Solo tú

8. JinKook

Estamos ensayando la nueva coreografía por quinta vez esa mañana y a la sexta no puedo seguir reprimiendo mi alegría. No puedo continuar con seriedad las prácticas y, por suerte, mis compañeros me siguen las tonterías que se me ocurren mientras se ríen a carcajadas, tirados por el suelo. 

—¿Qué os pasa hoy? Veo que no tenéis muchas ganas de estar serios —advierte nuestro coreógrafo intentando mantener la compostura. 

—No todo puede ser trabajo serio —respondo tumbado en el suelo con la respiración agitada por el ejercicio.

—Está bien. No llevamos nada mal los pasos, así que, por hoy, y no lo toméis por costumbre, os dejaré la tarde libre. 

—¿En serio? —preguntamos al unísono, asombrados por aquel giro de los acontecimientos.

El coreógrafo asiente, al igual que nuestro mánager, y todos nos levantamos de un salto, dispuestos a irnos a la casa antes de que alguien se arrepienta de aquella decisión. 

Al entrar en la vivienda, subo a mi habitación, me siento en la cama con la espalda apoyada en el cabecero y cojo mi móvil. Abro el chat y busco el contacto de la chica del gimnasio, atraído como un imán por el metal. 

Lo miro durante unos minutos, con la mirada fija en la pantalla, sin saber qué decirle exactamente. ¿Qué excusa tengo para hablar con ella? Lo pienso durante unos minutos más y estoy decidido a escribir algo cuando veo que ella está en línea, escribiendo. 

Me pongo nervioso sin poder evitarlo y espero su mensaje con una sonrisa en los labios. El mensaje me llega después de un minuto y lo leo de inmediato: <<¿Puedo llamarte o estás ocupado?>>. 

Pongo el teléfono en silencio y contesto la pregunta: <<Puedo hablar>>.

En menos de lo que canta un gallo, el aparato se enciende con la llamada entrante, respiro hondo para calmar el bombeo de mi corazón y descuelgo.

—¿Seguro que no estás ocupado? —me inquiere la chica como saludo.

—Muy seguro. ¿Cómo te ha ido la mañana? 

—Estresante. Estoy pensando en ir al gimnasio para dar unos cuantos golpes, ¿me acompañas? 

—Vaya, ha debido ser muy estresante. ¿Te puedo proponer otro plan? 

—Cualquiera que pueda alejarme de este estrés. 

—Conozco el lugar perfecto para eso. Ponte ropa deportiva y abrígate bien. Te recojo en media hora —le digo con rapidez antes de que me arrepienta por mi timidez. 

—¿A dónde vas a llevarme? 

—Es una sorpresa. Mándame la ubicación de tu casa. 

—Está bien. Aquí te espero. 

Ambos colgamos, veo que la chica me manda la dirección y me pongo en marcha. Me cambio de ropa para ir cómodo, cojo un macuto para meter mantas y guantes, y bajo a la cocina para echar algo de picotear. 

Intento ser sigiloso para no llamar la atención de mis compañeros que están ocupados con sus cosas, abro la puerta de salida poniendo la gorra de béisbol en mi cabeza, me subo la mascarilla y me monto en mi coche. 

Salgo de la urbanización confirmando que ningún periodista me sigue y pongo rumbo hacia la dirección de la chica.

Estaciono en la misma puerta del edificio, le mando un mensaje para que baje y la veo un minuto después saludando al conserje antes de salir. Se acerca al vehículo con un movimiento leve de la mano, se sienta de copiloto y me saluda mientras se abrocha el cinturón de seguridad. 

—¿Vas a decirme a dónde me llevas? —me pregunta con la voz temblorosa. 

—Si te lo digo no es una sorpresa. Tranquila, no soy un psicópata.

—Y si lo fueras no creo que me lo dijeras. ¿Qué tal tu mañana? 

—Menos estresante que la tuya. Tengo toda la tarde libre, así que, aprovechemos el tiempo —le digo poniendo rumbo hacia nuestro destino. 

***

Durante el camino vamos charlando sobre lo que ha visto en todos los años que lleva viviendo en Seúl y me sorprendo de que haya sido tan poquitas cosas, por no decir ninguna. 

—No he venido como turista, precisamente —me comenta ella un poco indignada por mi sorpresa. 

—¿No has querido conocer los lugares que te ofrece la ciudad o es que has estado muy ocupada como para pensar en eso? —le inquiero con una voz suave para calmarla.

—No lo he creído necesario. Voy de mi casa al gimnasio, del gimnasio a mi casa y al trabajo. Cuando llego es muy tarde y solo pienso en relajarme con un buen libro, una copa de vino y tumbada en mi cama hasta que me entra sueño. Una vida muy triste, ¿verdad? 

—No tiene que ser triste si a ti te gusta así. ¿Sabes qué? No puedo tolerar que no conozcas la ciudad en la que vives, así que, desde este mismo instante voy a ser tu guía turístico —le confirmo alargando la mano para estrechar la suya y sellar el trato. 

Ella se ríe, veo que su rostro se sonroja y acepta mi mano. 

Desvía la mirada de mi perfil para clavar sus ojos en el paisaje y se sorprende cuando ve que nos acercamos a una montaña. 



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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