Reveses de la vida

27. Cadena de problemas

Vulnerable - Selena Gomez

Vulnerable - Selena Gomez

El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada        

El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada. —Gustavo Adolfo Bécquer

Maggie giró a ver a Andrew, pero al hacerlo solo pudo sentir como este último la tomaba de la cintura y la hacía a un lado        

Maggie giró a ver a Andrew, pero al hacerlo solo pudo sentir como este último la tomaba de la cintura y la hacía a un lado. Dio un par de pasos hacia atrás, debido a la brusquedad y tan pronto se estabilizó por el rabillo del ojo miró como Matías se le echaba encima su acompañante. Un jadeo de impresión la asaltó, seguido de un escalofrío que nació en su espalda baja y viajó por todo su cuerpo. El pulso se le aceleró y solo pudo regresar los pasos retrocedidos e intentar tomar del brazo a su ex, mismo que había agarrado a Andrew el cuello de la camisa.

—¡¿Qué demonios te pasa?!, ¡te exijo que lo sueltes! —gritó Maggie, con la respiración acelerada y las mejillas coloradas. Sintió una molestia en el vientre, pero tanto su afán por separarlos y evitar una desgracia, dado que conocía de lo que Matías era capaz, que no pudo preocuparse más nada.

—¡¿Quién mierdas te has creído para ponerle las manos encima a mi mujer?! —bramó con furia Matías, acercando a Andrew a su rostro. Este último, elevó ambas manos en señal de rendición, porque él no quería problemas y menos con Margarita a un lado. ¡Estaba embarazada!, ¿acaso el imbécil de Matías no lo entendía?, ¡joder!

—¿Acaso no me escuchaste?, ¡suéltalo! —exigió Margarita dándole un fuerte jalón que rompió la tela de las mangas de la camisa de vestir. Pero dado que se negaba a hacerlo y, en cambio, seguía despotricando, le encajó las uñas en la carne blanda de sus bíceps. Tratando inútilmente de hacerlo hacía atrás y ante esto, Matías se giró a verla y su agarre cedió un poco, ya que ahora su atención estaba en ella. El enojo iba a ser dirigido a ella.

—Matías, suéltalo. No vale la pena, ven hay que irnos... —dijo el señor Hunt, mirando por debajo del hombro a quien alguna vez fue su nuera. Empero, su hijo no atendió a sus palabras.

—¿Por este imbécil es que no me quisiste dar otra oportunidad, verdad? ¡Por supuesto! —Lo soltó de un movimiento brusco que obligó a Andrew a dar un par de pasos hacia atrás para recobrar el equilibrio. En este momento, Matías viendo a Maggie encogida de hombros, indefensa y vulnerable, decidió tomarla del antebrazo y exigir respuestas—. ¡Pero no lo voy a permitir!, ¡¿me escuchaste?!, ¡eres mía, maldita sea! —bramó, fuera de sí. Y era tanta la rabia que Matías expedía que los huesos de la joven se helaron y el alma se les fue a los pies.

—Me lástimas... —Su ex la zarandeó al tiempo que le repetía una vez más que él no estaba dispuesto a dejarla ir. Sin embargo, más tardó Matías en terminar esa oración cuando Andrew lo tomó, desprevenido y ocupado intimidando a Maggie —como todo un puto cobarde—, y lo alejó de ella de golpe y lo empujó; hasta que lo hizo caer de bruces casi en el filo de la acera. Pero en el trayecto de la caída, uno de sus pies alcanzó a darle a Margarita en la pierna, logrando que emitiera un quejido de dolor y se encogiera sobre sí misma.

Los tres hombres giraron a verla; dos de ellos se preocuparon al instante. Sin embargo, solamente Andrew se acercó para ayudarla. Matías se levantó y dio un paso titubeante, pero solo eso pues de inmediato su padre lo afianzó del antebrazo y con una mirada le exigió que se marcharan. Así que luego de una última amenaza, se fue en un lujoso auto negro blindado. Dejando atrás a Maggie con el dolor incrustado en la pierna y en el pecho; ya que supo que Matías no le mentía: él no iba a dejar las cosas así.




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