Abrí mis ojos cuando escuché un golpecito en la ventana encima de mi cabeza, me incorporé lentamente para quedar en una posición sentada y limpié mi rostro, ya que no deseaba que se dieran cuenta de que había llorado. La mirada que la oficial me dio me hizo sentir rara, pues parecía que realmente se preocupaba por mí y por mi bienestar. Mi mente se encontraba nebulosa y no podía pensar con claridad, e intenté mantener una sola línea de pensamientos, pero estos se desviaban a otros que me ponían mal. Sin embargo, para que todo se calmara, aunque estaba relativamente tranquilizada, debía enfrentar mi temor y ese era conocer a las personas que se harían cargo de mí.
─Recuerda, Leah ─murmuró mi psicóloga en mi mente─. Eres fuerte y puedes con esto. Solo debes salir del automóvil, caminar a la entrada y saludar a esa familia. No te harán daño, la policía se aseguró de que fueran de confianza. No dejes que el monstruo te gobierne.
Me erguí decidida a salir de ahí y caminar hacia la puerta de la casa adosada, tratando de mostrar una fuerza que no poseía. Asentí hacia la policía y tomé una fuerte respiración cuadrando mis hombros. Me moría de miedo, pero también tenía que enfrentar ese temor para poder sanar.
»La terapia de exposición nos ayuda a enfrentar lo que más tememos ─recordé las palabras de mi psicóloga.
Abrí la puerta y el aire frío me recibió, nos encontrábamos en época de lluvia y siempre venía cargado de un viento helado que podía congelarte. Amaba la lluvia, pero desde ese día prefería mantenerme muy lejos de ella. Exhalé y salí del vehículo, me erguí y pasé mis manos por el vestido negro que llevaba, el cual era hasta más debajo de la mitad de mi muslo y tenía una capa de encaje sobre el pecho, las mangas eran del mismo material. Era una prenda que siempre estuvo en mi armario y nunca me atreví a usar hasta ahora. Complementé mi conjunto con medias oscuras y unos botines sin tacón.
Caminé hacia la puerta escoltada por dos policías mientras que la oficial se hallaba delante de mí, uno de los hombres estaba llevando mis maletas. Cada paso que daba era una exhalación o inhalación, trataba de alternarlas de la manera correcta y procuré mantener mi respiración en un rango normal para estar lo más tranquila posible, pero el monstruo se encontraba flotando en la periferia de mi mente. Llegamos frente a la puerta y la mujer estiró su mano para tocar el timbre, esperamos unos angustiosos minutos hasta que por fin la puerta fue abierta para revelarnos una mujer muy hermosa, quien sonrió al vernos. Me miró fijamente, como si me estuviera analizando, y temblé del miedo, ya que los pensamientos negativos podían aparecer en cualquier momento.
─Señora Archer ─dijo la oficial─, somos de servicios sociales. Venimos a dejar a la persona que se quedará con ustedes.
─Sí ─asintió ferozmente con la cabeza─. Pasen, por favor. Los estaba esperando.
La mujer se hizo a un lado para dejarnos pasar al interior de su hogar y llené mis mejillas con aire antes de soltarlo lentamente. Di un paso y cerré mis ojos para calmarme, los abrí y seguí a la oficial, quien ya me esperaba en el hall de la casa. La señora Archer me sonrió e intenté devolverle el gesto, pero estaba segura de que fue más una mueca que una sonrisa.
»Por favor, tomen asiento ─pidió la mujer.
Asentí y me dirigí al sillón individual que se encontraba junto a la chimenea, me dejé caer en él con toda la gracia que poseía. Arreglé mi falda para tener algo que hacer con mis manos y mantuve mi cabeza agachada, pues las miradas eran otro detonante para que el monstruo apareciera. Mis padres me amaron y me mantuvieron lejos de todo lo que me hacía mal, pero ahora que no estaban yo no sabía cómo defenderme o actuar en una situación como está. «Su sobreprotección terminó lastimándome», pensé
─Gracias por recibirnos, Señora Archer ─murmuró la oficial, quien llevaba una vestimenta de acuerdo a su papel.
─No hay de qué ─sonrió─. Lo hago de todo corazón.
─La señorita Smith se quedará con ustedes por un corto tiempo ─informó.
─Entendido. ─Se acercó a mí─. Hola, Leah. ─Estiró su mano para estrechar la mía─. Soy Christina y bienvenida a mi casa.
Alcé mi brazo para colocar mi mano sobre la suya, el contacto quemó haciéndome apretar mi mandíbula para no hacer una mueca o terminar soltando su mano antes de tiempo. Quemaba tanto que tenía miedo de que dejara una marca en mi palma. Soltó el agarre que tenía en mí y rápidamente pasé mi mano por la falda de mi vestido, tratando de quitar cualquier vestigio de su piel de la mía.
La señora se alejó para tomar asiento en el sofá frente a mí. Suspiré lentamente y arrastré mi mirada hacia ella, quien parecía muy joven y tenía un aura de paz a su alrededor, me recordaba mucho a Marilyn y su personalidad tierna y compasiva. Sus ojos azules eran hermosos y podía asegurar de que tenía algunas motas doradas en ellos, aunque debería acercarme más para confirmarlo, y su cabello negro era largo y brillaba, como los de los comerciales de shampoo.
─Tengo entendido de que estarás aquí por unos meses ─dijo Christina, sonriéndome─, hasta que todo se solucione.
─Sí, señora Archer ─murmuré.
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Editado: 18.05.2020