Serendipia.

Capítulo 3.

Maeva.

Mi llegada al crucero no ha sido tan tormentosa como pensaba.

Tengo a mi disposición una habitación de millonarios, como diría mi padre. Pero no es para menos porque esto es lo que merezco. Porque Maeva Schoweizer, por el momento, puede y se lo merece.

Lo único que me hace ruido es la presencia de ese tal Johan, en el barco. Porque sentí una especie de corriente eléctrica recorrer mi cuerpo, cuando toqué su mano.

Tal y como la abuela me dijo que le paso, con mi abuelo.

Me retiré el antifaz color rosa, y solté un sonoro bufido luego de escuchar mi teléfono sonar.

Extendí mi mano derecha hacia la mesa de noche, y al ver el nombre de la persona que llamaba, hice una mueca.

Pía Schoweizer, la depravada sexual, y mi bendito grano en el trasero.

Contesté la llamada y lo primero que escuché fueron los reclamos de mi hermana mayor.

—¿¡Por qué diantres huyes, Maeva Schoweizer…!?

—Técnicamente no soy una Schoweizer. Porque papá ha de estar haciendo los trámites para desheredarme y retirarme su apellido.

—Le dije a mamá que te dijera que pensarás en lo que te dije.

—No, Pía. No voy a venderle mi cuerpo a los ancianos que cuidas.

—Estas desperdiciando una gran oportunidad, hermana. Porque muchos de los vetustos están dispuestos a colocarte el mundo a tus pies, vivirías como una reina y yo no tendría que trabajar jamás en mi vida. Piénsalo, hermana.

¡Qué linda la niña…! Yo sacrifico mi cuerpo, y ella se da la gran vida.

Buena jugada, pero que ni lo piense.

—Si tanto quieres salir de la pobreza en la que vives, ve a la oficina de papá y redímete ante él. O en el peor de los casos vende tu cuerpo, pero no cuentes con el mío.

—Hace mucho tiempo que les ofrecí mi cuerpo a los vetustos, pero ellos están renuentes porque desean el tuyo. Pliss, Maeva. Hazlo por las dos.

Rodé mis ojos.

—Cuando quieres eres una arpía.

—Y tú… es mejor no pelear, querida hermana.

—¿Llamaste solo para eso?

—Eh, no. Necesito que me cubras, en cuando coloques tus pies en tierra firme.

—¿Ahora que hiciste?

—Le prometí a mi jefa que le cocinaría tu famosa pasta en salsa blanca. Pero como has de imaginar soy un asco en la cocina, hermanita, así que quiero que me ayudes.

Ella solo llama para joderme la existencia.

—¿Qué me darás a cambio?

—Te depositare diez de los grandes y veré contigo esa película que odio.

—Es un trato, hermana.

—No puedes negar que eres una Schoweizer, Maeva.

—Corrección Pía, era una Schoweizer porque papá ha de estar peinando la cuidad para que le lleven mi cabeza en bandeja de plata.

—Deja de decir babosadas, y ve a lavarte el trasero.

Sonreí tras escuchar a mi hermano bufar.

—¿Ahora que pasa?

—Un loco me invitó a un crucero.

—Eso está bien, Pía.

—Pero de folladores.

Oh…

—Te dejo porque ese idiota piensa que puede tócame el trasero e irse como si nada.

—Pía, cuídate por favor porque no estas en condiciones de mantener un bebé.

—No me jodas Maeva. -inquirió antes de cortar la llamada.

Debo de hacerle un viaje sorpresa a mi hermana porque tiene que contarme todo el chisme sobre el hombre que quiere llevársela a la cama.

Pobre de él, porque no sabe dónde se está metiendo y con quién.

Porque para víboras, Pía es la víbora más venenosa y peligrosa.

Aparte mi iris de la pantalla del teléfono, cuando escuché unos toques en la puerta.

—¿Quién será?

Me dirigí hacia la puerta de la habitación y tras abrir la puerta me encontré con mi tío, quien estaba bastante incómodo.

—Tío.

—Tienes que bajar del crucero Maeva. -esas palabras causaron que los latidos de mi corazón se dispararán.

Papá no puede estar haciéndome esto.

Mi tío hizo una mueca, y extendió una de su mano hacia mi rostro.

—Muñeca hermosa, me gustaría esconderte en el crucero, pero sabes que tu padre tiene ojos en todos lados y eso repercutiría en el crucero.

—Tío…

—Deberías ceder ante él, porque bien sabes que tu padre no es de los hombres que se andan por las ramas, ¿O es que olvidaste lo que le paso a Pía?

Como puedo olvidar, que papá exilió a mi hermana por perseguir su corazón. Eso se puede entender porque mi hermana para ese tiempo estaba ciega, y sorda por un bueno para nada que solo quería el dinero de la familia Schoweizer.




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