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Salgo de mi cuarto y me encamino hacia las escaleras, mientras estoy bajando veo a las personas de servicio caminando de aquí para allá, limpiando y arreglando.
Hoy ya es sábado y ya mañana es la fiesta. He estado demasiado ocupado terminando de leer y firmar algunos contratos, ser rey no es nada fácil pero he aprendido ocuparme de todo y ser el mejor.
Cuando ya estoy en el pasillo, veo como un joven pasa corriendo con unos manteles y se tropieza con el gran cuadro que esta en la pared, haciéndolo balancearse. En cuestión de segundos estoy al frente del cuadro sosteniéndolo, furioso miro al joven el cual está temblando y viéndome con miedo.
— ¡Como te atreves a tropezar con el cuadro! — Le digo mientras acomodo el cuadro, veo como baja la cabeza.
— Lo siento alteza. perdoneme, no volverá a pasar.— Me acerco a él y veo como se tensa, le agarro bruscamente la cara y hago que me vea, le sonrío. Veo el miedo y terror en sus ojos.
— Eso espero porque la próxima estarás muerto. ¿Entendido?— Le apreto la cara, con dificulta asiente.
— Sí alteza. — Le suelto la cara de forma brusca haciendo que caiga al suelo y todo los manteles se dispersen por el suelo.
— Ahora lárgate que no te quiero ver. — Se levanta, recoge todo y de manera rápida se aleja de mí.
Suelto un suspiro y dirijo mi mirada al cuadro. Es un retrato de mi madre, era una mujer hermosa, rubia de unos hermosos ojos verdes y una piel de porcelana, sus facciones eran tan delicadas. Lamentablemente murió a los segundos de nacer y me tuve que quedar con sus padres, los cuales me despreciaban por ser un bastardo, siempre me lo decían, nunca me veían y me dejaban a cargo de las sirvientas. Cuando cumplí los 14 los mate, ellos dormían cuando entré a su habitación, viendo sus pechos subir y bajar tan pacíficamente, sin ninguna preocupación, escuchando los latidos de sus corazones. No lo pensé dos veces antes de acercarme y tomarme su sangre hasta ver como sus cuerpos quedaban sin vida. Sus gritos de agonía era música para mis oídos.
Sonrío por ese pensamiento.
— ¿Ya te volviste loco? — Volteo, veo a un Alex en traje y dándome una mirada divertida.
— No, todavía no.— Suelta una carcajada y se acerca a mí, pone su mano izquierda en mi hombro negando con la cabeza.
— Es una lastima.— Me río de su comentario y empezamos a caminar hacia la puerta principal.
>>> ¿Estas preparado para recibir a los Black? — Lo veo y levanto una ceja. Hoy en la mañana llegó el avión de los Black, ya deben estar llegando al castillo.
— ¿Eso no te lo debería preguntar a ti?— Me mira serio y yo le sonrío. Estos días estuvo reprochándome por dejarlos quedarse en el castillo, a un que no lo diga, yo se que esta nervioso por la presencia de los Black.
— Ja, ja, ja. Muy gracioso, es enserio Troy, algo no me termina de convencer de ellos. — Se rasca la nuca en señal nerviosismo. Le palmeó la espalda.
— Tranquilo Alex, nada va a pasar y si llegara a pasar, sabes que nadie puede contra mí y eso significa que nada les pasará ni a ti ni a los demás. ¿Entendido?— Él asiente y cuando veo que va a volver a hablar, sentimos varias presencias.
— Llegaron.— Dice Alex, siento como todo su cuerpo esta tenso. Yo solo me dedico a mirar hacia la puerta. Fruncí el ceño al sentir una presencia más pesada y oscura que las demás. Comparto miradas con Alex, sabiendo al instante que él sintió lo mismo.
Las puertas se abren y ahí es cuando veo a los Black. Pasan primero Dominic con un traje completamente negro y su esposa Kelly con un vestido ceñido al cuerpo de color rojo que le llega hasta los tobillos que tiene una abertura en la pierna derecha y unos tacones negros, una mujer hermosa. Después veo entrar a una rubia de ojos azulados, piel de porcelana y un muy buen cuerpo el cual esta cubierto por un vestido verde con gran escote, el vestido le llega hasta la mitad de los muslos y tiene puestos unos zapatos de color beige, atrás de ella entran dos hombres con traje, altos casi de mi altura, fornidos de piel blanca. Uno con el cabello negro y ojos azules y el otro con el cabello castaño y rubio con ojos entre azules con verde. Deben ser sus hijos.
Dominic se acerca a nosotros, con su esposa, la cual nos regala una sonrisa. Mientras que sus hijos se quedan atrás
— Su alteza.— Dicen al mismo tiempo mientras inclinan la cabeza y los demás hacen lo mismo.
— Dominic, Kelly. Tiempo sin verlos, gracias por aceptar la invitación. Sean bienvenidos a mi castillo.— Me acerco más a ellos y extiendo mi mano, él inmediatamente la estrecha y después lo hace su esposa.
— Gracias a usted por invitarnos y dejarnos quedarnos aquí.— Yo solo niego.
— No es nada. Le presento a mi mano derecha, Alexander.— Veo como Alex se acerca y asiente mientras les estrecha las mano a los dos.
— Es un gusto por fin conocerlos.— Les sonríe un poco tenso.
— El gusto es nuestro. Les presento a mis hijos, Jennifer, Thomás y Adam. — Mientras los va presentando ellos se acercan estrechando la mano conmigo y con Alex. Veo como Dominic frunce el ceño buscando a alguien.
— Adam, ¿Donde está Lea?— Fruncí el ceño al escuchar ese nombre ¿Quién será? Cuando va a contestar, escucho unos tacones resonar, siento esa presencia pesada y oscura. Levanto la viste y quedo impresionado por lo que ven mis ojos.
¡Joder!
Una mujer no tan alta de cabellos castaños, piel tan blanca como la nieve, cejas abundantes pero perfectamente depiladas, nariz pequeña pero perfilada, labios grandes y carnosos los cuales estan de un color rojo. Unas tetas de un muy buen tamaño y redondas, cintura estrecha y unas muy bien formadas piernas. Esta vestida con una camisa mangas largas ajustada de color negro, unos pantalones negros que se le ciñen a sus piernas y unos botas de tacón negras. Pero lo que más me llama la atención de ella son sus ojos negros que tienen una mirada tan dura y vacía, que sentí a Alex estremecerse.
Editado: 23.10.2021