Capítulo III
Ana iba a seguir tocando cuando de pronto alguien tocó su puerta.
—¡Qué raro!, ¿quién podrá ser?
—Hola, soy Sara—se escuchó decir del otro lado de la puerta.
—¿Qué haces acá, Sara?
—Vine a pedirte tu batería, sabes que en temporada de lluvia la energía se va y no quiero tener a mis invitados en las penumbras. ¡Qué tal Nicolás!
—¿Qué tal Sara!
—Justo estábamos hablando de ti. Ana lo miró con una cara de muy malos amigos.
—Espero que no sea algo malo.
—No te voy a mentir —dijo Ana— le estaba contando sobre Álvaro y por qué pienso que es un machista.
—De nuevo con eso, ya debe haber cambiado.
Nicolás la invitó a sentarse a la mesa con ellos y pasó a servirle una taza de un café para que los acompañara. Y Sara comenzó a hablarle.
—No es tan malo como de seguro mi querida amiga te lo ha pintado. Es un buen chico y me ilusioné con él, eso es todo ¿Quieres que te cuente cómo nos conocimos?
—Si gustas, claro.
En el primer ciclo llevamos cuatro cursos juntos, pero no fue hasta casi al final que nos hablamos. Se acercaba el examen de Matemáticas I y la mayoría estaba mal en el curso. Varios comenzaron a juntarse para estudiar y una de mis compañeras se me acercó y me propuso estudiar en su casa, acepté y allí me lo presentó. El siguiente ciclo nos volvió a tocar juntos, pero solo en dos cursos. Las veces que nos cruzábamos, aparecía con su guitarra, y me saludaba siempre con una linda sonrisa. Sin embargo, no fue hasta la noche de talentos en que nos hicimos amigos de verdad. Se le ocurrió realizar un número, al inicio saldría él y otro amigo más para cantar una canción de Pedro Suárez Vértiz, pero en el último minuto el amigo se acobardó y Álvaro salió solo. Demostró ser muy valiente, lo cual no fue suficiente y no evitó las burlas durante el tiempo que duró su presentación, No tengo la menor idea de quién le dijo que cantaba muy bien, debió ser un enemigo, porque cantó desastrosamente y de eso nunca nadie se olvidó. Él era consciente del ridículo, bajó del estrado, le pidió a mi amiga su mochila pues ella se la había guardado y se fue. Ella me dijo que si estaba de acuerdo en ir a comer algo con él para evitar que esté solo. Y acepté, pobre me dio pena.
Ese día nos comimos un Mega de KFC entre los tres. Conversamos de tantas cosas, de nuestras carreras, porque las escogimos, de la época de colegio, academia, etc. Desde aquel momento los tres fuimos inseparables. Hacíamos lo trabajos y estudiábamos juntos. Si no había problemas con nuestros horarios, nos encontrábamos en la cafetería y almorzábamos juntos y si no teníamos dinero nos comprábamos un par de galletas, un yogurt y así aguantábamos hasta llegar a nuestras casas. Siempre fue muy dulce y tierno, nunca se molestaba, ni cuando le recordábamos su inicio musical, aprendió a reírse de ello.
Él se enamoró de una de las chicas más lindas de la facultad, y por conquistarla comenzó a parar menos con nosotras, lo cual no nos molestó. En primer lugar, porque la chica nos caía muy bien, era estupenda y nos gustaba la idea de que llegaran a estará ser pareja, en segundo lugar, porque cuando estás con alguien o deseas estarlo es normal que pases tiempo con esa persona. Lamentablemente, ella lo rechazó y el pobre pasó varias semanas bastante desanimado. Se había hecho muchas ilusiones con ella. Lo usual a esa edad, vemos y creemos lo que queremos ver y creer. Él creyó que era correspondido de la misma manera, y no, ella solo lo vio como un buen amigo.
Casi a los dos meses, realizó un giro en su actitud. Camila y yo estábamos echadas en el pasto discutiendo de quien era mejor, si Mario Vargas Llosa o José María Arguedas, no hubo ganador. Álvaro se acercó, con esa sonrisa que había dejado de lado y nos dijo muy contento: “No me voy a volver a enamorar. Pasaré el resto de mi época universitaria divirtiéndome. Así que, si tienen amigas que piensen como yo, me las presentan por favor” las dos nos reímos pensando que era una broma del momento.
Yo había estado saliendo con un chico de la clase de Teología, me gustaba mucho, a pesar de que nos veíamos casi todos los días en la universidad, conversábamos horas y horas por teléfono durante la noche, y además solía escribirme correos extensos y me dedicó un par de canciones románticas. Nunca tuvimos una cita, no en ese entonces, y no me preguntes por qué no llegamos a concretar una, ni yo misma lo sé. De pronto las conversaciones cesaron y él apareció en la universidad abrazando a otra joven, por amigos en común me enteré de que era su enamorada.
—¿Te engañó?
—No, porque creo que su acercamiento con ella fue cuando dejamos de conversar, bueno es lo que creo y espero. Al poco tiempo de la decisión de Álvaro de tener una vida llena de diversión sin enamorarse, nos encontramos en la puerta de la universidad y nos quedamos parados allí conversando unos minutos. le conté lo que había pasado con ese chico y al terminar de ponerlo al día, ¿sabes qué me dijo?
—¿Qué?
—“El viernes estaré solo en mi casa toda la tarde. Tú y yo estamos solos sin interés de estar con nadie, porque no vienes y nos divertimos juntos sin que nadie se entere, sería nuestro secreto”. Yo sin pensar le dije: “claro, el viernes te caigo” nos despedimos y yo me fui a mi facultad. Es cierto que hasta ese momento Álvaro no me había interesado como hombre, pero al escuchar su proposición, algo cambió en mí. No quería ser la aventura de nadie, menos de un amigo; por lo tanto, con la cabeza ya fría había tomado la decisión de no ir, ese no era el problema. El problema es que comenzó a gustarme.