuelo— murmuro fingiendo estar feliz.
—este es el primero— abre la gaveta de su escritorio y pone en mis manos unas llaves.
—¡Son las llaves de un auto! Gracias abuelo— le beso su mejilla; con ese regalo, alegró mi día, que tornaba opaco y gris.
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Editado: 13.08.2023