Riffs de Amor

Melodía Agridulce

 

 

 

Liam lo miró con desinterés, sintiendo una repugnancia inmediata por su aura arrogante y superficial. Era evidente que el joven era adinerado, como lo demostraban sus costosas prendas y su elegante reloj, pero Liam no estaba impresionado en lo más mínimo, como él, conocía muchos.

 

—Señorita Emily Montesory. Como se encuentra ud de bella esta noche —

 

Ver como el hombre de alrededor de 30 años, tomaba la mano de Emily para besarla en su ridículo saludo anticuado, le causó mayor malestar interno.

 

Liam, él es Maximiliano, es mánager en el conservatorio de música —

 

El joven rockero no se inmutó por estirar siquiera su mano. Conocía muy bien a esta clase de personas, no por tener dinero, sino por su prepotente aura, muy seguramente se limpiaría la mano al estrechar la suya, así que prefirió evitarle el incómodo momento y solo alzo sus cejas.

 

 

Después del incómodo saludo, si así de le pudiera siquiera llamar al intercambio electrizante entre sus miradas, el mánager, se dirigió a Emily, su fin era notorio, ante los ojos del cantante, era excluirlo, y valla que lo estaba logrando, pues Emily, no lo estaba determinando para nada.

 

Sintiéndose frustrado, Liam se levantó de la mesa sin pedir permiso, incapaz de soportar el espectáculo de cortejo del flacucho ese.

 

Liam, ¡no te vayas! —Hablo apresurada Emily, al verle que se ponía en pie. Liam la miro con una leve sonrisa orgullosa en su cara.

 

—Recuerda lo que mencionaste hace un rato —Sintió pena por el mismo, pues supuso que Emily le pediría que no se retirara, al fin de cuentas, ella había venido con él, no con el estirado que se encontraba ahora sentado junto a ella sin haber sido invitado.

 

Asintió con su cabeza en señal de no haber olvidado su ofrecimiento de llevarla a casa y se retiró. Mientras buscaba a Diego y a Erik, chocó con una hermosa mujer que lo dejó sin aliento. La belleza de su cabello plateado y sus piernas lo atraían como un imán, y Liam sabía que ella era fuego puro, pues ha tenido largos y apasionados encuentros con ella, en diferentes camas.

 

 

—Guapo, ¿quién te sacó corriendo? —¡Lo que faltaba!, su atractiva amiga de ocasión había notado cómo el estirado, lo había sacado de su propia mesa.

 

—No es lo que piensas, Carolina. Ella es solo la teclista de la banda —La elegante mujer miró por encima del hombro de Liam en dirección donde se encontraba Emily, reviso la escena y volvió la mirada con su boca algo abierta mientras mordía su labio.

 

—Eso fue lo que pensé, que estabas siendo mal tercio con tu compañera, pero ahora que lo explicas tú en ese tono soez, creo que Maximiliano sí te sacó de circulación.

 

El vocalista sintió su ego partirse en dos, giró sin interés hacia la mesa y vio lo cerca que ahora se encontraba el tipejo ese de Emily. Liam no se detenía en pensamientos que le generaran sensaciones frustrantes, así que tomó la mano de su sensual "amiga", sin siquiera preguntarle de donde sabía el nombre del resbaloso.

 

— ¿Quieres bailar? Sentí que me quedaría pegado a esa silla.

 

—Contigo, desde luego —Respondió maravillada la chica, mientras le guiñaba un ojo coquetamente.

 

Liam tomó su mano guiándola hasta la pista de baile. La atrevida y abierta chica, expresando sus intereses, se acercaba cada vez más a Liam. Este no rechazó nunca su proximidad. Esa mujer le encantaba. Después de dos canciones, Liam, se hallaba preso de los encantos de Carolina.

Era consciente de que con ella, podría tropezarse 100 veces, y las 100 estaría con Carolina. Ella iluminaba sus más oscuros deseos, era perfecta en cualquier noche sobre su cama.

 

En solo unos minutos, la pasión entre Liam y su ardiente compañera de baile se desbordó, sus labios se fundieron en un beso apasionado que hizo que los ojos de los demás se posaran en ellos, capturados por su indudable química. Incluso los de Emily, que al verlos juntos, sintieron una punzada de dolor y escudriñó con tristeza a la chica en cuestión.

 

Era hermosa, sobre todo arriesgada, deslumbraba valentía de aquella mujer, tan diferente a ella misma, quien parecía ser capaz de todo sin temor alguno.

 

Emily odiaba sentirse débil, sumisa, limitada por su educación conservadora, y aún más al ver la intensidad con la que la pareja se consumía frente a ella. Si tan solo tuviera la mitad de la confianza de esa chica en su audaz actitud.

 

Pero aparte de la puñalada en su autoestima, también se sintió vacía al darse cuenta de que la promesa de su caballero andante, de llevarla a casa como a una damisela, había muerto en los labios de otra "dama".




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