Solo tú

11. Elenor

Mis ojos se abren lentamente al sentir el calor de los rayos del sol sobre mi cara y miro a mi alrededor, confundida. Estoy en brazos de alguien y no sé cómo hemos llegado a ese momento. 

Alzo la cabeza para ver quién es y me sorprendo aún más al reconocer al chico del gimnasio. Lo observo de arriba abajo y contemplo lo bien que le queda ese traje de chaqueta negro. 

Me muevo entre sus brazos con cuidado de no despertarlo, pero mi intento es inútil. Los grandes ojos del joven se clavan en mí y me dedica una sonrisa. 

—Veo que ya estás mejor —me dice alejando el brazo que rodea mi cintura. 

Me asombro al sentir que no me ha gustado ni una pizca que haya dejado de abrazarme, trago saliva con dificultad y me incorporo para quedar sentada en la cama con la espalda pegada en el cabecero. 

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás en mi cama? —le pregunto confundida y aterrada de que me hubiera acostado con él y no me acuerde. 

—Me dejaste plantado en el restaurante. No me contestaste las llamadas y vine para ver si te había pasado algo. El conserje me abrió la puerta y te encontré tumbada en la placa de ducha con el agua fría cayendo sobre ti. Has tenido fiebre casi toda la noche y me he quedado dormido mientras te cuidaba —me explica él imitando mi pose. 

—Lo siento y gracias por cuidar de mí —contesto avergonzada. 

—No te preocupes. ¿Puedo preguntarte qué pasó ayer para que estuvieras así? ¿No salió bien la presentación? 

—Salió fantásticamente —lo miro y veo que sus ojos me observan con expectación—. Me enteré que mi jefe está casado. He estado acostándome con un hombre casado y no tenía ni la más remota idea. Y, encima, la mujer es uno de los jefes superiores, además, me ha caído bien. Creo que ya no puedo caer más bajo.

La boca del chico se abre con sorpresa, pero no dice nada. Intenta no juzgarme.

—No soy un experto en dar consejos, sin embargo, creo que es mejor que te busques otro empleo y te alejes de ese hombre. No te traerá nada bueno si sigues viéndolo —me comenta sin mirarme. 

—Lo sé, y estoy en ello. Tengo unos días de vacaciones y los aprovecharé para buscar otro empleo. Me parece que ahora debo compensarte tres favores.

—Eso parece. Y una cena —añade con una sonrisa en los labios. 

Me rio y me levanto para entrar al baño con urgencia. 

—¿Tienes algo que hacer ahora? —le inquiero cuando salgo del aseo. Niega con la cabeza y le propongo—: ¿Qué te parece si te quedas a desayunar y así te compenso por una vez? Sin distracciones. 

—Me parece bien. 

***

Conversamos mientras hacemos el desayuno y me hace reír con sus ocurrencias. 

—¿Sabes de qué me he dado cuenta? —le digo dejando el plato con la tostada francesa delante de él. Se encoge de hombros y sopla la comida antes de darle un bocado—. No sé ni tu nombre ni a lo que te dedicas.

—Bueno, mi nombre es JK y trabajo en la industria musical.

—¿JK? ¿En serio? ¿Me tomas el pelo? 

—No, ¿por qué? 

—Ese no puede ser tu nombre. Son letras. No hay ningún nombre que sean solo dos letras. Me niego a creerlo —respondo con el ceño fruncido. 

Me mira con sus ojos de cervatillo, masticando la tostada y se encoge de hombros. 

—Está bien, ese es mi apodo —confiesa. 

—¿Y por qué me dices tu apodo y no tu nombre? 

—Lo cierto es que no lo sé. Estoy acostumbrado a decir mi apodo y no mi nombre en el trabajo. 

—Has dicho que trabajas en la industria musical. ¿A qué exactamente? ¿Compones? ¿Produces? 

—Un poco de todo. ¿Te gusta la música de aquí? —me pregunta con curiosidad. 

—No especialmente, pero tampoco me disgusta.

—Tengo una idea. Ya que me debes una cita y dos compensaciones, te invito a un concierto dentro de dos semanas y así pagas parte de tu deuda —me propone dando un sorbo a su café. 

—Vaya, eso ha sido un poco repentino. ¿De quién es el concierto? 

—Eso es una sorpresa.

Su tono ha sido muy misterioso y aún más si no quiere decirme su nombre verdadero. ¿Está ocultando algo? “Por el amor de Dios, Elenor, no sales de una cuando ya te metes en otra”, me regaño sin apartar la mirada de los ojos del chico. 

No parece una persona peligrosa, aún con esos tatuajes en su brazo y los piercings de su ceja y su labio, además, su mirada me está quemando por dentro. 

—De acuerdo, acepto la invitación —me arriesgo a contestar. 

—Genial. Me ha encantado la tostada. Muchas gracias. Tengo que irme a trabajar. 

—Claro. Yo me pondré a buscar empleo. Cuanto antes empiece, antes lo encontraré. ¿Te veo mañana en el gimnasio? 

—Por supuesto —lo acompaño hasta la puerta, abro dejando paso para que él salga y me mira quedando parado en el hueco, a pocos centímetros de mí—. Hasta mañana. 



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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