2002.
Seth marcó el once de abril del 2002 en su lista mental de «los días más felices en su vida». Se trataba de una total nueva experiencia, de algo más allá, que ciertamente nunca había pensado que se convirtiera en una realidad.
La planeación de la boda no había sido enteramente la más complicada del mundo. Y todo fue gracias a una persona. Desde la propuesta, Seth y Simone sentían que tenían todo el tiempo del universo y en lo único que pensaban era en no apresurarse. Sumando el trabajo —del cual, al parecer, estaban más al tanto— y el quehacer diario, ambos se fueron acoplando a la idea de comenzar a preparar la boda. Tomaron la decisión luego de que Seth se recuperó y la madre de Simone, Anne O’Connors, llegó a Houston para conocer al «súper valiente hombre» que se comprometió con su hija.
—¿Cómo lo lograste, querido? —le había preguntado Anne a Seth durante el desayuno que compartían los cuatro. Ella llevaba un par de semanas en la ciudad—. Ella es como una roca… frente a los hombres, quiero decir.
—Mamá… —susurró Simone, aclarándose la garganta.
Seth tomó un sorbo de su café y levantó los hombros, sonriendo.
—No fue difícil para mí —le respondió y miró a su prometida con ojos pícaros.
Días después, Anne dio la noticia de que se quedaría a vivir en Houston porque quería una experiencia diferente y pasar tiempo con su nueva familia. Se parecía mucho a Simone, físicamente, pero su personalidad era otra historia, a Seth le parecía impresionante como ella siempre llegaba con trajes extravagantes, como si fuese la reina de Inglaterra.
Anne —junto con sus padres— fue la responsable de haberlos ayudado con la mudanza de Simone a la casa de Seth, mientras que ella se quedó en la casa que pertenecía a su hija. Se convirtió en la mejor amiga de los padres de su yerno, casi siempre se la pasaba con ellos, tomando té, cocinando con Abigail, jugando ajedrez con Liam o simplemente contando historias en el porche de la casa, lo que mantenía ocupados a los Cook en diferentes cosas y para Seth eso era excelente. También trataba a Cassandra como su nieta y por supuesto, era la protagonista de la organización de la boda.
Seth la consideró una bendición.
Ella se encargó de la decoración y de la supervisión de entrega de tarjetas, incluso, junto con Abigail Cook, ayudaron a Simone a escoger el vestido de bodas. Mientras que lo que quedó para los novios sólo fue reservar el lugar y esperar confirmaciones.
Para Seth, todo pareció suceder muy rápido, de un momento a otro pudo verse en la habitación del hotel que escogieron para la ceremonia, alistándose para que el momento llegara. Estaba nervioso, pero a la vez se sentía confiado. Matt y Alex se encontraban con él, hablando de cosas triviales mientras mantenían la espera.
—Entonces, Alex… —dijo Seth luego de que la conversación sobre tacos ya perdía su rumbo. Había recordado el momento en que vio a su amigo llegar, al lado de una mujer que conocía bastante bien—. Rose y tú, ¿eh? —y sonrió pícaramente.
Alex soltó una risa nerviosa y Matt dio algunas palmadas en su espalda.
—Oh, sí, Alex. Deberías decirle un poco acerca de eso —dijo.
—Oficialmente, sólo llevamos un par de años juntos —respondió luego de unas cuantas risas más—. Pero si nos ponemos a hablar sobre cuándo, en realidad, empezó todo… quizá el día de tu cumpleaños veintiuno.
—Vaya —murmuró el hombre de gafas—. Eso es mucho tiempo atrás.
—Siete años, si somos exactos —intervino Matt.
—Al principio fue un poco confuso, ¿sabes? No sabíamos lo que realmente había entre nosotros. Luego ella tuvo que volver a Oregón y yo me quedé en la Base… —levantó los hombros, frunciendo los labios—. Nos comunicamos por un tiempo y luego todo se detuvo. Pensaba en que nunca la iba a volver a ver. Hasta que tuve que viajar a Portland por un caso.
—Esa es una hermosa historia de amor que deberías escuchar, Seth —murmuró Matt—. Algún día.
—Sí, definitivamente debo hacerlo.
—Sé que no se ven desde hace tiempo —mencionó Alex, de repente—. Que la invitaras la hizo muy feliz.
—Por supuesto que iba a invitarla. De lo que no tenía idea era que ella iba a ser tu compañía —Seth sonrió—. Es mi mejor amiga. Siempre lo será, no importa qué.