Estaba muy aburrida porque ya había acabado la tarea y no tenía nada que hacer. Tenía ganas de pintar pero no tenía libros ni hojas. Lo que si tenía eran colores.
Una vez la seongsaeng nos puso a dibujar. Había hecho a una niña— esa niña era yo— y un gato jugando; y los pinté con el lápiz. Ella me regañó y me rompió el dibujo. Lo volví a hacer.
Me imaginé a dos animalitos: un gato un perro jugando en un parque. Nada más tenía la pared para dibujar y los colores. ¡Iba a poner felices a mi mami y a mi papi!
Empecé a dibujar el sol en la esquina y a pintarlo. Luego hice las nubes y el cielo azul. Esto me gustó mucho y sabía que con el tiempo lo iba a hacer mejor.
Después hice el pasto y ¿por qué no? Unas flores para que fuera más bonito. También le puse un gatito negro y un perrito café que estaban jugando muy felices.
Lo terminé y les iba a hablar pero mi papi llegó antes y se enojó.
— ¿Qué pasó?— me asusté y no contesté. Mi appa se enojó más y me acercó una botella con tinta negra.
— Dije: ¿qué mierdas pasó?
— Yo...— acostó la botella— lo... Pinté— abrió la botella y me cayó poquita tinta en la ropa.
Mi omma se acercó y yo tuve mucho miedo. Sabía que me tocaría una regañiza.
— ¡¿Qué pasa?!
— Ésta niña . Cuídala, Seo-woo— me miró a mi—. Y tú, sabes todos los sacrificios que hacemos por ti y tú pagándonos de esta manera. De veras que contigo no se puede. Ahora vas a limpiar la pared.
Empecé a llorar. Nunca los tendría contentos porque era una mala niña. Por más que intentaba hacerlo no podía. Mi mami me dio un trapo y yo tuve que preparar el agua que estaba muy fría.
Me puse a limpiar mientras estaba llorando. Mi papi me gritó.
— ¡Deja de llorar! ¡No seas cobarde! ¡Ya no eres un bebé!
Me limpié y seguí limpiando la pared. «Eres mala», me dije. Por eso mis compañeros no me dejaban en paz.
Acabé muy tarde. Nada más quería cenar e irme a dormir. No tenía hambre y ni siquiera alcancé a ponerme la pijama.
[******]
¡Hoy era mi cumpleaños! Cumplía seis años y sabía que iba a ser un día genial. No iba a la escuela y mis compañeros no iban a fastidiarme.
Habían venido mis primos, ahora no iban a molestarme por ser mi cumpleaños. O eso quería.
Estaban jugando a atraparse y no me dejaban estar con ellos.
— Vete— me había dicho Ji-ah, la más grande. Me fui porque no quería problemas.
Me fui a mi habitación a llorar pero no le cerré. Me daba miedo que Yoon-do y Ji-cheong me dejaran ahí para siempre.
Pero si me quedaba ahí mi appa me iba a regañar y a castigar, así que me regresé con ellos aunque me corrieran.
Estaba corriendo pero a mi nadie me hacía caso. Era como si fuera invisible. No me gustaba para nada.
— Que te largues— me dijo Jin-hee.
Me senté en un rincón, casi como en la escuela pero ahora iba a ser peor, porque ni mis primos me querían con ellos.
No quería llorar porque no quería ser una cobarde como decía mi papi. Pero también quería tener amigos.
Siempre me decían que no valoraba lo que se me daba y que era una malagradecida. Acordarme de eso me hizo sentir de lo peor.
En la escuela me obligaban a hacer todo el trabajo que era en equipos y salimos mal porque a veces no lo acababa.
Llegó la hora de partir el pastel. Que bueno que ya era porque ya no aguantaba jugar sola cuando estaban mis primos.
Me cantaron “¡feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños, querida Hye-jung! ¡Feliz cumpleaños a ti!”. Al menos estaba feliz por los regalos y el delicioso pastel de chocolate que me compró mi mami.
— Antes tienes que pedir tres deseos— me dijo mi omma.
Pensé en muchos deseos: ¿ser una princesa? ¿Tener más juguetes? Lo que de veras quería era:
1. Que me quisieran mis primos.
2. Que no me molestaran mis compañeros.
3. Que mi mami y mi papi no pelearan tanto.
Cerré mis ojos y pedí eso con todas mis fuerzas. Quería eso, nada más. Soplé las velitas del pastel con una gran sonrisa y lo partí en rebanadas.
El pedazo más grande era para mí por ser la cumpleañera. Por eso me encantaba este día.
“¡Queremos Pastel!” cantaban todos. Nada más partí la primera rebanada del pastel y mi appa estaba sirviendo la comida con una mala cara, pero eso no hacía que dejara de estar feliz por este gran día.
Estaba segura de que todos mis deseos se iban a cumplir e iba a dejar de ser tan rara y fea. Todos me abrazaban y me dieron regalos. Algunos fueron dulces y otros fueron juguetes. Me encantaron.
Y lo que más me gustó fue un libro de colorear muy grande que venía con muchos colores. Me emocioné mucho.
Hoy mis primos no me dejaron estar con ellos, pero eso iba a cambiar y me iban a incluir. También en la escuela tendría amigos y ya no tendría problemas.
Sonreí otra vez.
Hoy era domingo y estaba ansiosa por volver a la escuela mañana.