Si las luces se apagaran

36. "A tu lado"

Podía leer una y otra la frase escrita con su letra, y aún así no lo entendería. Derek siempre fue ese chico misterioso desde que vi por primera vez sus ojos. Pero ahora me asusta hasta el punto de dejarme sin razones, jamás en él sembré esa gota de incertidumbre. Él siempre tuvo ese toque oculto que todos tenemos, pero nunca lo llevaba a gran escala. La fecha aún me atemorizaba porque era a tres días después de este. Significaba que ese mismo día en que iniciaba mi semestre, la hoja de papel me daba respuestas.

Logré quedarme un día entero leyendo una y otra vez ese pedazo de papel. Sin embargo, después de una hora sin tener alguna pista, un fuerte golpe de la puerta principal me sacó de la agonía que significaba no entenderle. Las risas que se escucharon en la primera planta, me hicieron entender que mi familia había regresado. En ese preciso momento, sentí unas rápidas pisadas acercándose. Me alertaron a tal de punto de dejar el papel debajo de la almohada y mantener una postura normal. Papá fue quien la abrió de golpe. Al verme, sus ojos, por instinto se fueron a todo mi aspecto, estudiándome. Era incómodo.

—¿Ya llegaste? —Preguntó ya lo obvio. Aunque conociéndole, pretendía que la respuesta saliera de mis propios labios.

—Claro, ¿Por qué lo pregunta? —Respondí con formalismo como siempre él quería.

—Nada... Ten una buena noche —Dijo tajante para luego cerrar la puerta de golpe.

Mi mirada se quedó en el portazo que le dio a mi puerta. A veces me preguntaba a donde se había ido mi papá, él nunca fue un hombre tan frívolo conmigo. Se me encogió el corazón al darme cuenta de que lo había perdido, más aún cuando recordaba que él antes de ir a dormir, besaba mi mejilla y me decía "Dulce sueños, Liz" ... Ya nada era igual en todos los malditos sentidos.

Con disgusto quizás, decidí dormirme. Tenía que quitarme los malos pensamientos de una u otra forma. Tal vez el sueño era mejor amigo en estas circunstancias.

***

Era lunes, un temido y misterioso día. Le había cogido un miedo en particular. No logro concentrarme, aunque anduviera arriba de mi bicicleta para ir a mis clases. Un fuerte viento golpeó mi rostro, sin embargo, poco importó. Necesito llegar a clases lo más rápido posible o quedaría afuera.

Llegué casada de tanto pedalear. Este día, todo no corría con tanta suerte. Para variar el timbre para entrar a clases ya había sido tocado hace tres minutos. No puedo empezar el año perdiendo clases, así que después de dejar mi bicicleta enganchada con un candado, corrí por todo el patio. Mi salón era nada más que el tercero piso, lo que ocasionó que subiera las escaleras en dos por dos. Mi respiración se volvió a mil cuando vi a los lejos a mi profesor de matemáticas. Estaba por entrar a mi salón, lo que me descolocó. Sin embargo, luego se detuvo y volvió por algo. Pude respirar más tranquila, si tenía tiempo para llegar. Mis pasos fueron más lentos hasta entrar, aunque, los apresuré cuando sentía muchas miradas sobre mí. Algunos también se dedicaban a murmurar, sin embargo, no decidí prestarle atención.

Cuando conseguí llegar a mi pupitre, me senté inhalando un gran bocado de aire, que luego lo expulsé. Había sido un gran maratón el que había hecho, todo por menos de 10 minutos. Merecía una medalla de oro. Pensaba mientras mi pecho bajaba con desenfreno. Luego sin pensarlo volteé hacía la derecha y el pupitre de Derek, se encontraba vacío. Me entristeció cuando llegué a la conclusión que se pudiese haber ido, aunque todo dio un vuelco cuando recordé ese papel. Hoy era, no especificaba a qué hora, pero era hoy ¿Cómo pude haber olvidado esa fecha?

—No pensé que fueras una chica sin corazón —Desentendida por la voz de esa pesada, mi vista se fijo en sus ojos de maldad y ¿Tristeza? No comprendo—. Aunque sea tu ex novio y se lo merezca, no debiste llegar aquí... Sé que es un maldito que se merece lo que le ocurre. Sin embargo, debió contarte lo que todo el mundo sabe, antes de involucrarse contigo. Tal vez te darías cuenta de la porquería que es.

—Porque no te vas antes de que te parta la jodida nariz. —Argumenté en mi defensa. No fijé mi vista en ella porqué, no se lo merecía. Aunque escuché con sus pisadas que se alejaban.

Nada de lo que esa chica me dijo, me perturbó, aunque hizo que cayera en un profundo hoyo negro. Todos conocían lo que Derek me ocultaba y ninguno fue capaz de decirme la verdad. La incertidumbre me estaba matando, miles de razones comenzaron a pasar por mi cabeza. Ni siquiera logré prestar atención cuando el profesor comenzó su clase. Estaba decaída, el mes fue infierno y esto solo hace que pierda la cabeza en él.

El profesor me regañó varias veces por no tomarle importancia a su clase, pero en ese momento en que mi cuerpo escribía sus ejercicios de pizarra monótonamente, la claridad con la que pienso no es la misma. Ni siquiera la hora transcurrida fue un descanso, solo me angustió más.

—Elizabeth Jones, venga por favor —Ordenó el profesor con gran autoridad y todos los ojos se posaron en mí. Mi cuerpo se tensó cuando pasaba esa idea de culpabilidad de haber hecho algo malo que no había recordado—. ¡La quiero ahora, señorita Jones!

No objeté a su palabra, solo me levanté de mi pupitre caminando a pasos ligeramente débiles. Los murmullos fueron en gran parte hacía mí, ocasionando un incomodo y nervioso caminar. Se incrementó cuando llegué a estar a un metro del profesor. Él no le tomó importancia y me miró neutro. Luego miró que mis compañeros no hacían la terea, los regañó y volvió a mantener esa mirada penetrante sobre mí.

—Se ve mejor que antes, ya no tiene esos ojos hinchados y ojeras debajo de ellos —Murmuró, indiferente. Me helé con el tiempo, el profesor había estado viéndome a pesar de estar al final del salón.

—Estoy levantándome —Susurro mientras juego con mis dedos.

—Que bien por usted —Asentí tímida. Luego él agrega—. ¿Me puede hacer un favor? Pásele esta hoja a Derek cuando lo vuelva a ver.




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