Seth Cook: La Historia Jamás Contada

38: Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.

27 de septiembre, 2009.

Cuando Seth habló con su hijo por primera vez, tuvo mucho miedo. Pensó que lo odiaría o algo peor; pero Angel parecía muy feliz, al contrario de todos los negativos pensamientos que Seth tenía en su cabeza, su hijo le aceptó sus disculpas y todo lo demás. Él no se esperaba eso y estaba feliz con su respuesta. No tardó en contarle a Simone, a quién ya le había comentado acerca de volver a intentar comunicarse con Angel; todos los momentos que había pasado con Matt Alexander, sólo hacían recordarle los que no pasó con su hijo mayor.

Por supuesto, Matt Alexander era un niño excelente, muy inteligente y había tomado la actitud tosca de su madre, dónde lo veías, Matt Alexander era como Simone O’Connors en versión masculina. Por supuesto había rescatado algo de los Cook y eran los ojos de Seth y el cabello rubio oscuro de su abuela, Abigail. Seth, Simone y Cassandra estaban felices de tenerlo, había sido la mejor decisión que pudieron tomar. Esas razones —más la conversación que tuvo con Isabelle y ver a Angel en el supermercado—, animaron a Seth a comunicarse con su hijo, sentía muy injusto el hecho de que Cassandra y Matt Alexander permanecieran tan felices con los cuidados de su padre y que Angel no haya tenido la posibilidad de tenerlos. Habló con Simone y ella claramente accedió a la decisión. Luego habló con su hijo y todo fue bien, tanto que, desde la primera vez que se vieron, Seth acordó con Angel de verse el veintisiete de cada mes. Y desde marzo del 2008 hasta la actualidad, lo hicieron. Era su pequeño secreto. Seth descubrió muchas cosas durante aquel tiempo.

 

 

A las once de la noche de un veintisiete de septiembre, Seth se encontraba en un lugar bastante solitario, unos kilómetros fuera de Chicago, donde sabía que Bob regresaba de un paseo. La calle estaba desolada, no había ruidos y la noche estaba fría. Había mucho viento, era un clima de costumbre en la ciudad.

Seth se puso en la mitad de la carretera, observando como el auto de Bob Jones llegaba y las luces lo alumbraban completamente. El pelinegro soltó un suspiro profundo.

Bob pasó un largo tiempo en el auto, Seth apenas y podía ver las siluetas por las luces del vehículo. Él estaba hablando con alguien. Segundos después, apagó el motor y salió. Seth vio a Angel en el asiento del copiloto y este mismo le dio una mirada cómplice.

—Planeando un asesinado y no me llamaste —Seth lo escuchó, era Él. Cerró los ojos, frunciendo el ceño, no se suponía que debía estar allí—. Eso es grosero, incluso viniendo de alguien tan educado como tú.

Seth no dijo nada, Bob estaba cada vez más cerca.

—Oh, mi querido amigo —dio unas palmadas en su hombro, sonriendo con mucha emoción. Era la primera vez que sentía que había algo en su sonrisa—. Estoy tan orgulloso de ti. Tal vez hacer que descubrieras la verdad acerca de tus amigos, sólo hizo que te gustara… —hizo una pausa, disfrutando del momento. Se acercó a su oreja y le susurró la continuación— asesinar gente.

Silencio. Seth se abstuvo de sonreír, al parecer sí que resultaba engañarlo sin que Él lo supiera.

—Bien, te dejaré solo. Nada más porque quiero disfrutar del gran espectáculo. ¡La pelea del siglo, damas y caballeros! —exclamó, usando sus manos como megáfono—. ¡Compren sus boletos! ¡Seth Charles Cook versus Bob Jones! ¡Inimaginable! ¡Algo que jamás se ha visto!

—¿Qué estás haciendo aquí, Cook? —finalmente Bob llegó hacia Seth, no tenía una expresión en su rostro, era nula—. ¿Cómo sabías que iba a pasar justo por aquí, a esta misma hora?

—Oh, mierda. Está enojadísimo —dijo Él con un notable sarcasmo.

Seth lo ignoró.

—Puede sorprenderte lo que hay detrás de un equipo de investigación del FBI, Bob —respondió con el ceño fruncido—. Pero no es eso para lo que he venido a darte una visita.

El castaño soltó una risa irónica.

—Sí, claro —negó lentamente, cruzando los brazos—. ¿No te conseguiste una vida en Houston por andar pendiente a la nuestra? Apuesto a que has hecho eso. Siempre husmeando en vidas ajenas, en mujeres que no son tuyas.

—¡Este hombre está en llamas! —exclamó, riendo después—. ¿Puedes creerlo? Es tan estúpido.

—Cállate, ¿quieres? —susurró entre dientes, mirándolo con un rostro serio.

—Oh, lo siento. Cierto. Yo iré… ya sabes… a disfrutar esto de lejos.



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En el texto hay: doblepersonalidad, secretos, tid

Editado: 04.01.2019

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