Sin soltar la mano de él caminamos detrás de la enferma y al llegar a la puerta de su trabajo, me zafé de su agarre. Él claramente no comprendió y entrecerró sus ojos, confundido.
—¿Qué sucede? —Me preguntó inquietante.
—April necesita mucho ayuda, por eso mismo estaré en todo momento con ella —asintió—, pero no te preocupes, estaré bien. —Me acerqué a sus labios y deposité un casto beso en ellos—. Ve con tus amigos y cumple esa promesa que nos hicimos.
—Nunca olvidas nada, ¿cierto? —Asentí, sin querer responderle—. Bien, me voy solo si tú entras primero.
—Eres un chico bien obstinado —Me quejé abriendo la puerta.
—Solo cuido lo que es mío —Me giré con una ceja levantada—. Eso te incluye.
Lo dejé sin agregar nada más y por arte de magia, mis mejillas ya estaban matizadas de un carmesí puro. Todo es su culpa, me convirtió en una fresa andante y no existe más que un solo culpable. Cerré la puerta detrás de mí y me encontré con una realidad tan similar, pero tan adversa a la vez. Ella se perdía en el silencio del cuarto mientras que sus ojos se hipnotizaban con el blanco de las paredes. Solo éramos ella y yo, pero era como si nadie estuviera.
—No puedo más, le diré todo a la policía —Ella selló con dolor.
Comprendí su situación de alguna manera y me senté sobre la camilla mientras masajeaba su cabello.
—¿Estás segura? ¿Qué pasará después? ¿Dónde te iras? —Hice un sinfín de preguntas, preocupada por su situación.
—No te lo conté, pero tengo una abuela. Ella me quiere mucho y prácticamente no me dejará... La enfermera hace unos minutos atrás mantuvo una conversación conmigo y me hizo varias preguntas sobre la información que recabó del colegio mientras yo dormía —Dejó de hablar un poco y prosiguió—. Hace minutos atrás me di cuenta de que mis tíos recibían todos los meses un monto de dinero para mantenerme, dada por el gobierno... —Vociferó con gran enojo y luego se levantó de la cama mientras caminaba de un lado hacia otro—. ¿Puedes creerlo? Mis tíos recibían mi maldito dinero todos los meses, solo por una beca. No fui con mi abuela porque esos desgraciados le dijeron que ellos pagaban la poca comida que recibía al mes y que la pensión de ella nos les alcanzaba. Mi abuela, lo que podía darme de dinero, me lo daba, pero ellos se lo arrebataban. Estuve tan estúpidamente desinformada por culpa de esos desgraciados. Estuve días y días a la orden de ellos porque pensé que no tenía escapatoria. Liz, ¿Puedes creer que mis tíos me llevaban al médico porque supuestamente mis ojos estaban enfermos? Decían que con lo que daba mi abuela era para pagar la terapia... Ahora me doy cuenta de porqué ese desgraciado del médico aparecía todos los sábados en esa casa, estaba con ellos quietándole dinero a mi abuela... Arruinaron mi infancia, me criaron como una sirvienta y cuando maduré, el baboso de su hijo comenzaba a hostigarme...
Sorprendida por todo esto, me levanté al viéndola incrédulamente.
—Ese idiota no te hizo nada, ¿Cierto? —Ella negó y mi corazón comenzó a bombear en un estado de normalidad—. Me tenías tan preocupada por esa situación tan horripilante y créeme no estarás sola. Te ayudaré en todo, nunca dudes de mi apoyo.
—Y es ahora cuando más necesito que me ayudes con esto.
Tomó un pedazo de prenda que se desprendía de su manga y la jaló con fuerza para quitarla.
—Creo tener un pantalón deportivo y una camiseta en mi casillero. No puedes andar así, April.
Ella sonrió y sin previo aviso, se acercó a mí dándome un abrazo.
—Muchas gracias por llegar en ese instante, Liz. Sino fuera porque estabas ahí, esto hubiera sido muy diferente.
Mi corazón se estrujó con solo escuchar esa sinceridad que trasmitió con tristeza, y a pesar de eso, sigue en pie.
—Gracias a ti por ser como eres —Ambas nos sonríenos levemente y me levanté de la silla—. Voy por la ropa, no puedes andar así, April.
—Ahora todo será diferente, el director y todos los profesores irán conmigo. Todo el colegió lo sabrá —Ella bajó la mirada un poco asustada.
—Será todo para mejor y si quieren algún testigo, aquí me tienes. No te abandonaré —Ella subió su mirada sorprendida y a la vez esbozó una sonrisa—. Ahora vuelvo.
—Te espero aquí —Ella murmuró.
Salí de la sala de enfermaría y vi el pasillo en completa soledad, era horrible. Di unos cuantos pasos apresuradamente y alguien tomó de mi cintura con fuerza. Me detuve congelada, como si mi escudo de protección se fuera a quebrantar.
—¿A dónde crees que vas preciosa? —Susurró entre mi odio con obsesiva posesividad.
—¡Joder! Si sigues de esa manera, terminarás dándome un infarto —Lo regañé mientras me daba vuelta viéndolo con gran enojo.
Sus ojos grises destellaban un brillo y en aquella hermosa sonrisa, no quedó a la imaginación con esos hoyuelos en cada parte de sus mejillas. Pero incluso esa perfecta imagen de mi chico perfecto, no me quitaría el enojo por el susto del infierno que me dio. No señor.
—¡Eres un idiota, Derek! —Chillé cabreada y me di la vuelta para irme, aunque a esos de tres pasos me detuve ¿Qué había hecho? Me di por vencida, volteándome y él estaba viéndome con las manos en su angosta cintura ¡Agh! Era un controlador. Me acerqué aún fulminándolo—. Lo siento.