Desde que Derek me había dicho tal cosa, ambos nos quedamos en un silencio profundo. Él ahogándose en su mente y yo incapaz de pensar con claridad... mi mente estaba vacía. Nada dicho por él, le encontraba algún sentido.
—No puedo entenderte —Confesé cansada.
—No entender por el momento es nuestra mejor salida de escape —Su rostro con lentitud se fue separando de mi estomago para arrastrar su vista hacía mis ojos—. Que hermosos ojos.
—No sigas embrujándome, ¿Quieres?... Yo no puedo seguir de esta manera. Estoy cansada —Confesé y evadí sus ojos con lamento. Sentía que en cualquier momento llegaría el fin—. No tienes que seguir de esta manera. Estás lastimando.
—No puedo evitarlo. No puedo arreglar errores del pasado... no puedo ver que te alejas de mí —Volteé hacia él, sintiendo un ácido en mi boca—. Me jode cada día que no me creas, que no pueda hacer algo y que no pueda sentirte cerca cuando veo todo caer.
Sin que tuviese el pensamiento claro para decir algo, me sentó sobre su regazo mientras nuestras frentes se unían una a la otra. Nuestras respiraciones chocaron como una ola contra el arrecife, vertiginosas y enérgicas al punto de estallar. No hubo tiempo para hablar, solo nos acariciábamos con la mirada. El tiempo se prologó, pero mis ojos embrujados se hipnotizaron por el roce de su piel contra la mía. Solo deseé en que ese siempre no se fuera.
—Perdón, Lizzie —Susurró mostrando una sinceridad en sus ojos.
—No puedo aceptarlo —Lamí mis labios con tristeza—. No quiero cargar con ese dolor en mi pecho y que mañana no recuerdes nada. Tú seguirás con tu vida, como si nada hubiese pasado y yo seguiré derramando lágrimas.
Él sorprendido, se echó hacía atrás separándose de mí. Hubo un silencio tan extenso que creí que perduraría una eternidad. Su mirada de pronto cambió drásticamente, haciéndome sentir culpable.
—Cierto, soy un imbécil que no recordaré.
Él sonrió y yo me levanté de su regazo.
—En este punto es mejor no recordar —Ambos nos dejamos de mirar y yo fui la primera en hablar—. Será mejor ir a dormir, Derek.
Él asintió sin objetar y nuestro silencio pernoctó en el ambiente, dejando que sus ojos viajaran con esa tristeza hacia los míos. Me detuve por minutos a admirarlo como siempre, pero después caí en la realidad. No necesito batallar más por algo perdido.
—Ven, es hora de dormir —Declaré, caminado hacia el interruptor del baño.
Él no formuló ninguna palabra, para no correr el riesgo de volver abrir mi boca para contradecirlo. Caminó a pasos lentos y cuando su silueta estaba fuera del baño, suspirando apagué la luz. La noche era fría como ninguna otra. Cada paso que daba, se me helaba hasta los huesos. Al entrar a mi habitación volví mi vista hacia Derek, parecía nervioso al ver mi cama. Luego con disimulo volteé hacia ella y todo fue más claro para mí. Existía un problema que tenía que arreglar en cuanto antes.
—Duerme en mi cama, yo me las arreglaré —Comenté cruzada de brazos.
—No, yo no puedo. Primero estas...
—Si me vuelves a contradecir, te echaré de pataditas en la calle —Lo interrumpí abruptamente, acusado expectación de parte de él—. Es broma, pero por favor hazlo. Me enojaré sino lo haces... Regreso en un momento.
Sin esperar una respuesta de para suya, volví a la bodega de almacenamiento. Busqué en todas las cosas, un saco de dormir todo polvoriento. No había ninguna otra opción, porque mis padres notarían si dormía en el cuarto de las visitas. Al regresar en una leve oscuridad, me quedé observando la silueta de Derek en mis cobijas que ya lo arropaban en esta helada noche.
«No puedo seguir observándolo de esa manera, si intentaba alejarme de él» Me regañé.
Revolví mi cabeza y cerré la puerta de mi habitación con cuidado, sintiendo un leve gruñido cuando se juntó la puerta con el umbral. Nerviosa volteé y sus ojos se mantenía cerrados, por la carencia de sueño. Después de días sin verle noté unas bolsas debajo de sus cristalinos ojos. Aparté mi vista, dejando el saco de dormir sobre la alfombra de mi habitación. Me arropé en él, pasando desapercibida para no tener que despertarlo. Por minutos intenté pensar en cualquier cosa, pero el imperativo frio me colocaba en una situación adversa. Me torturaba la idea de dormir en el suelo, con los dientes temblando y una piel en continuo desenfreno. Solo deseaba que la noche no se volviera más fría con el paso de las horas. Dije entre mí antes de quedarme dormida.
El frio era tan perturbador, pero el cansancio me impedía ir por una cobija para abrigarme. El hielo se apoderó de cada molécula de mi ser y no tenía intenciones de levantarme. Sentí un gran peso por mi cuerpo, frenándome para no escapar. El aire de mis pulmones se volvió más desenfrenado al igual que el movimiento de mis dientes. No supe controlar mi cuerpo hasta sentir el leve crujido de la cama. Se está levantando. Me paralicé por segundos, queriendo controlarme. Cerré los ojos de golpe y sentí tan cerca el aire que emanada de su nariz. Lo había despertado. Fingí respirar con normalidad, pero tenerlo a centímetros de mí, sintiendo sus penetrantes ojos examinándome, lo dificultaba a gran escala. Congelada hasta los huesos, sentí el calor de su mano por mi espalda y otra por debajo de mis rodillas. Lo tensa que estaba fue un factor culpable para delatarme, no podía hacer nada para dominar mi cuerpo inestable. En cuanto me levantó del suelo, me depositó en mi cama y me di por descubierta.
—¿Qué haces, Derek? —Susurré abriendo mis ojos.
Su intensa mirada se dejó al descubierto, intentando hallar una razón.
—Estas muy helada, no puedo dejar que todo sea mi culpa —Abrí mi boca para argumentar, pero mis palabras se quedaron suspendidas cuando su cuerpo se acomodó en mi cama. Me abrazó por detrás y escondió su rostro por mi cuello. Volví a vivir por completo, la sensación de nerviosismo fue mi gran capa de piel. Ese pedazo de vida regresó a mí—. Esta es la única manera de que vuelvas a entrar en calor.