—Está todo bien, papá. ¡Nos salvaste la vida!
El torrente en mi interior se desató, en el intento de contener el llanto mi cuerpo se sacudió, intenté contenerme pero fue imposible, liberé toda la angustia retenida. Una mujer pequeña que no sé en qué momento había entrado a la habitación exigió al médico y a la enfermera que nos dejaran a solas.
—Yo no fui —confesé cuando pude volver a hablar. Aitana me acercó el vaso nuevamente y el líquido suave se deslizó por mi garganta aliviando el ardor— Fue mi mamá —Insistí.
—Despacio, vas a tener tiempo para contarnos todo —habló Tomás.
—No entienden —persistí— mi mamá —balbuceé como un niño— ella me alertó sobre lo que iba a suceder.
—Por eso llegaste a la obra justo a tiempo —afirmó mi novia con las mejillas mojadas a causa de las lágrimas que no dejaban de caer.
—Cuando vi la grúa torre cayendo, sólo podía pensar en salvarte.
—¡Viejo! —jadeó Tomás, cubriéndose el rostro con ambas manos, la mujer bajita se acercó a él y lo abrazó—. Nos hiciste pegar un buen susto, ayer pensábamos que te ibas…
—¡No! —gritó mi novia— Te dije que iba a vivir ¡Yo nunca lo pensé! Sabía que no me ibas a dejar.
Me guardé la última información, quizá más adelante podría contarla pero por ahora eran suficientes emociones. La intensidad de la mujer que abrazaba a Tomás me obligó a mirarla, no puedo explicar cómo pero supe al detener mis ojos en ella, que sabía lo que yo callaba.
—Viejo, ella es mi novia Victoria —la presentó al ver que yo la observaba.
Fue a decir algo, pero los médicos la interrumpieron, explicaron que me habían dado tiempo para estabilizarme emocionalmente pero que debían comenzar con estudios más profundos. Fue allí que recordé el dolor en mi brazo, miré hacia mi costado y me impactó verlo.
—Es temporal —explicó el doctor, cuando siguió mi mirada— va a tomar algún tiempo pero el brazo se va a curar ¡La sacaste muy barata!
Ignorándolo miré a Aitana en busca de una explicación.
—Cuando te tiraste encima mío, una de las columnas comenzó a ceder y vos giraste conmigo evitando que nos aplastara, pero al voltear te clavaste un hierro de ocho milímetros que te atravesó el brazo. Perdiste mucha sangre porque la ambulancia no llegaba, mi hermano llegó primero, te cargó en el auto y te trajimos hasta este hospital.
—¿Vos? —pregunté desconcertado mirando a Tomás, mi amigo negó con la cabeza antes de decir:
—Ella —y miró embelesado a su novia.
Victoria me sonrió y alcancé a decir “gracias” antes de que un camillero me arrastrara hacia la zona de rayos X.
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Editado: 21.02.2024