—Debe haber sido horrible enterarte de eso. Y no es por nada, pero es toda una historia de novela: dos mejores amigas enamoradas de su mejor amigo…no hay duda de que la realidad supera la ficción. —dijo Nicolás.
Los tres se rieron. Claro, de eso ya hace muchos años, Sara podía reírse, pero en aquel entonces no.
—Por un momento creí que me iba a decir que a ella también le había propuesto lo mismo. Creo que hubiera preferido que me diga eso a saber que estaba enamorada de él.
Después de escuchar a Camila y conocer los sentimientos que ella albergaba hacia Álvaro, tuvo la certeza de que no debía asistir a la cita del sábado. No estaba convencida de ir, pues creía que la amistad no podía mancharse con una aventura; sin embargo, Álvaro comenzaba a ser más que un amigo ante sus ojos, y sí, por un momento tuvo cierta duda que desapareció gracias a Camila. No tendría nada con él, aunque ese algo fuera de juego, pues iba contra los códigos de amistad. Finalmente, no se trataba del amor de su vida, solo era un simple gusto; pero, para Camila parecía ser algo más fuerte.
—El miércoles temprano nos vimos en el salón de clases, y él no me comentó nada, me habló de lo más natural, bromas, preguntas sobre el curso, etc. Pensé que podía deberse a que tan solo fue un comentario del momento y terminé por olvidarme del tema.
—¿Alguna de las dos llegó a estar con él? Preguntó, muy intrigado, Nicolás.
—Durante la universidad ninguna de las dos lo hizo.
Efectivamente, Álvaro se lo había propuesto no de manera seria. Aún estaba desanimado por el rechazo de la joven que le gustaba, que quiso, o mejor dicho trató, de convertirse en ese tipo de hombres que va de aventura en aventura evitando alguna conexión sentimental. Pero, no pudo. Iba en contra de su naturaleza. Lo cual, eventualmente cambió años después.
El tiempo transcurrió y la amistad entre Sara y Álvaro se fortaleció más convirtiéndose en verdaderos amigos. Lamentablemente, no sucedió lo mismo con Camila, pues ella no pudo controlar sus sentimientos, ni se atrevió a confesárselos, ni podía verlo como el simple amigo que era. Al ser ella mayor que Álvaro por dos años, y siendo muy prejuiciosa con el tema, se avergonzaba de estar enamorada de él. Además, sus personalidades eran muy distintas; ella era muy sería y de pocos amigos; él, muy sociable y alegre; ella, madura y una persona que planeaba absolutamente todo, su futuro prácticamente estaba decidido al mínimo; en cambio Álvaro vivía el día a día. Carecía de planes y proyectos, su único objetivo era terminar la universidad. Cuando Camila le preguntaba qué haría luego de la licenciatura, su respuesta siempre era: “ya veré cuando ese momento llegue”. Y para Camila, siendo como era, esa respuesta le molestaba. Durante el último año de estudios, ella se alejó de los dos, nunca tenía tiempo para salir con ellos, terminó encerrándose en sí misma. Llegó el día en que no les contestó ni mensaje ni llamada a ninguno de los dos. Sara concluyó que fue la manera de olvidar a Álvaro, definitivamente se dio cuenta que no era para ella.
En cambio, entre Sara y Álvaro, todo fue mejor. En cada oportunidad posible, salían a comer, al cine, conversaban horas y horas, siempre buscaban cualquier excusa para verse. Él, sabía todo de Sara; su lado bueno, malo, y el retorcido. Nunca tuvo ninguna clase de reserva ni filtro con él. Para ella, hablar con Álvaro era como estar en un confesionario y desnudar su alma por completo. Solo él podía calmar sus inquietudes, disipar sus temores y guardar sus más oscuros secretos. Esto último, con el tiempo, se dio cuenta que fue el verdadero problema.
—Entiendo bien que la amistad entre ustedes haya ido creciendo con el tiempo, para ese entonces, pero cuándo fue el momento en qué te diste cuenta de que te enamoraste de él.
—Fue progresivo, un cúmulo de cosas que él hizo y eventos que tuve que enfrentar, que terminé tan igual o peor que Camila. En el octavo ciclo me operaron de apendicitis, quién crees que estuvo en todo momento a mi lado, pues él.
Sara había llegado tarde a la clase, ella podía ser todo menos impuntual, y ese día menos. Tenía una exposición que valía un porcentaje alto. Álvaro la llamaba y no respondía, salió del salón para preguntar por ella y la vio que estaba llegando, algo le pasaba, pues venía caminando despacio, un poco inclinada y casi sosteniéndose gracias a la pared. Él corrió hacia ella. ¿Qué te pasa?, me duele mucho el abdomen y empeora cuando camino. No voy a poder exponer, siento que me desvanezco y eso pasó, porque ni bien terminó de hablar perdió la conciencia. Con la ayuda de otro compañero la llevaron al servicio médico, a los pocos minutos la ambulancia la estaba llevando a la clínica más cercana. En descanso estuvo casi dos semanas. Álvaro grababa las clases, además de sacar copias a sus apuntes y llevárselas todas las noches a su casa, para que de ese modo no se atrasara. La incorporó a todos los trabajos grupales que él estaba y así no tuviera ningún problema con otros compañeros por no asistir a reuniones. No hubo día que no estuviera al pendiente de ella. Que comiera a tiempo, que tomara las pastillas a la hora indicada por el doctor, que, si no debía caminar mucho, etc. Eran funciones que Álvaro había adquirido por voluntad propia.
Los padres de Sara conocieron más a Álvaro y le estaban completamente agradecidos por la preocupación y ayuda que proporcionó a su hija. Lo llegaron a querer tanto que pasó a ser parte de la familia, cada cumpleaños o fecha festiva como Navidad o Fiestas patrias, no dejaban de invitarlo. Confiaban plenamente en él, tanto que Sara tenía libertad plena de salir y llegar tarde siempre y cuando Álvaro vaya.