Si las luces se apagaran

2."Nadie"

Al terminar la jornada de clase, volví a mi casa con los pies a la rastra, aquel golpe me dejó un poco desganada. Cinco cuadras más y me detuve apenas llegué al frente de mi hogar. El auto de papá no estaba y al juzgar por las luces apagadas, tampoco había indicios de que ambos estuvieran en ella. Saqué de mi mochila la única llave que me dieron y la introduje en la puerta principal. No hubo un solo ruido y ni siquiera en la cocina donde mi mamá siempre estaba. Solo una nota en la mesa que decía que llegarían por la noche, ya que fueron por unas cosas importantes que olvidaron.

La dejé sobre la misma mesa y subí a mi habitación para quitarme la ropa. Me saqué todas las prendas de arriba manchadas de sangre y ambas las metí a la lavadora, sin antes oler aquel perfume masculino. Era una deliciosa esencia que... pero, ¿qué sucede conmigo? Revolví mi cabeza apenas intenté sacar esos pensamientos. El golpe en serio me afectó.

Por la noche ordené sin apuros, mi nuevo cuarto. Este era un tanto angosto y contaba con un único armario, el cual guardé todos mis libros que atesoraba y un par de CD de música clásica que he coleccionado. Al terminar, no hice más que deberes para no quedar tan atrasada. Ellos estaban muy avanzados en matemáticas y quedarme atrás era algo que no deseaba.

Pasaron las horas y mis padres aparecieron con dos cajas grandes de la cocina. Papá se veía abatido y mamá que hablar, sus ojos pesados la delataban. No quisieron hacer nada para comer, así que esa pasta recién hecha por mí fue lo suficiente para cenar. Después en la mesa, las preguntas sobre la escuela cayeron como bomba. Preguntaron por mi día, lo cual yo respondí nerviosa. Quise omitir todo sobre el percance con esa chica y Derek. No es un tema fácil y ellos tienen suficiente con el viaje. Solo me concentré en mis amigos.

***

Por la mañana de mi segundo día, me alisté para ir a la escuela. Mi atuendo era igual que el de siempre, lo único que no ha cambiado hasta ahora. Decidí ir a desayunar y sin pensarlo, mi sweater se quedó trabado apenas cerré la puerta de mi habitación. De alguna manera eso hizo que recordara la cazadora de Derek y quise bajar lo antes posible. Jalé con fuerza mi ropa y llegué apresurada a la primera planta. Vi a mamá lavando loza así que pasé con cautela y llegué al patio. Tomé la cazadora del tendedero y la introduje rápidamente en la mochila. Los nervios me estaban matando.

—¿Qué haces hija? —Me tensé por un momento al escuchar la voz de mamá.

—Y-yo ¡Eh! ¡Nada! —Mordí mi labio inferior.

—Nada, no es una respuesta, hija —La escuché detrás de mi espalda e hice una mueca afligida.

—¡Eh! Es solo que estoy guardando un sweater en el caso de que me dé frio —Lentamente volteé hacia ella.

Mamá me miró convencida y se dio la vuelta, caminando hacia a la cocina. Miré el reloj de mi teléfono y descubrí que estaba retrasada por diez minutos. Decidí desayunar en el colegio y solo regresé a la cocina para despedirme de mamá y papá.

—Los veo en la tarde y los quiero mucho.

—Hija, ¿segura de que no quieres que te lleve?... La herida —Papá preguntó inquieto.

Negué sonriendo mientras me robaba una manzana.

—Estaré bien, papá.

Recogí las llaves de la mesa y salí de casa lo más rápido posible. Si estaba un segundo más en esa cocina serían capaces de llevarme hasta la puerta de mi salón. De solo imaginármelo quise correr por la acera.

—¡Liz! —Gritó alguien detrás de mí, horrorizándome—. ¡Liz!

Me giré entre mis talones y vi a Jade a unos cuantos pasos detrás de mí. Sonreí al verla y ella se me acercó.

—¡Dios! Pensé que no te ibas a detener —Confiesa con la respiración agitada.

—Lo siento —Comenté y luego agregué—. Buenos días.

—Buenos días a ti también, Liz. No sabía que vivías en la misma calle que yo —Sorprendida la miré.

—Yo tampoco.

—¡Es sumamente genial! Ahora nos iremos las dos al colegio —Sonríe mientras pasa un brazo por detrás de mi espalda, posando su mano en mi hombro—. ¿Sabes?, creo que es el inicio de una nueva amistad.

—Si.

Caminamos entre charlas y bromas hasta llegar al colegio. Jade era una linda persona y amigable, lo que nunca llegué a ver en las demás personas. La amistad era nueva para mí, pero me agrada la idea. La vi y ella resopló, sin que yo entendiera.

—No puedo creer que ya estén dando propaganda del baile de invierno, faltan dos meses y medio —Desvié la mirada hasta encontrar el inmenso cartel—. ¡Ay! No, es con temática antigua.

—¿Qué pasa? —Javier se une, sorprendiéndonos—. Hola, Jade.... Buenos días, Liz.

—Hola, Javier —Comenté sonriendo—. ¿Tú iras?

—Yo...

—Claro que irá, Liz. Este estúpido baile es obligatorio, vale el 30% de la nota final en deporte —Bufó cansada y luego agregó—. Lo bueno de esto es que... es inútil, no encuentro nada bueno en este baile. Irás conmigo, Javier.

Reí levemente al escuchar otro resoplido de Jade

—Lo que tú digas —Javier se encogió de hombros.




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