Julio 26, 2017
10:06 am
| Tyee |
Miserablemente ni siquiera me atrevo a levantar la mirada. Estoy nerviosa y tiemblo tanto que siento que en cualquier momento comenzaré a mover la habitación a mi alrededor. Fijo la vista en las manos sobre mi regazo mientras espero a que Kylan termine de hablar.
No quiero estar aquí.
No quiero estar aquí.
—...Señora Hooligans.
No quiero estar...
Mierda. ¿Qué dijo qué?
Esta vez levanto la mirada de la pura sorpresa. El doctor frente a mí, un hombre de unos 50 años, vestido con una bata morada, me mira esperando respuesta y me doy cuenta de que no he prestado ni un poco de atención a esto. Mi concentración es nula el día de hoy.
—¿Qué?— vuelvo a preguntar. El doctor me sonríe amigable.
—Señora Hooligans, le...
—Solo Smith— le corto.
Tarde me doy cuenta de lo humillante que suena eso. No solo estoy dejando en claro que vamos a ser padres sin siquiera tener algo, sino que además restriego el hecho de que sigo completamente soltera. Por sobre todo me aprieta el corazón la manera en que me mira Kylan, como si le acabara de decir que no a una propuesta inexistente.
—Señorita Smith— corrige, —le decía que usted supone que el bebé debe tener entre 10 y 12 semanas, ¿No es así?
Asiento con la cabeza demasiado rápido, lo que hace ver mi movimiento exagerado.
—Vomita todo lo que come y ha adelgazado bastante— sigue hablando Kylan por mí. Yo lo miro, así como lo hacía con la señora Smith cada vez que me llevaba al médico. Ella hablaba por mí y decía mis síntomas aun cuando era yo la enferma.
—Bueno, los vómitos y las náuseas son cosas muy normales en el embarazo; sin embargo me preocupa el historial de aborto que tuvo.
¿En qué momento le dijo eso?
—además está el hecho de que usted es considerablemente delgada. Eso podría afectar su salud— continúa el pequeño hombre canoso. —Vamos a tomar su peso y estatura, y además la haré una ecografía abdominal para comenzar. Por hoy evitaremos la ecografía transvaginal.
¿Transque? Joder, que si a él se le ocurre hacer algo como eso ahora, yo me voy. Ya siento que voy a morir, no me hagan las cosas más difíciles.
El doctor se pone de pie y nos rodea para ir a preparar su estudio, dejándonos a Kylan y a mí en un incómodo silencio. Lo sigo con la mirada hasta que el ángulo no me da más. Luego regreso a Kylan.
—¿Por qué le dijiste lo del aborto?— susurro para que el ginecólogo más allá no nos escuche.
—¿A que vino esa mierda del «Solo Smith»?
—Es mi apellido. ¿No te jode?
Él simplemente me mantiene la mirada, como si quisiera arrancarme los dedos uno por uno, porque le estoy resultando bastante odiosa. —Es un Doctor de Edén, no tienes de que preocuparte.
—¡Que Consuelo! No podía esperar por que un miembro del bando contrario me quisiera meter cosas por la vagina.
Kylan toma aire y lo bota pesadamente. —Nosotros ya no somos «De distintos bandos».
Como si eso siquiera importara.
—Me niego a que siquiera me toque allá abajo.
—Dijo que no iba a hacerlo.
—Está listo— interrumpe el doctor.
Tengo tanta furia contenida dentro sin siquiera un motivo, que me levanto con más fuerza de la que planeaba, y mi movimiento vuelve a delatar mi nerviosismo. Siento como si mi cuerpo fuera una gelatina, y que camino a tambaleos.
Primero me hace subirme a una balanza para tomar mi peso y lo siguiente es para medirme. 1,58 centímetros y diez kilos menos de mi estatura. Si, creo que tengo problemas con eso. Me toma la presión y al final anota todo en una libreta. En la sala reina el silencio, mientras nosotros mantenemos nuestras miradas dudosas sobre él y cada movimiento que hace. Sé que debe sentir como si intentáramos quemarlo.
Me invita a pasar a una camilla. Trago saliva, pero vuelvo a hacerme la fuerte, levanto la barbilla y camino, pretendiendo que no estoy a punto de desmayarme. Y no hay más razón aparente para todo este espectáculo, que el hecho de que por alguna ridícula idea, sé que esto volverá todo más real. Como si no lo fuera ya.
No sé si el hombre será consciente de ello, pero Kylan sí que lo es. Y aun después de nuestra pequeña discusión de susurros, no duda ni un segundo en llegar a tomar mi mano para mostrarme apoyo. Siempre sabe el momento exacto en que lo necesito. Me giro para buscar sus ojos y encuentro justamente lo que necesito; consuelo, seguridad, protección. Me sonríe, y el brillo en las esmeraldas le hace juego con la luminosidad que hay en su rostro en estos instantes. Como esas pocas veces en las que está realmente tranquilo.
—Estará todo bien, ¿Vale?
Suelto una sonrisa, pero no me esfuerzo en aparentar nada, porque entonces él se daría cuenta enseguida. Se ha vuelto realmente bueno leyendo mis emociones.
Me ayuda a acomodarme, pero no suelta mi mano.
El hombre me sonríe amablemente antes de levantar mi camiseta hasta el borde del sostén y yo incrusto mi mirada en el techo blanco de la sala. Siento que aplica un gel frio en mi vientre, luego teclea algo en la maquina y apega el objeto a mi piel para comenzar a moverla en distintas direcciones esparciendo el gel.
Bajo la mirada. Kylan está atento a todos los movimientos del hombre, como si en lugar de un transductor, me estuviera esparciendo el gel con el cañón de un arma, y estuviera listo para saltar encima en caso de que la cargara. No creo que un feto tan pequeño pueda notarse en casos normales, pero mi vientre es tan plano que allí ya veo un bulto, más parecido a un tumor que un feto, si me lo preguntan, pero no hago comentarios al respecto.
No se escucha más ruido que el de nuestras respiraciones en la sala y eso me pone mucho más nerviosa. Kylan levanta la mirada y cambia por completo el gesto serio a un de completa concentración, como si estuviera mirando un partido de los Boston Celtics en el monitor. Parece que en cualquier momento va a levantarse de un salto agarrándose la cabeza para exclamar un «Uuuh».
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Editado: 02.12.2020