Seth Cook: La Historia Jamás Contada

60: Final.

2027.

El lugar estaba en silencio y lleno de personas. Algunas leían tranquilamente, otras eran estudiantes con una pila de libros, hojas y computadoras junto a ellos, unas más exploraban entre los diferentes estantes repletos en libros y las demás disfrutaban en el patio, donde se encontraba el café. Era un día soleado, común y corriente, pero era un día más por el cuál Seth estaba agradecido.

—Señor Cook —escuchó que lo llamaron y dejó su puesto en uno de los estantes para correr a su escritorio, que por suerte estaba cerca. Cerró la puerta que daba vista a la biblioteca, muy cuidadosamente para no molestar.

—¡Taylor! —dijo el hombre, recibiendo al muchacho de piel oscura con una sonrisa. Había puesto una pila de libros en el escritorio y estaba lleno de papeles en una mano, mientras llevaba una caja con un par de vasos de café en la otra—. Siempre con prisa, ¿no es así?

—Bueno… hoy ha sido un día atareado —Taylor rio—. ¿Cómo están sus hijos?

Seth buscó debajo de su escritorio los libros que Taylor solía pedirle por adelantado cada semana y se los entregó con una sonrisa en el rostro.

—Ellos están bien. ¿Cómo está tu novia?

—Cada día más hermosa, señor. Y aquí entre nos… —se acercó a Seth como si fuera a contarle un secreto— estoy pensando en proponerle muy pronto.

—Ya era hora, muchacho. Apuesto a que lo está esperando desde hace tiempo.

Taylor intentó no reírse muy fuerte.

—¡Eh! Lo mismo digo sobre usted —respondió y Seth se rio en compañía de él. Taylor tomó los libros y se despidió del hombre con una pequeña reverencia—. Nos vemos, señor Cook. Tenga un buen resto de día.

—También para ti, Taylor.

Seth lo vio marcharse y con un suspiro tranquilo, volvió a su trabajo. No pasó mucho tiempo cuando la puerta volvió a abrirse y fue rodeado por sus dos nietos.

—¡Abuelo! ¡Abuelo! —exclamó Juliett, de tres años, mientras lo abrazaba como podía desde su pierna—. ¡Mira lo que hice!

Seth tomó la hoja que la niña pelirroja le entregó, examinando el dibujo que había allí.

—¡Ahí estoy yo! —Nathaniel, de siete años, se señaló y continuó con las demás personas en el dibujo—. Esta es Juliett. Papá. Mamá. Y tú, abuelo.

—Te quedó precioso, Jules —Seth rio, despeinando ligeramente el cabello de la niña—. Lo guardaré.

—Se la pasa dibujando todo el día, estaba emocionada porque finalmente había podido hacer a su abuelo —escuchó la familiar voz de Christian y de inmediato miró hacia arriba para saludarlo con una sonrisa.

Cassandra estaba a su lado y la recibió con un gran abrazo.

—¿Cómo estás, papá?

—Nunca he estado mejor, cerecita.

La mujer sonrió ampliamente, aferrándose unos segundos más al abrazo antes de separarse. Seth se volvió hacia sus nietos.

—Ahora, ¡¿quién quiere helado?!

—¡Yo, yo, yo! —respondieron ambos niños, entusiasmados.

Las risas de Christian y Cassandra se unieron a las de Seth y después de decirle a uno de sus encargados que lo reemplazara, salió con todos. El tiempo era bueno, había mucho viento, como era de esperarse y la gente caminaba o andaba en sus autos, como cualquier día normal, también había personas entrando a la biblioteca o que observaban el letrero con mucha atención.

Simone’s Sonnets. Biblioteca y cafetería.

Seth inspiró hondo y soltó el aire con relajación, sonriéndole a Cassandra y a Christian antes de cruzar la calle hacia la heladería que quedaba cerca.

 

 

Los meses pasaban. Todo parecía bueno.

En noviembre, durante Acción de Gracias, Seth y Rose planearon una gran cena en casa, también con la ayuda de Matt Alexander, quien se quedaba con ellos cada vez que llegaba de visita desde Orlando. Cocinaron el pavo y organizaron el lugar casi toda la tarde; para cuando fueron cerca de las seis, empezaron a alistarse. Seth se puso una camisa de cuadros, con pantalones beige y zapatos café oscuro, mientras que Rose escogió un vestido de corte de túnica, color amarillo, que resaltaba sus brillantes ojos, unos tacones rojos no muy altos y el cabello recogido en una elegante trenza, Matt Alexander se puso una camisa purpura con pantalones clásicos negros y salió a comprar champaña, porque al parecer, Rose había lo olvidado. La primera persona en llegar fue Lady, junto a su esposo, George, sus hijos, el agente Davis y su esposa, Allison, Seth los recibió con una sonrisa.



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En el texto hay: doblepersonalidad, secretos, tid

Editado: 04.01.2019

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