Seth Cook: La Historia Jamás Contada

53: Una última visita.

Faltándole una semana de vida, Seth se sentía cada vez más ansioso. Aquel tema de ir al cielo o al infierno había pasado varias veces por su mente, aunque antes no hubiera dominado sus pensamientos. Con todo lo que había pasado, no se sentía seguro —en el caso de que existiera un cielo e infierno— si fuese a alguno de los dos. Había hecho cosas terribles, crueles, macabras, siniestras… cada vez que lo pensaba, se hacía peor. Pero a la misma vez, él no las había hecho, había sido otra persona. Cuando se ponía a recordar ese «Otro Yo» que existía en él, se detestaba, porque jamás en su sano juicio, se hubiera imaginado que su otra parte sería tan… impúdica.

Entonces, si no era consciente de lo que hacía, ¿merecía ir al cielo o al infierno? Porque al final de todo, descubrió la gran y cruda verdad, pero la dejó en silencio.

Seth se había perdonado por todo el daño que había causado y estaba dispuesto a acabar con eso, como se lo había propuesto, porque en su mente, él ya no valía nada, era un caso perdido. Y podría entender si la gente lo juzgaba, porque sabía que estaban ciegos y, para tener un culpable, sólo lo escogerían a él por sus acontecimientos presentes y no por lo que tuvo que haber pasado para llegar a esa triste situación.

Al fin y al cabo, eso era siempre lo que pasaba con el malvado en la historia. Seth era uno, pero esta vez no por sus propios méritos, sólo se vio empujado a ellos. Las personas nunca se esmerarían por averiguar qué ocurrió, cuál es la historia detrás, indagar en la verdad de todo. No. El malo era malo y eso nada lo cambiaba, nunca existía nada si mirabas atrás. Las personas —además de sus más cercanos— nunca habrán conocido a aquel Seth Cook que él mismo conocía, gente que sólo había escuchado chismes, comentando lo que la prensa decía, lo que sus compañeros de trabajo murmuraban. Las personas simplemente odiaban a los desequilibrados sin observar su pasado.

Tal vez su mente se desvió un poco del tema principal.

Su vida estaba finalizando, sabía, muy dentro de sí, que merecía morir, estaba consciente de lo que había hecho y que estar vivo era torturarse a sí mismo. No confiaba en los tratamientos que podrían brindarle, no confiaba en que podría mejorar, vivía con el medio constante de ser consumido por Él, para siempre.

 

 

Era de noche y Seth empezó a alistarse para salir. Tomó un abrigo negro y una bufanda roja que le había pertenecido a Simone; a veces dormía con ella, como si la pelirroja todavía permaneciera con él, y además de su anillo de bodas en su dedo anular —que lo quitó muchas veces cuando iba al trabajo o cuando estaba en casa, con Isabelle— llevaba el de ella en un collar, siempre escondido bajo su camisa. Se ocultó parte del rostro con la bufanda y el abrigo, finalmente poniéndose un sombrero negro. Salió con cautela, pero se encontró con Philip sentando frente a una pequeña fogata.

—¿A dónde vas?

Seth se giró para verle.

—Al cementerio de Evanston —respondió como si no fuera un gran asunto—. Tomaré la camioneta.

—¿Qué harás allá?

—A desenterrar un muerto, Palmer —le respondió con sarcasmo—. ¿Qué más puedo hacer en un cementerio?

—Eres muy capaz de hacer eso —el tono de su voz fue juguetón, pero a la vez sonó bastante serio.

—Philip —lo interrumpió antes de que dijera una cosa más, hacía frío y se sentía muy cansado—. Por favor, no. Sólo… iré a visitar a alguien.

—Está muy lejos de aquí… y a esta hora está cerrado. Están buscándote, Charles. Es algo arriesgado.

—Déjame en paz, Philip. Necesito ir.

Philip se levantó con cierta serenidad.

—Es por eso por lo que voy a acompañarte.

Seth soltó un suspiro y se acomodó las gafas, tomándose un buen tiempo en silencio para después asentir. Entraron a la camioneta, Philip condujo. Aunque quería hacerlo solo, el pelinegro estaba muy cansado como para realmente lograrlo, por lo que, lo peor que hubiese ocurrido, era él quedándose dormido mientras conducía y morir antes de su tiempo, así que agradeció la terquedad de Philip por unos momentos.

A veces se preguntaba si en realidad había tomado la decisión correcta.

Pero su dolor ganaba y, con lo que fuera, Seth de pronto estaba listo para dar su vida y así, otros vivieran una mejor.



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En el texto hay: doblepersonalidad, secretos, tid

Editado: 04.01.2019

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