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Tengo dinero guardado. De cierta a edad a otra, empecé a recabar fondos para el inminente retiro. Apareció treinta años más temprano quizás, pero ya aparecía, y no traía mucha plata todavía como en un primer momento hubiera pensado. Es motivante saber, qué efectivamente me alcanzará para mi estancia en la tierra si se predijo bien esta estimación especialista.
 

Se acerca el día de brujas. Le comenté a Sabado que había una dulcería cerca de su casa. Le insinué que sería bueno entrar en la noche por dulces, y sin embargo él no parecía muy interesado. Traía esa mirada pensativa, y encendía otro cigarro. Le dije que me terminaría dando cancer de pulmón, si seguía estando cerca suyo cuando fumase. Él me miro serio sin decir nada.
 

Al consultorio vas por medicinas. La consulta es alta, eso sí, pero, no te dejan ir sin nada, y, eso me gusta para ser sincero. Le dejo mi cuerpo a la ciencia, y sigo mi camino con indiferencia. Veré a alguien pronto. Deje de creer en el amor cuando no lo encontré. Será por lo lastimero o lo desinteresado, o lo del homicidio aquel, en donde una esposa asesino a su esposo frente al niños con la escopeta del abuelo. Fue una extraña noticia, y desde tiempo a acá, uno trata estas cosas del amor de pareja, como algo muy impredecible.
 

Pete trajo wax y entramos al cine a ver una película de terror. Luego pasamos a las hamburguesas, y fumamos de la pipa en el estacionamiento, para continuar con una película de acción nada realista; exagerada ínfimamente. Vamos que ni a la prima le gusto, ya que todo es tan irreal que aburre, que es razón suficiente para largarme.
 

—Vaya mierda —y caminar en la oscuridad hasta la salida.
 

He tenido mejores disparates, en situaciones deplorables, o bajas de espíritu. Es donde se ayuna sin motivo y se piensa en retrospectiva. Ya hace mucho de eso, y precisamente, eso termino por joderme en los porvenires, como todo veneno que se consume una y otra vez hasta que te tumba, y con suerte solo se desmaya por un rato.

 

Hoy es un buen día.

 

Iba ir a una fiesta de Halloween con Pete, pero no traigo disfraz, ni dinero para ir y regresar, que no impliquen y perjudiquen mis planes de manutención. Lo que había dejado aparte, me lo he gastado en drogas y libros. Una manía extraña, que tiene lugar y se aprovecha en el epicentro de la ciudad. Cerca de algún hospital descuidado y aparentemente obsoleto, en donde se consigue lucy y hierba decente, a un precio exigente. Por la calle sexta, hay dos tiendas de libros de segunda mano, y algunos otros nuevos con envoltorios nuevos y chulos. Yo voy cantidad que calidad, y me llevo los de las hojas ya añejadas y polvorientas peligrosas. Se encontró un libro con gotitas negras, de lo que aparenta ser moho probablemente. ¿Qué otra cosa puede ser? ¡Hongos!

 

Se prosigue al tratamiento los miércoles. Y uno lee mientras espera en el consultorio, o se está postrado en el sillón, o en la camilla, con alguna novela o revista, del artículo de Bernal o Joaquina, que son conocidos míos, y desconocido suyo.

 

Se camina más que antes por la ciudad, para sentir la vida junto al sol requerido. Se extravía la noción y se encuentra el cansancio en la cuesta, y leer en las noches hace que el sueño entre rápidamente. Me siento débil, y el insomnio carece de presencia ahora y es lindo estar medicado.

 

Compro títulos que no pude leer, que me recomendaron con tanto estímulo. Es triste, que pronto no tendré tiempo de disfrutar tantas buenas obras, qué hay y habrá, después de mí.
 

Volví al cine y volví a elevar los estímulos en los baños. Otra película de terror, y la hermana de Pete, no dejaba de ser encantadora conmigo. Fuimos a un bar y presto más simpatía, atención y animosidad conmigo, que no me extrañe nada cuando me quito el tabaco de los labios, y me lo devolvió enseguida de la calada. Me compro varios tragos que tomamos y nos miramos. Le pregunté acerca de ella, de los bares que había ido, y de observaciones trasnochadas irónicas, de la gente que yacía a nuestro alrededor. Y mientras reía y se me arrimaba, Pete me veía con esa mirada suya de demente temario, burlón y elegante.
 

Me dijo en el oído que detuviera lo que hacía, y sus acompañantes rieron. La hermana me dice que no le haga caso, y yo bebo del White Russian de mis manos. Hacia mucho frió y tiritaba. La hermana de Pete, me acompañó en una agradable conversación de serenidad y relaciones. Llevaba mucho tiempo saliendo con alguien me comentó, y ella me veía en exceso esperando alguna respuesta. "Que bien", tan solo, y me pago el taxi de regreso.

 

Tire varios disparos en los llanos de una ciudad a otra, y perturbe a unos borregos perdidos de quien sabe cuanto. Sus presencias me provocan paz y armonía al serenarse los nervios. Sus ojos embellecen y enternecen el mundo, como si fueran alguna especie de idiotas angélicas esponjosos.

 

"Me quedan dos balas", le digo a la oveja confianzuda. Aquella sigue pastando, y a mi se me antoja una ensalada extrañamente al verla comer. Quiero disparar de nuevo, en lo que el ácido me truena, o después de que me truene, aunque esas opciones las descarto por las ovejas amigables, y por si se me llega ocurrir, asaltar un banco o una bodega.

 

Acaricio la lana y sus cabezas negras. "Buen viaje. Buen viaje", y bye, bye. Me despido de la temerosa y la osada que me sigue un par de pasos más. Todos los espíritus yacen conmigo por estos lares, y percibo el olor de una carne asada. Día de niebla y yo como ensalada, fuera de una tiendita, donde se preparan sándwiches, crepas, licuados y más. Del refrigerador agarro té y una paleta de hielo, con un tigre animado en el envoltorio colorido.

 

Releída «las Batallas en el Desierto», en la plaza, que está hasta el culo del mundo y el tráfico es pésimo. Gracias a los dioses por no conducir y le compro fresas al vendedor ambulante. Llegó hecho mierda y duermo como bebé después de asearme. Despierto a mitad de la noche, y sudo frió. Voy por hielos, y tiemblo un poco.




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