Después de limpiarnos por nuestra absurda guerra de pintura, en el siguiente periodo de clases el profesor de matemáticas nos citó para arreglar la biblioteca. Mi playera sucia y Derek con pinturas por todos los lados de su ropa fue la excusa perfecta para que el profesor nos sentenciara a castigo. Mi novio claramente se encontraba feliz porque me tendría toda una tarde para él, ya que mi padre no le agradaba tenerlo cerca de mí. Nunca le dijo nada, pero con solo prohibirme acercarme a él, era obvio.
Al siguiente día después de clases, no encontramos con varios libros aglomerados en toda la mesa de la biblioteca. El profesor al vernos sonrió con maldad, le encantaba que nosotros hiciéramos su trabajo.
—Bien, chicos los dejo. Tienen bastante trabajo por hacer —Declaró sonriendo y luego cambio la mirada hacia Derek—. Me pasas la llave a primera hora el día lunes.
—Claro, profesor —Mi novio le sonrió de lado.
—Bien, hasta luego chicos —Se despide para luego abrir la puerta.
—Adiós —Ambos dijimos en un coro.
Escuchamos la puerta cerrase y nos miramos fijamente, enamorándonos a cada segundo. Mi chico ideal recorrió las yemas de sus dedos por mi brazo desnudo hasta descender a mi mano. Yo con apropio me aferré a su tacto, hasta entrelazar mis dedos con los suyos.
—No sabes lo mucho que me haces feliz, hermosa —Me confesó, ocasionando que mis mejillas se tiñeran de color rojizo. Era inevitable hacerlo.
—Tú también me das una felicidad enorme —Me acerqué a su mejilla y deposité un beso—. Te amo.
—Y yo a ti, lucecita.
Pasaron horas en la que tuve que ordenar todo por orden alfabético, ¿Interesaba? Para nada. La presencia de Derek es mi amuleto de pausa a mi vida, a mi entorno y más a la realidad de mi casa. Con él lo que se conoce como tiempo se diluía entre las páginas de los libros. Nunca pensé encontrarlo, pero haberlo hecho fue el mejor tesoro que hallé.
Pausé un poco en mi labor para quedarme viéndole. Su mano traviesa rasgaba esos cabellos cortos mientras se perdía en un texto de un libro. Sus cejas formaron una "V" en varias ocasiones. No se hallaba muy convencido por la lectura, por eso tomó un libro más antiguo. Siempre era así de indeciso con respecto a la lectura, no le apasionaba tanto como a mí. Sin dudas somos un par de fragmentos diferentes en la tierra, pero que juntos se conjugan a la perfección.
—Me colocas nervioso —Su comentario me pilló desprevenida.
—¿Por qué lo sabes? —Sus quisquillosos ojos se fijaron en mí con determinación.
—Porque así es enamorarse. Siempre te das cuenta cuando uno del otro te ve fijamente —Mordí mi labio al entenderlo, era cierto. Cada vez que él me veía, sentía mis sentidos alterarse más de lo debido—. Es una extraña, pero especial conexión.
—¿Qué lees? —Pregunté al ver que escondía el libro por detrás de su espalda.
—La historia de Elizabeth y Derek —Bromeó causando una risa de parte de mía.
—Que interesante. Estoy segura de que ese chico Derek es un galán. He leído la historia varias veces —Comenté al intentar sacarle el libro, pero lo alejó más haciendo que mi pecho chocara contra el suyo y nuestros labios estuvieran a centímetros de sí.
—¿Sabes el siguiente capítulo? —Me preguntó al momento de posar una mano en mi mejilla acariciándola con ternura.
—No lo sé —Musité solo para él.
—No tienes idea de que ocurrirá —Sentí su caliente aliento acariciar la fina tela de piel en mis labios—. No la tienes, belleza.
—No —Tragué saliva al posar sus ojos en los míos—. Ansío conocer el siguiente capítulo.
—En este siguiente capítulo besaré a la protagonista —Me susurró intentado contener el fuego que era capaz de quemarme.
Posé ambas manos en sus mejillas y lo aproximé con cautela, sin la necesidad de acelerar algo prohibido. Su frente chocó con la mía y nuestras reparaciones chocaban vertiginosas.
—¿Creo que te gusta retar al destino? —Tragué saliva con mucho autocontrol—. Eso me enloquece.
—Me encanta ser esa persona que te enloquezca —Musita con sus ojos grises más ennegrecidos—. Solo tenemos un tiempo junto y lo aprovecharé al máximo.
—¿A qué te refieres? —Pregunté alejándome.
—Te llevaré a un lugar, Lizzie. Quiero celebrar tu cumpleaños —Abrí mis ojos por completo, ¿Cumpleaños? Faltan dos semanas más para que eso suceda—. Quiero recompensar mis errores.
Hubo un silencio que creí eterno. Ninguno de los dos olvidaba el mes de navidad, fue como una apuñalada que dejó un gran vacío.
—Lo sé —Susurré acercándome hacía él, rodeándolo con los brazos—. Derek, por favor no me dañes nunca.
—¿Qué? —Preguntó incrédulo al tomar mis mejillas con sus manos—. Nunca pretendí dañarte, solo intenté protegerte.
—L-lo siento —Bajé la mirada avergonzada, pero él la levantó—. Es que me aterra volver a pasar por esto.
—No volverá a pasar, confía en mí —Suplicó al conectar su cielo gris con mis ojos oscuros.
—Siempre, Derek.
***
Terminados de ordenar la biblioteca extasiados. Al parecer no la habían ordenado desde hace mucho y ese mucho se refiere a nosotros. Al irnos en pleno ocaso, nos despedimos melancólicos con la austera necesidad de alejarnos.
—Adiós.
Besé sus labios con necesidad, memorizando cada frescura de los centímetros de su boca.
—Adiós, te veré en la noche —Confesó y en ese entonces me alejé con penumbra.
—No, Derek. No seguiremos de esta manera, mi padre se dará cuenta —Murmuré asustada. El miedo me consume como una enfermedad.
—Está bien —Hizo una mueca de disgusto, pero después surgió su sonrisa malévola—, Con una condición.
—¿Cuál? —Me crucé de brazos al encararlo.
—Qué en el siguiente mes te excuses por un fin de semana, es que quiero llevarte a un lugar muy especial.
Me reí como una boba al escucharlo.
—Derek, no puedo —Me crucé de brazos de forma inmediata—. Mi padre.