Emanuel despertó de mal humor, le duele la cabeza como nunca. No recuerda demasiado lo que pasó durante la noche. Solo que se encerró a su despacho a trabajar sabiendo que Rose iría por la hija de ambos, y queriendo evitarla quiso mantener su mente ocupada en otra cosa. Pero luego esos recuerdos ingratos comenzaron a torturarlo.
No pudo evitar alzar la mirada buscando a Emilia en algún rincón de la casa, para darse cuenta de que ella ya no estaba, han pasado seis años desde que abandonó esta casa y aun por momentos parece olvidarlo. Se rio de su propia estupidez antes de sacar una botella y comenzar a beber. Luego de eso recuerda la imagen fugaz de su hermana y después no hay nada más, solo una mezcla de imágenes que no logra entender ni ordenar.
Pero volver a beber no hizo más que hacerlo sentirse peor, sintió como el vómito incontrolable subía a su garganta con una mezcla de sabor metálico y no pudo evitar correr al baño. Después de botar todo lo que había dentro de su estómago se dio una larga ducha para que su entumecido cuerpo comenzara a reaccionar. Observó su demacrado rostro en el espejo. A pesar de que sigue viéndose apuesto el aspecto jovial y orgulloso de su mirada parece haberse perdido. Las ojeras bajo sus ojos lucen más marcadas e incluso su rostro decaído no le da mejor aspecto. Arrugó el ceño molesto por su debilidad y desvió su atención dirigiéndose a su habitación en donde se secó y vistió con un traje elegante listo para ir a su trabajo.
Al salir abruptamente al pasillo, aun molesto consigo mismo, estuvo a punto de chocar con la mujer que caminaba por el mismo lugar. Aquella de inmediato detuvo sus pasos e inclinó su cabeza saludándolo educadamente sin expresión alguna en su mirada. A pesar de eso Emanuel se sintió incomodo, la severidad de su rostro fue como restregarle la vergonzosa imagen que la mujer de seguro tuvo que ver de él durante la noche.
—Señor Stravros pediré que le sirvan el desayuno —habló Laura de inmediato.
—No es necesario, comeré en la oficina —respondió desviando la mirada, dispuesto a seguir su camino.
—No es bueno para su cuerpo salir sin comer nada luego de que anoche…
—No es su asunto —la interrumpió con sequedad sin que sus ojos se detuvieran en los suyos.
Y antes de que la joven ama de llaves agregara más palabras Emanuel se retiró del lugar. Como le indicó su tía los días que sale a trabajar suele volver muy tarde, por lo que no es necesario que le preparen la cena. No le explicó la razón de si es porque trabaja demasiado o porque sale a algún lugar.
La casa parece sola y silenciosa, a pesar de los empleados que se mueven de un lugar a otro y a veces dejan escuchar risas que desaparecen con rapidez, como si fuesen tragado por las frías paredes de la casona.
Laura nota que no hay ninguna fotografía de la ex mujer de Emanuel Stravros, sí entiende que tuvieron un divorcio difícil pero su jefe se ahoga en alcohol extrañando su matrimonio que se le hace extraño no encontrar nada que evidencie que ella existió. Solo las lánguidas palabras de su tía.
—Existió, era una mujer muy bonita, de ojos verdes y cabello rojizos. Pero… de mirada triste —respondió su hermano luego de recurrir a él cuando el resto de los empleados se negaron a hablar de ella—. Era muy amable con todos y se pasaba las tardes en la cocina o en el jardín, el señor no la dejaba trabajar, pero tampoco pasaba tiempo con ella, y al no tener familia ni amigos solo nos tenía a nosotros, fue una lástima lo que pasó. No merecía sufrir lo que sufrió, el señor Emanuel nunca fue capaz de valorarla.
Laura lo contempló con seriedad.
—Si la señora Emilia estuvo tres años casada con él ¿Por qué no hay ninguna fotografía ni nada de ella en esta casa? —le preguntó sin quitar sus ojos sobre su hermano.
—Bueno, el señor el mismo día que se divorciaron mandó a quemar todo, sus vestidos, fotografías, todo. No quería que nada de ella quedara en el lugar.
Eso es aún más confuso, si él fue quien pidió el divorcio ¿Por qué actuó de esa forma? Generalmente es la pareja herida y abandonada que busca desesperadamente deshacerse de todos esos recuerdos que le causan dolor. Pero fue ella, su exesposa quien salió de esta casa y empujada a aceptar que su marido ya no la amaba.
—Él no quería que la esencia de la señora Emilia perturbara a la señorita Rose, que nada delatara esos tres años en que estuvo casado con otra mujer —agregó cruzando los brazos.
El silencio los rodeó a ambos y solo el sonido de los grillos se escuchaba en medio del oscuro jardín.
—Pobre mujer —Laura no pudo evitar decir esto siquiera pensar como debió ser sacada de su hogar, porque su marido quería dejar el espacio para otra mujer. Desechada como un papel viejo. Es seguro que nunca imaginó que años después aquel hombre que la despreció de esa forma se ahogaría en alcohol extrañándola—. Supongo que ahora debe ser feliz.
Su hermano no respondió, solo la miró unos segundos para luego observar la luna.
—Es complicado —señaló sin agregar nada más confundiendo más a su hermana—, pero no indagues más, eso no le va a gustar al señor Stravros. No te metas en problemas.
Y dicho esto le tocó la punta de la nariz antes de seguir con su trabajo. Laura arrugó el ceño, siente que todos en este lugar esconden algo más. Hay algo más en la relación y quiebre matrimonial de su jefe. Principalmente sobre la niña, le habían dicho que era la hija de la exmujer de Emanuel Stravros pero entonces ¿Por qué es Rose quien cuida a la niña como si fuese su madre? ¿Pasó algo con Emilia que le impidió hacerse cargo de su propia hija?
Pasó una semana hasta que la risa de la pequeña Amanda llegó a iluminar el lugar. La niña feliz corría alrededor de doña Luisa sin detener su lengua que parloteaba contándole que la maestra la había felicitado frente a todos. Pero al llegar frente a Laura como si recordara algo se inclinó con cortesía y la saludo.
#1363 en Novela romántica
#380 en Novela contemporánea
recuerdos dolorosos, arrepentimiento culpa infidelidad, matrimonio roto
Editado: 20.05.2024