Solo tú

16. JinKook

Salgo de la sala del concierto lo más rápido que puedo y conduzco hacia el apartamento de la chica. Tengo muchas ganas de verla y poder besar sus labios. 

Estaciono en la calle de atrás, me cercioro de que nadie me sigue o vigila, y entro en el edificio saludando al conserje. 

Subo en el ascensor hasta la cuarta planta y me quedo delante de la puerta, dispuesto a llamar al timbre cuando la tabla de madera se echa a un lado dejando ver a la chica que le grita a un hombre acuclillado en el suelo del salón. 

No entiendo aquella escena, pero empiezo a comprenderla cuando el hombre me mira y grita algo en inglés. Solo he conseguido entender dos palabras y ninguna me ha gustado: follando y marica. 

Entro en el piso dispuesto a partirle la cara cuando siento que la mano de ella se cierra alrededor de mi brazo y tira de mí. Me pone detrás de ella, como si fuera a protegerme, y vuelve a ordenar:

—Lárgate. 

El hombre se levanta con dificultad, parece que ha bebido más de la cuenta, y se acerca a la puerta sin apartar la mirada de la chica. Está a solo dos pasos de ella cuando la agarro de la cintura y la alejo de él cerrando la puerta cuando sale al rellano. 

—¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo? —le pregunto preocupado de que haya llegado demasiado tarde. 

—No, no. Estoy bien, no te preocupes. No has tardado mucho en llegar, ¿has corrido? —me señala mirando el reloj de su muñeca al sentarse en el sofá con todo el cuerpo temblando. 

—Quería estar contigo cuanto antes. ¿Quién es ese? 

—Mi ex jefe. Del que te hablé.

—¿Él era el causante de tu tristeza? —asiente con la cabeza y me siento a su lado cuando veo que una lágrima recorre su mejilla. La abrazo con fuerza, pegándola a mi cuerpo para que descanse su cabeza en mi pecho y le acaricio el pelo cobrizo cuando comienzan a salir todas las lágrimas que ha estado conteniendo—. Tranquila. Ya ha pasado todo. ¿Seguro que no te ha hecho nada? 

—Lo ha intentado, pero para algo aprendí kick boxing. Me ha servido mucho en mi defensa personal.

—Deberías irte de este piso…

—Como si fuera tan fácil. 

—Puede ser fácil si tienes los contactos necesarios. Puedo encontrarte otro lugar en una semana. Mientras tanto, puedes ir a un hotel —le propongo para alejarla de este edificio antes de que su ex jefe regrese. 

—No voy a irme a ningún hotel. Y lo de otra casa, aún está por ver. 

—Elenor, ese tío puede volver. Sabe dónde vives y no te va a dejar tranquila hasta que obtenga lo que quiere. 

—No creo que hoy lo haga. Está borracho y mañana ni se acordará de lo que ha hecho o, más bien, intentado hacer. 

—Lo sé, pero no me quedo tranquilo si te dejo aquí sola y, mucho menos, de noche. 

—Pues no me dejes sola —murmura clavando sus ojos verdes en mis labios.

No puedo evitarlo y la beso con pasión. Han pasado muchos días desde nuestro primer y último beso, y no aguanto más estar separado de su boca. 

—¿Quieres que me quede esta noche? —susurro entre besos y caricias. Asiente con la cabeza y un pequeño ronroneo que enciende cada músculo de mi cuerpo—. ¿Me invitarás a desayunar? Aún me debes dos cenas.

La chica sonríe al darse cuenta de que no me he olvidado de ello, acaricia mi mandíbula con la yema de sus dedos, me deja un beso en los labios y murmura:

—De acuerdo, te invitaré a desayunar. Lo de las cenas un poco más adelante, cuando ambos no estemos tan atareados en nuestros trabajos. ¿Te parece bien? 

—Me parece estupendo —le dedico una sonrisa y planto mis labios en los de ella una vez más. 

***

No sé en qué momento de la película nos quedamos dormidos, pero para ser sincero, yo estoy muy cómodo en su cama, con su cuerpo pegado al mío y sintiendo su aliento en mi cuello. 

Me muevo con cuidado para quedar tumbado de costado y apoyo mi brazo en su cintura, rodeándola para pegarla más a mí. Le dejo un beso en la punta de la nariz y sus párpados se elevan para clavar su mirada en la mía. 

—Buenos días —murmura con la voz un poco más ronca de lo normal. 

—¿Qué vamos a desayunar? —le pregunto dejando otro beso en la punta de su nariz. 

—¿Acabas de despertarte y ya estás pensando en comer? Eres peor que yo. ¿Qué te apetece? 

—Me da igual mientras esté rico como tú. 

—Mm —me dedica una sonrisa pícara y se acurruca contra mí para dejarme un beso en los labios—. Tú también estás muy rico. 

Nos levantamos antes de que los besos pasen a mayores, la ayudo a hacer el desayuno y hablamos otra vez sobre la posibilidad de que se marche de ese piso cuanto antes. No me siento seguro dejándola allí sola, sin embargo, ella no da su brazo a torcer. 

—No voy a irme de mi casa solo por ese… hombre —me dice llevando a su boca un poco de huevo revuelto. 

—¿Por qué eres tan terca? 



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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