Marzo 14, 2017 | Presente
06:55 Am
| K Y L A N |
Lo miro, de rodillas sobre el suelo, con un golpe en la frente que no para de sangrar, está llorando, y me sorprende que la imagen de hombre rudo se haya esfumado en cuanto supo a que veníamos. Llora, y no sé qué es peor, la expresión de miedo en su rostro, o el hecho de que estamos a punto de matarlo.
—Repíteme tu nombre— me pide. A pesar de sus lágrimas, su voz me sabe a amenaza.
—No estás en posición de ordenar algo— le ruge MB y le propina una nueva patada en el estómago.
Vuelvo a escuchar el grito de la chica. Me giro a mirarla, porque ahora sé que nada en esta situación me aterra más que el hecho de que ella este aquí, no se pueda ir y esté horrorizada porque va a presenciar la muerte de su padre. Ella no tiene culpa alguna, pero su destino aún es incierto.
—¡No lo maten!— nos ruega. No tiene idea de la cantidad de atrocidades que ha cometido el hombre en el suelo, y aun cuando le mencionamos algunas, sigue votando a favor de su vida. Me sorprende cuan grande puede ser el amor que le tiene como para defenderlo de aquella manera.
—De todos sus pecados, la traición es la única que Caín no perdona. Ni siquiera deberíamos estar escuchándole.
—¡Pero es mi padre!
La puerta de la casa se abre; una chica histérica entra por ella y nos mira con gran horror. La reconozco en seguida, solo la vi un par de veces en el año que llevo en Edén, pero sé que trabaja para Caín también.
—¡¿Qué es lo que hacen?!— nos pregunta histérica. MB amplía su sonrisa al reconocerla; la odia y no tiene reparo en demostrarlo. Dice que siempre la encontró sospechosa y jamás confió en ella, pero conozco al tío, quiso tirársela y ella se lo negó. Aún no supera su rechazo. —¿Por qué están haciendo esto?
—Cariño, tu mejor que nadie lo sabes.
—¡No se atrevan a tocarlo!— saca su arma del pantalón, o al menos es lo que intenta hacer; MB tiene al menos 27 años, y lleva más de la mitad de su vida entrenado para esto, no me cuesta nada anticipar su jugada. Apunta y dispara.
Abro los ojos al ver a la chica caer hacia atrás, su hermana reprime un grito y se paraliza en silencio, llora sin poder sacar la voz; el hombre de rodillas es el único que emite un sonido luego del disparo. Lo escucho rugir un largo y fuerte "No" y comienza a llorar con escándalo de nuevo. Grita una y otra vez.
Me siento estúpido, parado ahí en medio, sin decir una palabra, sin moverme, sin saber que hacer; enojado, aterrado, con un arma en la mano y sin poder completar mi tarea.
—Es hora de terminar con esto, mátalo— me giro a mirar al hombre, está serio, tiene los ojos rojos y no detiene sus lágrimas. Aún contempla el cuerpo de su hija quieto sobre el asfalto; comienzo a escuchar los sollozos de la hermana, y no puedo moverme. —¡¿Que esperas?! Este es tu trabajo. Eres tú o él.
Y la decisión es simple. No voy a morir ahora, no después de tanto.
—¡Dime tu nombre!— me ruge. Su persistencia me estorba, me detiene y me hace dudar.
—¿Para qué?
—Quiero morir sabiendo el nombre del maldito que me mato en frente de una de mis hijas.
—Soy Bentley— gruño. —Espero que mueras feliz.
Y le disparo.
Su cuerpo cae hacia atrás, los gritos de la niña lo acompañan. Sus ojos abiertos asustan, lo hacen aún más porque creo que él pensaba que no sería capaz; vio algo en mi quizá, me vio débil. Pero ya no lo soy, y no viviré de expectativas de los demás. Este es el nuevo yo.
—Termina el trabajo— me indica con la cabeza la niña atada en su silla. Cuando enfocó mi mirada en ella y entiende a lo que MB se refiere, se acelera aún más, se retuerce y mueve la silla. Si antes tenía miedo, ahora está aterrorizada.
—Ella no tiene nada que ver— la defiendo.
Matar a su padre es una cosa, pero matar a alguien inocente es algo completamente distinto; morirá solo porque tuvo la mala suerte de nacer en esta familia rodeada de criminales. Algo así como la suerte que le tocó a cada niño que fue arrastrando a Edén.
MB me mira y frunce el ceño. Luego le dispara sin más.
Comienza a caminar hacia la salida. Dejándome allí plasmado, viendo caer el cuerpo de la chica, con la cara llena de horror y lágrimas, tristeza y un profundo dolor.
Ni siquiera alcanzó a pasar la adolescencia.
—Nosotros no dejamos evidencia.
Me siento en la cama de un solo salto. Estoy sudando por una puta pesadilla otra vez. No dan miedo, pero mis pesadillas siempre son igual de tormentosas; me muestran los peores momentos de mi vida, aquellos que quiero olvidar.
En seguida comienzo a odiar todo, despertar de esta forma me pone de mal humor; aunque considerando la situación, todo lo hace. Maldigo la cama, es tan dura que parece una extensión del suelo; maldigo las cuatro paredes más heladas del mundo, maldigo el hecho de estar aquí ahora, alejado de T y sabiendo que ella está en un lugar que no conoce, llena de dudas y secretos que yo mismo cree; odiándome. Puteo al maldito de Hellion, a BlackHand y todos los que trabajan en ella; y también al puto de Caín por dejarme pasar cinco días aquí sin hacer acto de presencia. E incluso puede que también este odiando a los Titanes por no presentarse a verme aún si se les está prohibido. El encierro me está volviendo loco, y mucho más porque no puedo correr a asegurarme de que T este bien. Para ir y explicarle las razones de mi silencio.
El neandertal de la reja de al lado hace un ruido con su anillo golpeando las barras de metal para llamar mi atención. Me molesta el solo hecho de saber que está allí, porque se ha dedicado las últimas cinco mañanas a joderme. Quiero partirle la cara de un solo golpe, pero sé que lo único que voy a lograr, es alargar mi estadía.
—¿Que sucede princesa? ¿Una pesadilla?— se burla.
Parece que me gritara a los cuatro vientos que quiere que le reviente las bolas. Me froto la cara con frustración, estás cuatro paredes ya me están sofocando, las horas libres parecen segundos; aunque ir allí fuera en realidad es mucho más terrible que aquí dentro.
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Editado: 02.12.2020