Narra Matt
Luego de casi media hora -gracias al queridísimo trancón-, llegamos al sitio que tantos recuerdos me traía. Aparqué la moto en el espacio más cercano que encontré a la heladería teniendo en cuenta de que no iba solo, por lo que también tuve en cuenta el hecho de que hubiera otro puesto libre al lado de donde estaba estacionado para que Juls pudiera estacionarse sin problema alguno.
Al bajarme, moví mi cabeza un par de centímetros hasta encontrarme con una escena que me causó bastante gracia; ahí estaba Juliette sacándose el casco que cubría su brillante cabello ondulado, pero al parecer se le enredó un mechón en este porque se detuvo en el proceso mientras su rostro demostraba sutiles gestos de dolor mientras tiraba del casco con suaves movimientos -bueno, tal vez no tan suaves-.
Ha, ¿suaves? No me hagas reír. Parece psicópata tirando de su cabello mientras maldice a diestra y siniestra, de hecho, en estos momentos yo creo que si te acercas y dices alguna de tus idioteces, te podría decir hasta de qué te vas a morir.
Casi al instante se me formó una sonrisa divertida en el rostro mientras me acercaba a ella a paso relajado. -¿Problemas?- Le dije burlón, a lo que me respondió fulminándome con la mirada -No que va pedazo de genio, estoy perfectamente bien... imbécil obvio que tengo problemas, ¿acaso ya te empezó a fallar la vista?- me dijo a la defensiva.
Yo solamente me pude reír mientras me acercaba con cautela hacia ella, para luego agarrar su cabello y el casco para, en menos de treinta segundos en los que ella cuestionaba que hacía mientras se tensaba, finalmente desenredar su sedoso cabello y volver a mi sitio original.
No tengo ni idea de qué rayos estará pensando ella en estos momentos ya que me mira con asombro y hasta admiración. -¿Cómo lo lograste?- me dijo aun anonada -He tenido entrenamiento... desenredando audífonos, luego de estar un mes guardados en el bolsillo- le dije, a lo que ella se rió un poco y me alcanzó, para luego darme un pequeño empujón en mi hombro; señal de que nos moviéramos hacia la entrada.
-¿Ni un gracias para mí?- le dije -Nah, supongo que los helados que estoy a punto de pagar son suficiente- me dijo lo más de relajada, a lo que yo simplemente moví mi cabeza en señal de asentimiento y entramos al local dueño de mis mejores recuerdos.
Narra Juls
El lugar es hogareño, casi puedes percibir el aroma de pan recién horneado de la abuela. Caminamos en dirección al mostrador, donde un chico alto nos recibió con una sonrisa; y oh vamos, ¿esto es en serio? Como si no tuviera nada mejor que hacer, me recorrió con la mirada y su sonrisa se ensanchó como la del gato de Alicia en el País de las Maravillas. La parte que no me esperaba fue que mi acompañante gruñera cual animal al ver al chico, quien automáticamente bajó la vista.
¡Esperen! ¡Alto al fuego! ¿Te acaba de celar?
Ay claro que no, no seas exagerada
Claro que no estoy siendo exagerada, tú misma acabas de decir que gruñó como si fuera un animal
Ahá, ¿y qué con ello?
¿Sabes qué? Olvídalo
-Bienvenidos a Fräulein Frost, ¿en qué les puedo ayudar?- nos dijo el chico
¿En qué les puedo ayudar? Pff pues fíjate, venimos a una heladería a comer pizza, ¿Me regalas una?
Te juro que me estoy aguantando las ganas de decírselo
Antes de que esa frase saliera de mi boca, mi acompañante se apresuró a responder, como si hubiera leído mis pensamientos -Hola, ¿me regalas un helado de chocolate y uno de...?- dijo dejando la pregunta al aire -Que sean dos de chocolate, ¿cuánto es?- le dije segura mientras sacaba dinero de mi bolsillo. -Serían dos euros, ¿quién paga?- preguntó el chico al ver que ambos estábamos sacando dinero de nuestro bolsillo.
-Yo pago- dijimos al unísono, para luego mirarnos a los ojos, como si mirándonos fuéramos a decidir quién paga. Sin embargo, yo fui más astuta y le pasé el dinero al chico por detrás de mi espalda; sonreí triunfante cuando me dieron la factura y nos entregaban los helados.
-Debiste dejar que yo pagara- me dijo, medianamente molesto
-Te dije que iba a pagar, además ni que estuvieran tan caros- le dije aún con una gran sonrisa adornando mi rostro.
Empezamos a caminar por un parque que se encontraba al lado del local mientras nos comíamos los helados en silencio, pero no era un silencio incómodo de esos que te hacen querer salir corriendo de ahí lo más pronto posible; era un silencio tranquilo, en esos que sabes que ambos están lo suficientemente sumergidos en sus propios pensamientos.
-Y bueno... ¿Qué te trajo a Berlín?- me preguntó Matthew rompiendo el agradable silencio en el que nos encontrábamos
-El buscar una nueva vida, lejos de los recuerdos del pasado- le dije tranquila, al ver que se quedaba callado, continué un poco más -Mi madre murió hace más o menos un año, y tanto papá como yo queríamos comenzar una nueva vida, pasar la página por así decirlo- al terminar de decir esa frase, él volteó a mirarme con... ¿lástima? Oh, no me digas que es eso.