-T
Gemidos.
Eso era lo único que se escuchaba es toda la habitación, los gemidos que salen de la boca de la rubia que tengo debajo de mí mientras la penetro. Sus piernas están alrededor de mi cadera apretándose más hacia ella, sus uñas clavándose en mi espalda, sus senos moviéndose cada vez que la embisto y sus labios tratando de buscar los míos, algo que no va a encontrar.
Siento como se estremece abajo de mí y sus paredes vaginales se contraen, me muevo más rápido dentro de ella hasta que siento como llega a su orgasmo, sigo pentrandola hasta que siento como mis músculos se tensan, para después tener un grandioso orgasmo. Espero unos segundos para después levantarme, quitarme el condón y hacerle un nudo, me dirijo hacia el baño y antes de entrar giro la cabeza hacia la rubia.
Esta acostada boca arriba en la cama, su pecho sube y baja rápidamente, tiene sus párpados cerrados y los labios entre abiertos, tratando de calmar su respiración, su desnudez bronceada está al descubierto y su ropa debe de estar regada por la habitación. Tuvo que haber sentido mi mirada por que abre lo párpados y su mirada se dirige a donde estoy yo, me mira de abajo hacia arriba lamiéndose los labios, sus ojos se oscurecen por el deseo y me sonríe coqueta. Le devuelvo la sonrisa.
—Espero que cuando salga, ya no estés en la habitación.— Veo como su sonrisa se esfuma y me mira desconcertada. Entro al baño y cierro la puerta. Tiro el condón al inodoro y voy hacia la ducha, la abro y siento como el agua cae sobre mi cuerpo. Mientras me enjabono recuerdo la cara de la rubia, la cual me saca una carcajada.
*Pobre ilusa*
Creen que por acostarse conmigo ya son reinas, ven que tengo tanto para darles que me dan sus cuerpos creyendo que por una follada yo les daré algo a cambio. Tampoco es como que yo me quejara, al contrario lo disfruto mucho y me divierto por las caras que ponen cuando les digo que se vayan.
Me termino de bañar y agarro una toalla y la envuelvo en mi cadera, agarro otra y me la paso por el cuello mientras voy al lavabo, busco un cepillo de dientes y la crema de dientes. No estoy en mi habitación, nunca me a gustado tener sexo en mi habitación eso es algo más privado. Cuando los encuentro me cepillo los dientes, cuando termino salgo del baño y no hay rastro de la rubia. Me acerco al armario, donde tengo una que otra prenda, saco un pantalón negro, unos boxer grises y una camisa blanca mangas larga de botones y unas medias negras con zapatos del mismo color. Me pongo todo y me acerco al espejo.
Lo primero que veo es mi cabello marrón con toques rubios, desordenado, lo arreglo peinándolo hacia atrás, mis cejas son gruesas y abundantes, mis ojos son de color azul eléctrico, mi nariz es perfilada y un poco gruesa, mis labios son finos pero carnosos de un color carmesí y mi mandíbula que carga una barba de varias semanas. La camisa se ajusta a mis músculos, el pantalón se ajusta a mis firmes y bien formadas piernas. Mido 1.90 de altura y soy bastante fornido. Soy lo que toda mujer quiere, alto, fornido, guapo y con mucho dinero.
Me termino de arreglar y salgo de la habitación. Camino por el pasillo que lleva hacia las escaleras, cuando estoy bajando me percato de un moreno de unos 1,87 de altura, cabello negro unas cejas gruesas y abundantes, ojos grises, nariz gruesa, labios grandes y una mandíbula marcada Alexander Wilson, mi mejor amigo y mano derecha está esperando al final de la escalera. Cuando estoy al frente de él me da una sonrisa divertida.
—Buenos días, su alteza.— Me dice, a la misma vez que hace una graciosa reverencia. Yo le devuelvo la sonrisa.
—Buenos días, Alex. ¿Te encargaste de la rubia?— Le digo mientras caminamos hacia al comedor. Suelta una carcajada y palmea mi espalda.
—Claro que si hermano, salió hecha furia de la casa.— Me dijo mientras se sentaba a mi derecha. Su respuesta me saca una media sonrisa.
Las puertas se abren y pasan las sirvientas, dejando la comida al frente de nosotros y la copa de sangre a un lado, para después retirarse. Mientras tomo de la copa, pienso en la fiesta que llevaré a cabo el domingo, se tratara de mis cien años siendo rey de los vampiros. Claro que hay vampiros más viejos que yo y antes había otro rey de los vampiros, muchos le temían era uno de los primeros vampiros en la tierra, bastante poderoso, pero lo enfrente a un duelo, me costó, pero yo era más joven y más poderoso que él y sali victorioso, desde ese día soy el rey de los vampiros. Hoy es miércoles y faltan cuatro días para ello, el lunes le mandé a Alex, enviar las invitaciones a los vampiros más importante y también uno que otro socio.
—¿Ya enviaste las invitaciones?— Le pregunte para después darle un sorbo a mi copa de sangre. Alex termina de masticar un trozo de carne antes de contestar.
—Sí, las envíe a todos los reinos vampiricos.—Dice mientras corta otro pedazo de carne.
Yo me llevo un pedazo de carne a la boca y me pongo a pensar en los lobos que están serca de nuestro territorio, más que todos en la manada Moon Black. Tenemos muchos malos entendidos, no me sorprendería que aparecieran el día de la fiesta.
— Duplica la seguridad, tenemos el riesgo que los lobos vengan, no quiero que se derrame tanta sangre en mi castillo.— Le dije mientras terminaba mi copa, para después agarrar una servilleta y limpiarme la boca.
—Ya lo hice. No me extrañaría que aparecieran los perros pulgosos. Y creeme que si veo a uno de esos perros no tendre piedad de ellos.— Me lo decía mientras apretaba los puños y se le formaba una sonrisa tensa en la cara.
Hace unos años Alex y su hermana Julieta,cazaban en el bosque, cuando un lobo salió de entre los árboles atacando el cuello de Julieta y llevándose la con él. Después de eso la a buscado por cielo, mar y tierra, pero no la a encontrado. Desde ese momento le tiene mucho rencor a los lobos. Y no lo culpo, Julieta es como una hermana pequeña para mi, sentí tanta impotencia por no encontrarla. E pensado muchas veces que lo más probable es que este muerta, pero no lo digo en voz alta para no hacer sufrir más a Alex.
Editado: 23.10.2021