Seth Cook: La Historia Jamás Contada

56: Juntos.

Pasaron dos semanas en dónde Seth nada más se la pasó en el hospital, mientras los síntomas de la conmoción pasaban. Rose estuvo con él todo el tiempo, y sus hijos igual. Lo agradecía, pero no se atrevía a verlos por muchos periodos porque se sentía terrible y deseaba, realmente, no estar en esa situación.

Cuando su doctor garantizó que sus síntomas no iban a ser una molestia, Seth comenzó a prepararse para lo peor. El día que le dieron de alta, el agente Davis llegó a su habitación, acompañado de Gabriel Morrison. Tenía tiempo de no verlos, por obvias razones y sintió vergüenza —más que todo con Benjamin— por tenerlos frente a él.

—Benjamin. Gabriel —dijo, permitió que un oficial de policía pusiera esposas en sus muñecas y se levantó de la camilla—. Imagino que prefieren manejar esto a lo profesional.

Sin importarle realmente las personas que estaban allí, el hombre de cabello blanco se lanzó a abrazarlo. Seth quedó tenso en su lugar y enlazó su mirada con Gabriel, quien le dio una sonrisa y asintió. El pelinegro tragó en seco y suspiró.

—Lo siento mucho, Seth —susurró el hombre—. Lo siento mucho. No tenía idea.

Seth cerró los ojos.

—Yo tampoco, Ben… yo tampoco.

Luego se separó de él y todo se volvió más profesional. Lo llevaron hasta una camioneta del FBI, pasando por un montón de periodistas, Benjamin le había sugerido que mantuviera la cabeza baja, así que Seth le obedeció. Se imaginó que ocurriría así, por lo que lo único que hizo fue ignorar las cámaras y a la gente que le rodeaba. Ya en la camioneta, estuvo acompañado por Gabriel y otro oficial; no hablaron, sólo hubo silencio.

Llegaron a las oficinas, donde fue llevado a la sala de interrogatorios y allí fue donde comenzó su día.

Tuvo que esperar un montón de tiempo sentado, atado a la mesa con aquellas esposas que empezaban a molestarle. Suspiró. Lo único que pudo hacer fue jugar con sus dedos e intentar ignorar la presencia de Él, quien estaba al frente suyo, con brazos cruzados y una sonrisita triunfante en el rostro.

—Todavía estoy ganando —canturreó.

—Admiro tu seguridad —susurró el pelinegro, el tintineo del metal de las esposas con el de la mesa se escuchó cuando se rascó la barba—. Y tu… extremo positivismo.

—Muy pronto saldremos de aquí. Seremos libres… por fin.

—Quieres decir, tú serás libre.

Él le dio una mirada de cólera. Seth soltó una risa suave.

—¿Crees que no sé lo que quieres realmente? ¿Eh? —el hombre tuvo que hacer un esfuerzo para acomodarse las gafas, todavía se estaba acostumbrando a estas—. Antes me conocías y yo no sabía nada de ti. Pero ahora… —volvió a reír— ahora lo sé todo. No hay ningún secreto, ningún obstáculo entre nosotros. No soy ciego a tus pensamientos, planes, sentimientos. Y por eso estaba dispuesto a morir, para evitar lo que quieres hacer conmigo.

Su rostro se suavizó, Él caminó lentamente hacia Seth.

—Bueno, ¿quién es el continúa vivo ahora mismo?

La puerta se abrió de golpe antes de que pudiera responderle. El agente Davis y Gabriel entraron con distintas carpetas y papeles en sus manos. Seth bajó la mirada y Él volvió a la esquina donde se apoyó de la pared. Tomaron asiento y Benjamin carraspeó la garganta antes de hablar.

—Sabes lo que tienes que hacer —dijo.

Seth miró a Gabriel, su rostro seguía siendo el mismo, excepto por los obvios cambios de la edad, como algunas arrugas y manchas, pero de resto, podía recordar al mismo Gabriel que conoció en sus veintes. Parecía preocupado, asustado, de pronto pareció difícil leer su expresión. Seth regresó a mirar al agente Davis, quien había puesto una grabadora sobre la mesa y esperaba, muy tranquilo.

—Estamos de nuevo aquí. Luego de casi veinte años —murmuró, esbozando una pequeña sonrisa. Haciendo alusión a su primera reunión con el agente Davis, en la Base—. Sólo que es… algo diferente.

—El destino a veces es algo rudo —respondió el hombre.

—Lo fue conmigo. Desde el momento en que nací.

—Seth, creo que eso es algo un poco extremo, ¿no crees? —murmuró Gabriel, su voz era suave, pero con un toque preocupado.

Sus ojos azules se desviaron a la esquina de la habitación, cerca de la puerta, donde Él lo miraba con un aire competitivo.



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En el texto hay: doblepersonalidad, secretos, tid

Editado: 04.01.2019

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