Bajé lentamente las escaleras, pensando en cada paso que estaba dando para entretener a mi mente, pues esta seguía siendo un caos y las náuseas se hicieron presentes, ya que detener un ataque te dejaba muy exhausta y con la sensación de que tu cuerpo se estaba preparando para algo que nunca llegó. Era una situación rara en tu organismo y muchas veces desaparecía después de dormir, ya que era como si esa actividad reformateara tu cuerpo y era difícil de explicar, pero dormir siempre ayudaba a desenredar el lío que era.
Mis manos sudaban, pues aunque quería enfrentarme a mi miedo todavía me costaba a hacerlo, el motivo del mismo siempre flotaba en mi mente ya que era como si el monstruo nunca me dejara olvidar mi pasado. Pasé mis manos sobre la falda del vestido repetidamente para secarlas. Llegué al último escalón y pude escuchar la conversación que estaban sosteniendo la oficial con Christina en mi ausencia. Solté el aire en un fuerte suspiro y me detuve, pues quería saber que decían, no obstante, era de mala educación. «¿Ya estás olvidando tus modales, Leah?», rio el monstruo en mi cabeza y apreté mis manos en puños, pues siempre aparecía en el peor momento para hacerme la vida en cuadritos.
─Usted cuida de jóvenes que se encuentran en el sistema ─declaró la oficial.
─Sí ─respondió Christina─. Cuido jóvenes que están a meses de cumplir la mayoría de edad. Sin embargo, para este caso acepté darle un techo a Leah por lo sucedido.
─Es un caso especial. Ella es mayor de edad, pero por el momento necesita estar bajo el radar.
─Lo entiendo ─aseguró─. Y Leah está en buenas manos. Daré todo de mí para que ella se adapte.
─Gracias, señor Archenbach.
─De nada. ─Hizo una pausa─. Crecí en casas de acogidas hasta cumplir la mayoría de edad, así que sé lo que es estar sola y desamparada ─murmuró con la voz rota.
Mi corazón se encogió de dolor en mi pecho, ya que debía ser duro pasar por algo así. Yo tuve a mis padres por dieciocho años y me dolía no tenerlos en ese momento, pero debía ser peor nunca haberlos tenido. «Fuiste suertuda, Leah», murmuró mi mente, «ellos pausaron su vida por ti». Ese pensamiento hizo que un sollozo quisiera salir de mí y apreté mis labios juntos, pues no quería alertarlos de mi presencia. Lo que más me hacía sufrir era que ellos dejaron todo por mí y tal vez no llegaron a cumplir todos sus sueños. «¿Qué clase de hija fui?», me cuestioné y mordí mi labio inferior para no lloriquear, no obstante, mis lágrimas resbalaban pausadamente por mis mejillas.
Ellas continuaron la conversación a un tema muy alejado de mi vida y limpié la humedad en mi rostro antes de tomar una bocanada de aire. Me iba a enfrentar a mi miedo, a mi fobia social que era el pilar del iceberg de trastornos y fobias que había en mi vida. «Inhala valor, exhala temor», repetí mentalmente. Tragué mi nudo de nervios y bajé el último escalón para caminar lentamente a la entrada de la sala, la cual era dividida por un gran arco con diseños intricados en la parte superior. Los presentes giraron sus cabezas para verme haciéndome mover mis piernas de manera inquieta y dándoles una sonrisa nerviosa. «Sus miradas te destrozan el ser, ¿cierto?», carcajeó el monstruo.
─Aquí estás ─sonrió Christina─. ¿Desempacaste?
─Todavía no ─susurré.
─Tienes todo el tiempo del mundo para hacerlo, querida ─alentó─. ¿Tienes hambre? ¿O deseas tomar algo?
─Estoy bien, Christina.
Ella asintió y su semblante cambió al verme, pasó de apesadumbrada a feliz en un par de segundos. Suspiré, muchas veces quise aprender lenguaje de señas para poder comunicarme, más en mi época sin hablar, pero con pensar que debía estar cerca de otras personas hacía que la idea se esfumara muy rápidamente de mi mente. Arrastré mi mirada hacia los policías, quienes susurraban en voz baja mientras observaban un teléfono móvil. Uno de ellos alzó la cabeza y miró fijamente a la oficial, quien resopló como si entendiera el mensaje que le enviaban, ya que se levantó de su asiento y pasó sus manos por la falda que llevaba. Tener fobia social te enseñaba a observar a las personas y a leerlas como un libro abierto, y ahora mismo la oficial no estaba nada contenta con sus compañeros.
─Es momento de irnos ─anunció y caminó hacia Christina para estrechar su mano en forma de despedida─. Gracias por aceptar a la señorita Smith con tan poco tiempo de antelación.
─No se preocupe ─declaró─, estoy muy feliz de tenerla en casa.
─En un par de semanas vendré a revisar que todo esté en orden.
─Mi casa es su casa, señora Hamilton.
─Gracias ─manifestó─. Leah, ¿podemos hablar a solas?
Asentí y esperé a que los policías salieran de la sala para seguir a la oficial, quien mantuvo su distancia conmigo. Abrió la puerta principal y salimos al exterior, me abracé a mí misma con fuerza para intentar mantener el calor en mi cuerpo ya que el frío se colaba velozmente en mis huesos. Miré al frente y mis ojos se encontraron con los de la mujer, ella estiró su mano para tocarme, pero me encogí para que no lo hiciera. Suspiró dejando caer su extremidad a su lado y desvié la vista al suelo, pues su mirada me intimidaba.
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Editado: 18.05.2020