Ferviente placer
Guardo en el pequeño bolso de mano el celular, mi documento, las tarjetas y el ticket de la reserva que imprimí el día anterior. Una vez tengo listo esto, vuelvo a mirarme en el espejo. Contemplo con atención el enterizo largo de color rojo que compré ayer, junto al par de zapatos de tacones aguja color blanco.
Me gusta como la prenda se ajusta a mi cuerpo, y como el escote de corazón hace que parezca que tenga más busto. Los tengo pequeños, estoy a unos centímetros de ser plana en esa zona, algo que siempre me hizo sentir poca cosa, sobretodo cuando Hernán me comparaba...
—No, no, no, no. Esta noche no habrá cabida para esos pensamientos. —Los detengo antes que vuelvan a jugarme una mala pasada.
Me cercioro de que mi pelo esté bien, me lo recogí por completo y la cola de caballo cae liso y recto rozando a la altura de mis hombros. Hago un último repaso a mi rostro. Retoco sutilmente con un poco más de rubor mis mejillas. Mis párpados que delinee finamente de negro no necesitan añadido, mis pestañas tampoco. Para terminar me coloco el labial carmesí mate de duración prolongada (o eso dijo la chica de la tienda), y estoy lista.
Agarrando el bolsito y el abrigo de gamuza negro preparados sobre la cama, salgo del cuarto.
— ¡GUAUUUUU! —Manifiesta Natalie sentada en el sillón. Silba y me sonríe traviesa. —Amiga, estás... Divina divina.
Me rio.
— ¿Sí? ¿Opinas que voy bien así?
— ¡Oh, yeah! Me encanta ese enterizo, me lo tenés que prestar.
—Cuando quieras —digo sintiendo calor y frío recorrerme. —Transpiro horrible, ¿Se nota?
—Nop, nada de nada. Lo bueno que el maquillaje es a prueba de agua —dice divertida.
— ¿Qué hora es? —Le pido saber, demasiado nerviosa para sacar mi celular del bolsito.
—Faltan unos diez minutos, así que aprovechalos para respirar y calmarte —Se ríe por lo bajo.
Cierro los ojos, tiene razón, estoy actuando como una adolescente. Aunque en mi defensa hace mucho, mucho tiempo que no salgo con nadie. La última vez que lo había intentado con un compañero de la universidad, mi ex apareció y pasé una gran humillación por causa.
Otra vez... ¡Basta!
—Necesito agua... —Pero antes de poder dar un solo paso hacia la cocina, el tiembre suena, me detiene y miro a Nat. — ¿Esperabas a Adán?
—No, viene más tarde. —Se levanta y camina hacia la entrada ya que yo no me moví para nada. —Está ansioso el doc de animalitos, ¿No? —Expresa con gesto pícaro.
Finalmente consigo dar un paso al frente, justo cuando ella abre la puerta y escucho que se saludan.
—Ella ya viene... —le comunica.
Doy unos cuantos pasos más y aparezco ante ellos.
Al ver a Uziel mi aliento se corta. Está... buenísimo. No se me ocurre otra definición. Con pantalón de vestir negro, camisa azul marino y colgando de su brazo un saco elegante sport también negro, se ve como un modelo recién salido de una revista Vogue.
—Hola... —musito completamente acalorada.
—Hola... —su voz baja y mega varonil acelera mi corazón.
El sonido de una risita entre dientes, hace que vuelva la mirada. La cara burlona de Nat, genera que quiera darle un tirón de pelo. Pero termino sonriendo porque es imposible hacer otra cosa ante su diversión.
—Bueno chicos, disfruten la noche —pone su mano en espalda dirigiéndome afuera. —Cualquier cosita me escribís, no creo que salgamos Adán y yo hoy. —Susurra en mi oído.
Asiento, y una vez afuera, miro a Uziel a los ojos.
—Cuidá bien a mi amiga, ¿Eh? —Advierte Natalie, y noto que es medio enserio, medio en broma.
Él voltea a verla, y creo que también se dió cuenta, porque se pone un poco serio y dice;
—La voy a cuidar, te lo aseguro.
La miro a ella, y parece satisfecha.
—Que la pasen bien —se despide moviendo la mano y después cierra la puerta.
Quedamos solos en el corredor. Volvemos a mirarnos, y ambos, con una sonrisa en nuestras bocas, vacilamos un instante.
—Te diría que estás hermosa, pero me quedaría corto... —Declara entonces, acalorandome todavía más.
—Gracias. Vos te ves... muy bien también. —Digo temblando como una hoja.
Su perfecta sonrisa se amplía, y la intensidad de sus ojos me marean.
— ¿Vamos?
—Ajá... —Es lo único que logro decir.
Asombrandome como es su costumbre, pone el brazo con gran caballerosidad, para que me agarre a él. Con la cara roja como mi enterizo, me aferro sonriendo con timidez.
Así bajamos, y caminamos por el estacionamiento. Abre la puerta de su auto para mí, y después de rodearlo y subirse, salimos rumbo a La Costanera.
Durante el trayecto en el auto, hablamos de nuestra semana, me intereso por su trabajo y él en el mío. Él me habla de sus pacientes caninos o gatunos, y yo de decoración y clientes exigentes. En medio de ello, me recuerda que su hermana está interesada en renovar su cocina y me pide permiso para darle mi número. Con agrado le digo que sí, que se comunique conmigo el lunes o el día que prefiera para poder reunirnos.
Llegamos al restaurante, Uziel estaciona su coche dentro del estacionamiento del mismo, y cuando bajamos vuelve a enlazar su brazo con el mío. Así ingresamos al lugar. Una chica muy amable nos recibe, y luego de comprobar nuestra reserva nos lleva hacia nuestra mesa junto grandes ventanas que ofrece una linda vista del Río de la Plata.
Uziel retira la silla para que me siente, después se acomoda frente a mí y dice;
—Nos tocó una linda vista —Pero al mirarlo a los ojos, no sé porqué pienso que lo dice por algo más.
—Sí, y el lugar lo es también. Me gustan el diseño y la distribución.
—Humhm, bueno definitivamente solo una diseñadora podría mirar esas cosas. Yo apenas sé vestirme.
Y de maravilla, pienso mientras me rio.
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Editado: 11.10.2022