Refugiados

capítulo 6

Sin embargo aquella relativa tranquilidad pareció ser la calma que anunciaba la tormenta. A la semana siguiente cuando una de las tutoras se asomó a la puerta de mi aula, y pidió verme, intuí inmediatamente que algo había sucedido con Irina.

-Está en dirección, peleó en el patio con una compañera, durante el recreo –alcanzó a informarme antes que saliera corriendo hacia el edificio donde estaba mi hermana. Entré intempestivamente a la oficina y la encontré llorando, pero no parecía herida. La abracé mientras los adultos presentes intentaban explicarme lo que había sucedido.

- Ya hemos llamado a sus tutores, la violencia no es admisible – decía el directivo pero sólo podía sentir el cuerpo de ella temblando contra mí, sin poder parar el llanto. Parecía más indignada que triste, aunque era posible que ahora estuviese dejando salir todas las lágrimas que guardaba.

-¿Qué sucedió?- pregunté sin soltarla.

-Cuando lleguen los Walker ...- dijo una mujer presente, quizás la profesora o la tutora, no lo sabía.

-Quiero saber ahora qué pasó con mi hermana.

-Tuvo una pelea con una compañera en el patio, hubo violencia física – explicaron.

-¿Pero por qué? – pregunté y nadie respondió. Entonces aparté un poco a la niña que ya había dejado de llorar y pregunté -¿Por qué, Irina?

Me miró durante unos minutos, no parecía dispuesta a hablar, pero luego empezó a hablar en voz baja, inició el relato en su propio idioma, luego cambió a la otra lengua, que sonaba forzada y ajena.

-Dijo que no debíamos estar acá, que los inmigrantes robábamos a su país, que éramos mendigos, gente sucia...-contó y entendí su indignación, el dolor ¿Cuánto más deberíamos sufrir? ¿Es que nunca bastaba? Ninguno de nosotros habíamos pedido la guerra, tener que huir de nuestro país, abandonar nuestro hogar, perder a quienes amábamos –Lo siento, no llores- dijo ella y solo entonces fui conscientes de que las lágrimas habían empezado a rodar por mi cara. Me limpié con la mano y tomé a Irina fuerte de la mano.

- No justifico la violencia, pero mi hermana fue herida también, las palabras lastiman – dije enfrentando a los adultos que me miraban avergonzados tras oír las palabras de Irina. Y antes que alguien más pudiera decir algo entraron los Walker, se los notaban agitados, como si hubieran venido muy apurados y preocupados.

-¿Están bien? – preguntó Sara mirándonos y asentí levemente. Robert se agachó junto a Irina y enfocó la mirada en la pequeña herida que tenía en la mejilla y en el rastro de lágrimas, y antes que yo pudiera reaccionar, la tomó en brazos, como escudándola.

-Todo está bien – musitó, pero lo dijo en nuestra lengua natal, e Irina le echó los brazos al cuello. También yo me sentí aliviada.

Nos sentamos y comenzó la reunión, la Sara que había conocido hasta entonces era una mujer dulce y centrada, pero comprendí que podía ser implacable por defender a los suyos y en este caso defendió a mi hermana. Por un momento me relevaron de mi papel de adulto y volví a ser una adolescente mientras alguien más resolvía los problemas. Había olvidado cómo se sentía eso.

Tras llegar a un acuerdo en el que Irina no sería sancionada y se comprometía a no volver a usar la violencia, nos retiramos. Aunque Sara se aseguró que también se hiciera una nueva reunión con la niña que había insultado a mi hermana y su familia para explicarle que también había cometido una transgresión a las normas escolares.

Y unos días más tarde, me tocó a mí enfrentar mi propia batalla.

Hasta el momento había pasado desapercibida en clases y no se me habían acercado los demás para intentar socializar, pero mi suerte no podía durar mucho.

Al salir de clases, un grupo de chicos se me acercó.

-Soy Lucas, estamos juntos en la clase de ciencias. Hace mucho que quería hablar contigo – dijo uno de ellos. Los demás se presentaron aunque no los entendí muy bien, me rodeaban, estaban demasiado cerca. Y aunque sabía que estaba en la escuela, a plena luz del día, que nada me pasaría, sentí pánico.

De pronto ya no estaba allí, sino en aquella noche en que Dimitri se enfermó y me ofrecí a buscar los medicamentos. Mamá dijo que iría ella, pero pensé que yo sería más rápida y que mi hermano la necesitaba a su lado. Regresaba a casa cuando aquellos soldados me rodearon, había toque de queda y yo iba sola. Dije que debía ir a casa, que mi hermano estaba enfermo, bajé la cabeza e intenté que me dejaran ir, pero no pude. Eran muchos, estaban alcoholizados y querían divertirse, me arrastraron cerca, a un edificio en ruinas. Miedo, sentí mucho miedo, sabía que no podría escapar, y entonces una bomba cayó cerca, eso los distrajo un instante y pude escapar. Pude escapar sin que nada pasara, pero cuando llegué a casa llorando, con la ropa desacomodada y sin los medicamentos, mamá lloró conmigo. Esa noche ella decidió que debíamos marcharnos. "No podemos seguir aquí", dijo mientras me abrazaba fuerte.

Y ahora esa noche volvía a mí ahora. El pánico me paralizaba, incluso empecé a balbucear en mi idioma.

-Aquí estás, te estaba buscando- dijo una voz y un chico que desconocía se abrió paso entre los demás, me tomó de la mano y me sacó de allí.

Bajamos las escaleras, caminamos un trecho hasta que encontramos un banco y me hizo sentar.

-¿Estás bien? – preguntó y lo miré confundida – Soy Eric, vi que no te sentías bien ¿Un ataque de pánico, verdad? Yo solía tenerlos, solo respira, te sentirás mejor en un momento – dijo y se sentó  en el banco, lo más alejado posible de mí.

-Gracias – dije y él me sonrió.

 




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